Los profesores honoríficos, capital pedagógico para la escuela

Castilla y León cuenta este curso con 118 profesores honoríficos. Goyi Antón, con 35 años de experiencia en la docencia, pone rostro a una iniciativa muy bien valorada por los profesores y los centros porque permite retener el talento y aprovechar la experiencia de los profesores jubilados.
Almudena ÁlvarezMiércoles, 17 de diciembre de 2025
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Imagen de archivo de una jornada sobre los profesores honoríficos durante el curso pasado.

En una escuela marcada por la tecnología, la diversidad y la inmediatez, los docentes asumen una responsabilidad que combina vocación, especialización pedagógica y una permanente adaptación con un papel que va más allá de la mera trasmisión de conocimientos para convertirse en guía, acompañante y referente en un entorno cambiante.

En este escenario, el programa de profesores honoríficos de Castilla y León plantea un modelo singular de retención del talento y se convierte en una vía para aprovechar la experiencia acumulada por docentes jubilados que desean seguir vinculados a su profesión.

Record en el número de profesores honoríficos

Este curso, la Consejería de Educación ha superado por primera vez el centenar de participantes y cuenta con 118 profesores jubilados, 50 nuevos y 68 renovaciones, que han querido seguir vinculados a la escuela y compartir una experiencia que generalmente abarca décadas de profesión.

Para la consejera Rocío Lucas son profesionales «conscientes de que la experiencia, el conocimiento y la vocación que atesoran son valores a los que la buena educación no puede renunciar». De ahí la importancia que su Consejería da a un programa cuyo espíritu es aprovechar el capital humano acumulado por quienes han hecho de la docencia una forma de vida.

En el caso del IES Alonso Berruguete, este compromiso ha calado especialmente. Ocho docentes honoríficos colaboran actualmente con el centro, una cifra que lo sitúa entre los más activos de toda Castilla y León. Su labor no sustituye el trabajo de la plantilla, sino que complementa la actividad educativa con acompañamiento, asesoramiento o apoyo a proyectos concretos. Y, sobre todo, aporta algo intangible, el peso de una vocación pedagógica que se construye día a día.

La importancia de la vocación

Entre ellos está Goyi Antón Castrillo, profesora de Economía con 35 años de experiencia que encarna el papel, a menudo invisible, de esos maestros que sostienen la memoria viva de la docencia y garantizan la continuidad de proyectos educativos complejos.

Su trayectoria refleja con claridad la importancia de la vocación, la continuidad y el apego a la enseñanza.

Empezó en Formación Profesional impartiendo Tecnología Administrativa y enseñando materias como fiscalidad, contabilidad o recursos humanos, en centros de Ávila, León, Guardo o Saldaña, en la provincia de Palencia, donde la FP era una vía real hacia la empleabilidad.

Pero donde ha desarrollado el grueso de su carrera en las última dos décadas ha sido como profesora de Economía en el IES Alonso Berruguete de Palencia.

Asegura que lo largo de su vida profesional ha sido testigo de la evolución de la política educativa, la especialización de los equipos docentes y la consolidación de itinerarios como el Bachillerato de Investigación y Excelencia (BIE), que marcaron también para ella una transición profesional. De hecho, formó parte del equipo docente que puso en marcha, en 2014, el BIE de Humanidades y Ciencias Sociales del Alonso Berruguete, un proyecto que combina formación universitaria temprana, metodologías activas y la elaboración de un trabajo de investigación tutorizado.

Allí encontró un alumnado especialmente motivado, con inquietud por aprender y aprovechar cada oportunidad, uno de los motivos que la llevaron, tras jubilarse, a solicitar su incorporación como honorífica. “Dudé mucho si jubilarme, porque las clases eran muy atractivas y los alumnos muy estimulados. Quería seguir vinculada al alumnado y al centro”, asegura. Y encontró en este programa una oportunidad para seguir acompañando a los alumnos y un proyecto que siente un poco suyo.

Su colaboración es voluntaria y puntual, pero constante. Acompaña al alumnado en salidas formativas y acude a las defensas de los proyectos de investigación del segundo curso. Mantiene contacto frecuente con parte del profesorado y, en definitiva, continúa formando parte de la vida del centro, aunque desde un lugar distinto, más observador, más libre, pero igualmente comprometido.

Capitalizar la experiencia

Su labor actual encaja con la lógica del programa de profesores honoríficos que busca apoyo, acompañamiento y transferencia de experiencia y su impacto es doble. Por un lado, refuerza el acompañamiento del alumnado en un programa de alta exigencia como el BIE. Por otro, ayuda a mantener la cohesión pedagógica de un claustro que ha afrontado cambios metodológicos profundos, desde la transición digital hasta la implantación de proyectos de investigación con tutorización intensiva.

El caso de Goyi ilustra cómo este programa permite capitalizar una experiencia acumulada durante décadas, porque su visión de la profesión incluye un recorrido por cambios sociales, metodológicos y tecnológicos que han transformado por completo la enseñanza. Desde las primeras clases con libros de texto hasta la digitalización acelerada por la pandemia, pasando por la implantación de proyectos, metodologías activas o nuevas formas de relación con el alumnado, su testimonio permite comprender por qué la formación del profesorado y, en paralelo, el acompañamiento entre generaciones docentes resulta hoy imprescindible.

El programa de profesores honoríficos refuerza precisamente ese eje, la cooperación intergeneracional, el trabajo conjunto, la continuidad del conocimiento profesional.

Una iniciativa muy bien valorada

La evaluación del curso pasado confirmó el acierto de esta filosofía cuando el 95 % de los docentes honoríficos, el 95 % de la red de formación y el 92 % de los centros valoraron la iniciativa como excelente o muy buena. El hecho de que este curso 68 profesores hayan querido continuar en el programa, subraya también este éxito.

En el Alonso Berruguete, el impacto se observa en la vida cotidiana del centro. Un profesor de Geografía e Historia continúa acudiendo semanalmente a gestionar la estación meteorológica; dos docentes de inglés colaboran en actividades del programa British; otros tres participan en excursiones, intercambios o dinámicas de aula. Cada uno aporta algo distinto, siempre desde la voluntariedad y la implicación personal. «Los motivos de cada uno son muy diversos», afirma Goyi Antón.

Pero para todos, la clave es la vocación y una pasión por enseñar y por aprender con los alumnos que se convierte en el pilar de la escuela. “Lo fundamental es que te guste la docencia. Hay que estar a gusto en clase para motivar a los alumnos”, afirma. Con esta filosofía Goyi pone voz al compromiso que sostiene este programa.

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