Altas capacidades sin la condición de nacimiento

Todo esto resulta interesante y genera cierta fascinación en quien lo lee; sin embargo, es necesario cuestionarse si estos procedimientos, que están a la vuelta de la esquina, no podrían llegar a representar problemas éticos en las sociedades posmodernas, que ya de por sí no destacan precisamente por sus valores. Es indudable que toda mejora es positiva, en eso estamos de acuerdo; la cuestión es qué precio estaríamos dispuestos a pagar para que dicha mejora solo estuviera al alcance de una minoría y no formara parte de la población en general.

Se sabe que algunas de las herramientas utilizadas en seres humanos han supuesto mejoras significativas en los procesos cognitivos; entre ellas se encuentra el ejercicio físico, respecto al cual numerosos expertos afirman de manera unánime que es el factor con mayor impacto sobre el cerebro. Algo tan sencillo como el deporte aporta beneficios al cerebro humano. Diversos neurocientíficos, pertenecientes a departamentos universitarios de todo el mundo y a distintos campos del conocimiento, han realizado revisiones por pares que respaldan estos datos, los cuales han sido publicados en revistas científicas. Este tipo de recurso es, en principio, accesible para todos.

Sin embargo, no estamos hablando propiamente del deporte, que tiene una participación colectiva y un coste marginal, sino de las tecnologías que actualmente se están desarrollando —sin especificar nombres para no hacer ningún tipo de publicidad— y que permiten que la inteligencia pueda convertirse en una elección condicionada por el poder adquisitivo. Incluso si esta tecnología llegara a estar al alcance de toda la población, viendo lo que está ocurriendo con otros avances, no parece que nuestra especie esté preparada para gestionarla de manera responsable.