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Revelado literario de un fotografía

Las fotos, en blanco y negro, sobre todo, son capaces de recrear la vida de uno a partir de miradas propias y ajenas.
Miércoles, 4 de julio de 2001
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Los recuerdos a partir de una fotografía me traen a la memoria vivencias y nostalgias que, a veces, no soy capaz de hacer vivir otra vez si no es porque, en algunas ocasiones “personajes” como Federico Martín me abren nuevos horizontes y perspectivas en el mundo mágico de la Literatura y el lenguaje, y es entonces cuando empiezo a escribir mis recuerdos y mi pasado con la lectura de una fotografía.

Recordando con las fotos

Nunca imaginé que ante la mirada retrospectiva y nostálgica, unas fotos en blanco y negro (sobre todo) o en color pudieran ser tan misteriosas y tan capaces de recrear tu vida a partir de miradas propias y ajenas. Es curioso descubrir que esas fotos que son recuerdos y que, a veces, están hasta olvidadas en un cajón o colocadas en algún álbum familiar sean capaces, sin hablar, de decir tanto de nosotros mismos y de nuestra vida.

Empezamos el recorrido cogiendo una foto de entre 10 ó 12 aproximadamente que han sido colocadas por orden cronológico. Cogemos la primera, y lo primero que hacemos es volver a situarnos en el momento: “Era una mañana de hace unos cuantos años, un domingo del mes de mayo en el que asistíamos a un acto familiar. Estábamos en la plaza del pueblo varios miembros de mi familia y posábamos juntos para la foto. Yo, la más pequeña, estaba tan contenta con mi bolso, aunque un poco asustada y distraída”. Continuamos mirando la foto y, si la pasamos por el sentido del olfato, notamos que en esos momentos había en la plaza un olor muy característico a comida que procedía de los bares cercanos. Sería la hora del aperitivo. Además, ese olor se podría decir que también era de alegría, de algarabía, de júbilo por estar disfrutando de un día de fiesta familiar.

Ya seguimos mirando la foto y podemos hacer comparaciones entre diversos objetos e indagar sus cualidades. Por ejemplo, yo era una niña alegre y feliz con mi bolso nuevo de dibujos, como una mamá. Además, aquella mañana todo olía a limpio y era de color blanco, como los trajes de primera comunión. ¡Son todos tan blancos que hasta el ambiente y el suelo también eran blancos!
Continuando el recorrido, ahora me doy cuenta de que soy la más pequeña de todos y me siento protegida. Ahí está mi hermano, tan blanco, tan puro, limpio y contento con su traje nuevo de comunión; detrás, mi hermana mayor; después mi madre, tranquila y, a la vez, pendiente de todos. Continúa mi tía, sujetando a mi primo con los ojos cerrados porque, quizá, no le gustaban las fotos.

Todos estamos pendientes del fotógrafo. Y mi hermana mayor, protectora, me sujeta con una mano y ejerce su papel de mayor. Quizá todos en ese instante estarían pensando que un día tan feliz yo estaría disfrutando tanto como los demás, a pesar de mi corta edad.

Alrededor de la foto, al fondo, veo un coche que parece un taxi que ha estado olvidado y piensa: “Nadie me tiene en cuenta, con lo útil que soy en estos acontecimientos, sólo se acuerdan de mí por interés”.
Y concluyo mis recuerdos asociando esta foto con canciones propias del día (Una espiga dorada por el sol) y de la edad: canciones de corro, de comba, de escondite, etc.

Este recorrido fotográfico me causa la satisfacción interior de volver al pasado y recrear esos instantes casi olvidados. Una fotografía es un buen motivo para poner a volar la imaginación, los recuerdos. 

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