Marina Canals: “La educación no se limita a las aulas ni a unos años concretos de la vida, sino que es un proceso permanente”

La secretaria general de la Asociación Internacional de Ciudades Educadoras (AICE), Marina Canals, ha compartido el origen, los proyectos y las aspiraciones que identifican a la AICE.
Alba UcedaMartes, 16 de diciembre de 2025
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Marina Canals, secretaria general de la AICE.

La educación comprende una serie de valores universales que van más allá de las clases ordinarias en las aulas. Como derecho humano fundamental, muchas organizaciones trabajan para que el contexto sociocultural sea óptimo para emprender la educación de todas las personas. 

Hace más de tres décadas, la Asociación Internacional de Ciudades Educadoras (AICE) nació con el objetivo de aunar el diálogo entre el máximo número de ciudades de todo el planeta. Lo que iba a ser un único congreso se convirtió en el “germen de una organización” que hoy reúne a cerca de 500 ciudades de 28 países.

Con motivo de su labor en la promoción de políticas locales que impulsan la educación como motor de desarrollo ciudadano, equidad y cohesión social, la AICE ha sido galardonada en los Premios Magisterio entre otras organizaciones y personalidades que hacen de la educación un ámbito lleno de oportunidades. 

En esta entrevista, la secretaria general de la Asociación Internacional de Ciudades Educadoras, Marina Canals, ha compartido el origen, los proyectos y las aspiraciones que identifican a la AICE como la red de unión para la educación de todos sus miembros, desde el ayuntamiento más pequeño hasta la capital del país más grande. 

¿Cómo se introduce España en la Asociación Internacional de Ciudades Educadoras? ¿Qué necesidad encuentra para formar parte de ella?

—Estamos dentro de la AICE porque la red nace en España, concretamente en Barcelona, en la fase pre-olímpica. Se quería que los Juegos Olímpicos dejaran un poso en la ciudad, no solo en cuanto al deporte o a las nuevas infraestructuras, sino también en la apertura de la ciudad al mundo y en el diálogo en distintos ámbitos de la vida ciudadana. En este contexto, se convoca el primer Congreso Internacional de Ciudades Educadoras, que tiene lugar en Barcelona en noviembre de 1990. Podría haber sido un único congreso, pero las ciudades participantes encontraron muy interesante reunirse, intercambiar y aprender de colegas de otras ciudades.

Hoy en día es difícil imaginar un mundo sin redes, pero si nos situamos en aquella época (aunque había muchos congresos de educación), espacios de encuentro entre ciudades con retos similares no eran tan evidentes. Desde ese primer congreso ya surgieron ciudades candidatas para acoger una segunda edición, y tras ese segundo encuentro celebrado en Gotemburgo se vio la necesidad de constituirse como red. Así, se registraron los estatutos y nació formalmente la red. Actualmente somos 28 países y estamos cerca de 500 ciudades.

¿Los primeros países que se incorporan son procedentes de Sudamérica?

—Primeramente la AICE tiene una fuerte presencia europea, pero la segunda región con más ciudades es América Latina. De hecho, tenemos una oficina en Rosario (Argentina), lo cual facilita mucho el trabajo por la diferencia horaria y la proximidad al territorio.

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Los ayuntamientos no solo se ocupan del mantenimiento de edificios escolares o del absentismo, sino que amplían las oportunidades educativas

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Bajo vuestra experiencia, ¿en qué punto se encuentra la educación española respecto a otros países actualmente? ¿Qué diferencias existen?

—Cuando hablamos de educación consideramos que la escuela es un pilar fundamental, pero no el único. Llevamos años trabajando para despertar la conciencia de que la educación no se limita a las aulas ni a unos años concretos de la vida, sino que es un proceso permanente que nos hace crecer como personas y como comunidades. En la vida ciudadana hay innumerables espacios y momentos de aprendizaje: bibliotecas, plazas, centros cívicos, deporte, voluntariado, interacción con la diversidad… Todo ello genera conocimientos, valores y competencias.

Las ciudades españolas son mayoritarias en la red y tienen muy claro que se educa dentro y fuera de la escuela. Los ayuntamientos no solo se ocupan del mantenimiento de edificios escolares o del absentismo, sino que amplían las oportunidades educativas para niños y jóvenes, y para toda la ciudadanía.

¿A pesar de las autonomías existe un nexo común entre todas las ciudades del país?

—Sí. Hay ciudades de distintos signos políticos pero el clima es muy bueno. Un ejemplo es que la Asamblea General de la Red Estatal votó por unanimidad la candidatura de Málaga para coordinar la red durante los próximos dos años. Eso refleja una calidad democrática que va más allá de los partidos.

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En los últimos años hemos trabajado mucho en absentismo escolar y éxito educativo

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¿Qué proyectos destacarías de los que se están llevando a cabo ahora en las ciudades nacionales?

—Tenemos un banco de cerca de 500 experiencias. Nos dedicamos a muchos ámbitos. Por ejemplo, Zaragoza trabaja en movilidad sostenible dirigida al alumnado de Primaria y Secundaria. Vitoria-Gasteiz desarrolla iniciativas contra el edadismo, fomentando encuentros intergeneracionales. En los últimos años hemos trabajado mucho en absentismo escolar y éxito educativo. 

También está el caso de Pontevedra y su metro-minuto, un plano que fomenta la movilidad peatonal mostrando las distancias en metros y minutos entre puntos de la ciudad, rompiendo barreras mentales sobre las distancias. Además, hay programas de artistas en residencias o iniciativas para enriquecer el tiempo libre, que es donde a menudo se genera mayor desigualdad educativa.

Respecto al cambio de ciudad-coordinadora que se realiza cada dos años, ¿por qué se lleva a cabo? ¿Cómo se organiza?

—La Asociación tiene un Secretariado central, pero trabajamos de forma muy descentralizada. En territorios con suficiente número de miembros se fomenta la creación de redes territoriales: Argentina, México, Asia-Pacífico, Brasil, etc. 

En la red estatal hay una ciudad coordinadora (ahora Málaga) acompañada por otras once que representan al conjunto del territorio. Juntas identifican los retos, planifican actividades y grupos de trabajo. Esta coordinación culmina en un encuentro estatal. En octubre celebramos el último en Viladecans y allí se votó la nueva Comisión de Seguimiento y la ciudad-coordinadora. Eso se repite cada dos años.

La red es una gran aventura de colaboración. El Secretariado General está en el Ayuntamiento de Barcelona, que pone oficinas y equipo humano; lo mismo hace Lisboa para la red portuguesa o Rosario para las ciudades sudamericanas. Esto permite que las cuotas sean accesibles y que el trabajo se base en la cooperación entre equipos políticos y técnicos, entre departamentos municipales con entidades de la sociedad civil y entre ciudades.

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La red es una gran aventura de colaboración

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Para terminar, ¿qué asignatura pendiente le queda a la AICE?

—Por suerte siempre quedan cosas por hacer. Uno de los retos es consolidarnos aún más como red global. Crecemos donde ya tenemos implantación, pero queremos llegar a nuevas realidades urbanas y culturales, especialmente África. Aunque muchas ciudades no inscritas se inspiran en nuestro trabajo (lo cual es positivo), queremos ampliar la red y seguir siendo útiles para nuestros miembros, leyendo los retos del mundo actual y compartiendo buenas prácticas. Las ciudades son laboratorio de soluciones creativas; nuestro papel es visibilizar y reforzar ese potencial.

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