El comedor escolar como experiencia Montessori
Cada vez más centros educativos están replanteando el papel del comedor escolar. Lo que tradicionalmente se entendía como un servicio complementario se reconoce hoy en día como un espacio con un enorme potencial pedagógico. Dentro de este cambio, numerosos colegios están incorporando principios Montessori a la hora de organizar la experiencia alimentaria, convirtiendo la comida en un momento clave donde los alumnos pueden elegir, explorar, convivir y desarrollarse de forma integral.
La base de esta evolución sigue siendo garantizar los más altos estándares de seguridad e higiene alimentaria, un pilar imprescindible para cualquier proyecto educativo asociado a la alimentación.
En paralelo, los menús se diseñan siguiendo directrices oficiales y se adaptan a las necesidades reales de los alumnos: dietas sin gluten, alergias, intolerancias, requerimientos médicos específicos, así como opciones que respetan distintas tradiciones culturales y religiosas. Además, se contemplan diferencias nutricionales entre etapas educativas y ajustes para estudiantes con necesidades sensoriales o metabólicas. Esta atención personalizada convierte, hoy en día, el comedor en un espacio inclusivo que acoge la diversidad del alumnado.
A todo ello se suma un enfoque que promueve una relación saludable con la comida. Inspirados en modelos como el Health At Every Size (HAES), muchos centros priorizan mensajes centrados en el bienestar y la incorporación de nutrientes, evitando discursos restrictivos o estigmatizadores. El objetivo es que la alimentación contribuya tanto al desarrollo físico como emocional.
Aplicar la filosofía Montessori también en el comedor significa ofrecer oportunidades reales para la toma de decisiones. Permitir que los estudiantes elijan su comida dentro de un marco equilibrado fomenta la autonomía, la autorregulación y la responsabilidad personal. Esta libertad guiada también favorece la sostenibilidad, ya que los alumnos seleccionan aquello que realmente desean consumir y reducen así el desperdicio alimentario.
La dimensión cultural es otro eje clave. En los comedores con metodología Montessori, se incorporan platos internacionales, lo que permite a los estudiantes conocer diferentes tradiciones culinarias y abrir su mirada hacia el mundo. A menudo, esta propuesta se acompaña de paneles informativos, proyectos temáticos o actividades educativas relacionadas con los países del menú, lo que refuerza la mentalidad global desde edades tempranas.
Por otra parte, para que el comedor funcione como un espacio educativo, debe ser también un entorno emocionalmente seguro. El personal recibe formación específica para evitar juicios, presiones o comparaciones entre alumnos. Además, muchos centros recogen a diario la opinión de los estudiantes y la trasladan a los representantes o comisiones pertinentes, favoreciendo la participación y el sentido de comunidad.
En definitiva, el comedor escolar deja de ser solo un espacio para comer y se convierte en un entorno educativo completo. Al incorporar principios Montessori, atender las necesidades reales de cada alumno y fomentar la autonomía, la diversidad y la conciencia global, estos comedores promueven hábitos saludables, fortalecen la autoestima y preparan a los estudiantes para la vida. Comer se transforma así en una oportunidad de aprendizaje integral, donde se alimenta tanto el cuerpo como la curiosidad, la responsabilidad y el respeto hacia los demás.
Abigail Kay, Head of Infants y Deputy Head of School en The English Montessori School (TEMS)
