¿Son los amigos imaginarios de mi hijo un signo de alarma?
Quizá mientras abrías este artículo recordaste a aquel amigo imaginario que te acompañó en tantos momentos importantes de tu infancia. Tal vez, su nombre se haya desdibujado con el tiempo o ya no recuerdes con exactitud cómo era en tu mente, pero seguro que tú también tuviste un compañero invisible que te sostuvo por un tiempo, que te escuchó sin juicio y que, de alguna forma, te ofreció un pequeño refugio emocional cuando más lo necesitabas.
Pero, ¿qué es exactamente un amigo imaginario? “Los amigos imaginarios surgen como parte del desarrollo evolutivo normal, especialmente en la etapa en la que el niño empieza a desplegar con más fuerza su imaginación y su capacidad para representar situaciones de manera simbólica”, dice Irene López, psicóloga y responsable clínica terapéutica de los centros anda CONMIGO.
Hablamos con ella para comprender en qué etapas suelen aparecer los amigos imaginarios, qué aspectos conviene tener en cuenta y en qué casos es recomendable acudir a un profesional.
¿A qué edad son más frecuentes los amigos imaginarios?
–Lo más frecuente es que los amigos imaginarios aparezcan entre los 3 y los 7 años, un periodo en el que el juego de ficción se convierte en un medio fundamental para interpretar lo que ocurre a su alrededor y para dar forma a emociones aún desconocidas.
¿Deben ser los amigos imaginarios un signo de alarma para los padres?
–Lejos de ser un signo de alarma, suelen reflejar un desarrollo saludable de la creatividad, del pensamiento narrativo y de la capacidad para regular sus propias emociones.
Desde el punto de vista clínico, estas figuras imaginadas actúan como un mecanismo de apoyo interno: ayudan al niño a organizar vivencias, canalizar tensiones y practicar habilidades sociales dentro de un escenario seguro.
Los amigos imaginarios ayudan al niño a organizar vivencias, canalizar tensiones y practicar habilidades sociales dentro de un escenario seguro
¿Qué papel juegan los amigos imaginarios en el desarrollo emocional del niño?
–Los amigos imaginarios desempeñan un papel significativo en el desarrollo emocional temprano. A través de ellos, el niño puede explorar sentimientos que todavía no sabe explicar con claridad: miedos, deseos, frustraciones o dudas dentro de un espacio simbólico que le resulta seguro y manejable. Este personaje imaginado funciona como un puente entre su mundo interno y la realidad, permitiéndole ensayar formas de afrontar situaciones, probar distintos roles y expresar emociones que aún le cuesta verbalizar con adultos o iguales.
¿Cómo ayudan los amigos imaginarios a los más pequeños?
–Esta modalidad de juego favorece la autorregulación emocional, ya que el niño aprende a identificar lo que siente, a darle un significado y a experimentar soluciones posibles. También facilita la elaboración de experiencias cotidianas, ayudándole a integrar vivencias, reducir ansiedad y fortalecer su sentido de control sobre el entorno. Los amigos imaginarios actúan como un recurso evolutivo adaptativo que acompaña al niño en la construcción de su bienestar emocional; un pilar clave en la maduración del pensamiento y en la adquisición de habilidades cognitivas superiores.
¿Hay evidencia reciente que lo demuestre?
–Sí, en los últimos años se ha acumulado evidencia que respalda una relación clara entre la imaginación, el juego simbólico y el desarrollo temprano de funciones ejecutivas. Diversos estudios en neurociencia del desarrollo han mostrado que cuando los niños utilizan la imaginación para crear historias, simular situaciones o adoptar roles, activan redes cerebrales implicadas en la planificación, la inhibición conductual, la flexibilidad cognitiva y la resolución creativa de problemas.
¿Cuándo un amigo imaginario puede ser una señal de alerta?
–Aunque los amigos imaginarios suelen ser una parte normal del desarrollo, pueden convertirse en una señal de alerta cuando empiezan a generar interferencias o malestar en la vida del niño. Las familias deberían observar con atención si el niño depende excesivamente de este personaje para afrontar actividades cotidianas, si evita relacionarse con otros niños alegando su presencia o si, pasados los 6-7 años, muestra dificultades para diferenciar lo real de lo imaginado. También es importante prestar atención cuando el contenido del amigo imaginario es angustiante o amenazante, o si coincide con cambios emocionales destacados, como regresiones, aislamiento o irritabilidad intensa.
En estas situaciones, lo aconsejable es solicitar una valoración profesional.
Las familias deberían observar con atención si el niño depende excesivamente de este personaje para afrontar actividades cotidianas
"¿Influye el ritmo de vida actual, las pantallas o la menor interacción en el tipo de amigos imaginarios que tienen los niños hoy en día?
–Sí, el ritmo de vida acelerado, la mayor exposición a pantallas y la reducción del juego libre tras la pandemia han modificado la forma en que los niños construyen sus personajes internos. Hoy vemos amigos imaginarios más ligados a referentes digitales: series, videojuegos o contenidos online, y menos vinculados al juego espontáneo con objetos cotidianos. Además, la menor interacción social que muchos niños experimentaron durante los años posteriores a la pandemia llevó a algunos a utilizar la fantasía como vía para reconectar con la seguridad emocional, compensar la falta de juego compartido o elaborar situaciones de estrés.
¿Ha disminuido la imaginación?
–No es que la imaginación haya disminuido, sino que se expresa de forma diferente: más mediada por estímulos externos y menos por el juego libre, que sigue siendo el espacio donde la creatividad infantil se despliega con mayor naturalidad.
¿Y cómo pueden las familias fomentar esta creatividad en los niños que comentas?
–Los padres pueden acompañar estas experiencias desde una actitud de escucha, curiosidad y respeto hacia el mundo interno del niño, sin invalidar su imaginación ni reforzar en exceso la fantasía. La clave está en encontrar un equilibrio. Es útil mostrar interés por lo que el niño cuenta, preguntar, explorar, dejar que se exprese, pero sin adoptar el personaje como si fuera real. De este modo, se valida la emoción sin alimentar una ficción que debe mantenerse dentro del juego.
Es útil mostrar interés por lo que el niño cuenta, preguntar, explorar, dejar que se exprese, pero sin adoptar el personaje como si fuera real
"Desde tu experiencia profesional, ¿qué errores comunes observáis en las familias a la hora de acompañar estas expresiones imaginativas en los niños?
–En la consulta vemos con frecuencia que la falta de información, unida a la sobreexposición a recomendaciones contradictorias en redes sociales, genera dos errores muy comunes en las familias. El primero es preocuparse en exceso, interpretando la presencia de un amigo imaginario como un indicador de problemas emocionales o trastornos del desarrollo, cuando en la mayoría de los casos es una manifestación evolutiva completamente normal. El segundo error ocurre en el extremo contrario: dar demasiado protagonismo al personaje imaginario, reforzando la fantasía más allá de su función natural y dificultando que el niño ponga sus propios límites internos. También es habitual que los padres comparen la conducta de sus hijos con la de otros niños, sin tener en cuenta que la imaginación se desarrolla de manera muy individual.
¿Cómo trabajáis desde anda CONMIGO el desarrollo emocional a través del juego simbólico?
–En anda CONMIGO, el juego simbólico es una herramienta central para trabajar el desarrollo emocional, porque permite que el niño exprese su mundo interno de forma espontánea y segura. Durante las sesiones, el terapeuta crea un espacio estructurado pero flexible donde el niño puede recrear situaciones, personajes o escenas que representan sus emociones, inquietudes o experiencias cotidianas. A través de esa representación simbólica, el niño muestra lo que siente sin necesidad de verbalizar directamente. El profesional acompaña este proceso mediante intervenciones ajustadas al nivel de desarrollo del niño: modelado emocional, ampliación del vocabulario afectivo, validación de experiencias internas y facilitación de la toma de perspectiva. No se trata de dirigir el juego, sino de leer lo que ocurre en él, sostener emocionalmente al niño y ayudarle a transformar esas vivencias en recursos adaptativos.
¿Qué tipo de intervenciones o actividades concretas utilizáis en Anda CONMIGO?
–Una de las más habituales es la escenificación con muñecos o figuras, que permite representar situaciones reales —conflictos, miedos, cambios— y explorar distintas formas de resolverlas. También trabajamos con historias guiadas y cuentos sociales, especialmente útiles en procesos de adaptación escolar, ya que ayudan al niño a anticipar rutinas, comprender normas y disminuir la ansiedad ante lo desconocido. Para reforzar habilidades sociales empleamos dinámicas cooperativas, juegos de turnos, actividades que facilitan la empatía y ejercicios de toma de perspectiva a través de roles simbólicos. En el ámbito emocional se integran rutinas específicas de identificación y expresión de emociones, uso de tarjetas afectivas, metáforas visuales y pequeñas prácticas de respiración adaptadas a la primera infancia. Todas estas intervenciones permiten que el niño exprese lo que siente, entrene estrategias de afrontamiento y mejore su seguridad en entornos como la escuela.
¿Qué mensaje final ofrecerías a las familias para saber cuándo confiar en el desarrollo natural de la imaginación de sus hijos y cuándo es importante buscar orientación profesional?
–Las familias pueden estar tranquilas cuando el niño utiliza este recurso dentro del juego, mantiene una buena integración en su entorno y diferencia sin dificultad lo que es real de lo que pertenece a la fantasía. Conviene plantearse una consulta profesional cuando esta figura imaginaria empieza a interferir en la vida diaria, provoca angustia o sustituye de forma persistente las relaciones con iguales. También es recomendable pedir orientación si el niño muestra regresiones importantes, aislamiento, cambios emocionales llamativos o una confusión prolongada entre realidad y ficción.

