Frente a los prodigios de la tecnología, capaz incluso de simular la inteligencia humana, la aparente inutilidad de la reflexión sobre el lenguaje o la historia, y ante la sobreinformación y la pérdida del sentido común compartido, las humanidades tienen ante sí en la actualidad desafíos sin precedentes. En este contexto histórico inédito, Carlos Peña, jurista, filósofo y rector de la Universidad Diego Portales, y una de las voces más incisivas del pensamiento latinoamericano actual, publica Humanidades. Lo visible y lo invisible (Editorial Debate), una defensa apasionada y erudita de aquello que la sociedad contemporánea tiende a olvidar: el pensamiento crítico y la dimensión invisible del ser humano.
En este nuevo trabajo, Carlos Peña propone una profunda reflexión sobre la crisis contemporánea de las humanidades y su papel esencial en la vida democrática. «Humanidades. Lo visible y lo invisible» no es un texto académico más sobre el declive de las letras o la nostalgia del humanismo clásico. Es una investigación lúcida sobre la fragilidad contemporánea, una pregunta por la vigencia del pensamiento humanístico en el mundo tecnológico actual. Frente a la tiranía de los datos, el dominio de la técnica y la lógica de la eficiencia, Peña defiende la lentitud del pensamiento, el arte de leer y la capacidad de dudar.
Las humanidades ante la crisis tecnócrata del presente
Carlos Peña muestra que la crisis actual no es nueva. Desde el siglo XIX, pensadores como Allan Bloom, Ortega y Gasset o Adolph Diesterweg denunciaron la deshumanización de la educación y la subordinación de la universidad a la lógica empresarial. Lo novedoso de nuestra época, señala el autor, es la convergencia de dos fenómenos: el avance de las tecnologías, que amenazan con sustituir la reflexión por la eficiencia, y la fragmentación del espacio público en comunidades de lectura que ya no dialogan entre sí.
Esa pérdida de una «audiencia común» es, para Peña, uno de los síntomas más inquietantes del presente. Donde Kant veía un «gran público de lectores», hoy hay archipiélagos de usuarios. La sobreabundancia de información no ha traído conocimiento, sino desorientación. En este contexto, las humanidades se vuelven más necesarias que nunca: no para competir con la ciencia, sino para enseñarnos a orientarnos entre los signos.
Peña articula su análisis en una doble línea de reflexión: externa e interna. La crisis externa proviene de factores estructurales —la tecnocratización de la universidad, la hegemonía de las disciplinas STEM, la reducción del pensamiento a rendimiento económico—. La crisis interna, en cambio, nace de la propia identidad de las humanidades: su propensión a la autocrítica, a la duda, a la pluralidad de métodos y lenguajes. Esa autoconciencia, que algunos interpretan como debilidad, es para Peña su fuerza más íntima.
En este punto, el ensayo adquiere una dimensión casi política. El autor vincula la crisis de las humanidades con la crisis de la democracia. La desaparición del debate racional, sustituido por la lógica algorítmica y la polarización emocional, es para él un síntoma de que el pensamiento crítico ha sido desplazado por la técnica. En un mundo que confunde la información con el saber, las humanidades son el último refugio del juicio.
La vigencia del pensamiento humanista. El pensamiento como Resistencia.
La tesis que vertebra todo el libro se condensa en una idea central: las humanidades son el esfuerzo humano por indagar en la relación entre lo visible y lo invisible. Lo visible es el mundo tangible, los hechos, los datos, los objetos; lo invisible es aquello que les da sentido. Las humanidades, escribe Peña, son la cerilla encendida en la oscuridad: no iluminan todo, pero nos permiten ver cuánta oscuridad hay alrededor. Esa imagen, tomada de Javier Marías, se convierte en una metáfora poderosa del pensamiento contemporáneo: la cultura no es el conjunto de respuestas que poseemos, sino el modo en que formulamos las preguntas.
En una sociedad donde la información se confunde con el conocimiento, las humanidades se presentan como el último refugio de la conciencia crítica, y la obra recuerda que el ser humano no solo produce conocimiento, sino también significado. En ese gesto reside, según Peña, la diferencia esencial entre las disciplinas técnicas y las humanidades: las primeras buscan dominar la realidad; las segundas intentan comprenderla.
El ensayo adquiere especial relevancia al publicarse en un momento en que las facultades de humanidades, tanto en América Latina como en Europa, se enfrentan a recortes presupuestarios y a una crisis de legitimidad. En este contexto, Carlos Peña reivindica la labor insustituible de la universidad: custodiar el saber, pero también someterlo a examen. La institución universitaria, sugiere, no puede limitarse a reproducir lo útil, sino que debe ejercer la libertad del pensamiento y mantener encendida la antorcha de la razón.
«Humanidades. Lo visible y lo invisible» es, así, al mismo tiempo un diagnóstico de época y una invitación a resistir el olvido de lo esencial. En palabras del propio autor, las humanidades «no sirven para nada, salvo para recordarnos quiénes somos». Y ese recordatorio, en la era del algoritmo, es su contribución más urgente.
En un epílogo de tono casi elegíaco, Peña imagina a las humanidades como la memoria reflexiva de la sociedad. Son el espacio donde la razón se mira a sí misma, el laboratorio donde la cultura examina sus propias creencias. Su desaparición no significaría solo el cierre de unas facultades, sino la amputación de la conciencia colectiva. Sin ellas, la universidad se convertiría en una empresa de servicios y la democracia en una administración de datos.
El libro concluye con una advertencia que resuena como una súplica civilizatoria: si la técnica ocupa el lugar del pensamiento, las preguntas esenciales del ser humano seguirán cruzando el mundo «como fantasmas». Las humanidades son la voz que esos fantasmas necesitan para ser escuchados.
En tiempos de inteligencia artificial, guerras culturales y sobreinformación, este ensayo devuelve a la palabra su dignidad política y poética. Leer a Carlos Peña es recordar que la cultura no es un lujo, sino una forma de supervivencia. Las humanidades no sirven para nada, dice irónicamente el autor, salvo para recordarnos quiénes somos. Y ese, en la era del algoritmo, es su servicio más urgente.
Carlos Peña (Santiago de Chile, 1959) es abogado con estudios de posgrado en Sociología y doctor en Filosofía. Es rector de la Universidad Diego Portales y académico de la Facultad de Derecho en la Universidad de Chile. Es autor, entre otros libros, de Lo que el dinero sí puede comprar (Taurus, 2017), Por qué importa la filosofía (Taurus, 2018), El tiempo de la memoria (Taurus, 2019), Pensar el malestar (Taurus, 2020), La mentira noble (Taurus, 2020), El desafío constitucional (Taurus, 2020), La política de la identidad(Taurus, 2021), Ideas de perfil (Taurus, 2022) e Hijos sin padre (Taurus, 2023). Es miembro de número de la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile y columnista del diario El Mercurio.
