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¡Cuatro palabras y a trabajar!

Llegan en cualquier época del año, huyendo de la pobreza, de la guerra, en busca de una esperanza. En cuestión de días, aprenden un idioma extraño, al menos lo suficiente como para conseguir un trabajo. Algunos, incluso, continuarán sus estudios. Mª Ángeles López es la profesora que está al frente de este grupo de alumnos (en la imagen).
Miércoles, 9 de enero de 2002
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“Son gente bastante heterogénea, vienen aquí para aprender a hablar español, y en cuanto aprenden cuatro palabras se van a trabajar”, comenta Mª Angeles, una profesora del Centro de Educación para Adultos (CEA) de Villaverde que lleva varios años enseñando español a extranjeros.

El tiempo es el principal escollo a salvar en su trabajo. Los inmigrantes quieren aprender y necesitan hacerlo rápidamente, sobre todo en algunos casos como el de los refugiados políticos: “Sólo están acogidos y reciben ayuda durante seis meses y tienen que aprender el idioma perfectamente en ese tiempo”, dice Mª Angeles.

Aunque el curso es de septiembre a junio, los alumnos acuden a clase hasta que aprenden lo suficiente para defenderse en el día a día. La matrícula es permanente, dado que llegan en cualquier época del año. Suele haber como máximo 12 alumnos por clase. El número varía según la época del año. A veces, el hecho de que la matrícula sea permanente es un problema pues coinciden en el mismo aula estudiantes de diferentes niveles, y los recién llegados no se enteran de nada. “Si ocurre esto suelo darles clase a ellos por separado hasta que adquieren el nivel adecuado para entender las explicaciones y poder estudiar con los demás”, explica la profesora.

Cuando llegan al centro se les hace una prueba de nivel y se les distribuye en el aula correspondiente. “Es realmente increíble pero con quien mejor se llevan es con los gitanos, a ellos no les importa que haya alumnos de otros países en su clase y se ayudan mucho entre sí.”

Gestos y paciencia

Mª Angeles se muestra muy satisfecha con su labor, y consigue que sus alumnos se sientan plenamente integrados. “Yo estoy encantada con ellos, suelo hacer algunas excursiones, les llevo a ver museos, a pasear por Madrid… cualquier excusa es buena”, afirma orgullosa. “Son muy buenos alumnos, se preparan la clase ellos mismos. Cuando llego tienen las mesas colocadas en círculos, en varios grupos o mirando al frente, ellos deciden como quieren sentarse y con quien”.

Aunque parezca increíble a esta profesora no le hace falta hablar varios idiomas para entenderse con sus alumnos. Paciencia y mucha gesticulación es su técnica. “Aquí sólo español”, les digo cundo les escucho hablar en su idioma. Algunos no entienden absolutamente nada y como yo no hablo su idioma tampoco acabo haciéndome entender por gestos”.

Idioma y ayuda extra

El trabajo que Mª Angeles realiza es algo más que una tarea educativa, se trata de un apoyo al inmigrante en todos los aspectos, en ocasiones, casi hace las funciones de una trabajadora social. “Voy con ellos a los sitios, llamó a entrevistas de trabajo, les ayudo a buscar piso, todo lo que me piden, no les puedo decir que no.

A veces incluso salgo con ellos los fines de semana si hay alguna evento interesante”. comenta para terminar.

Tatiana (Ucrania): “Hace dos meses que vivo en España. Desde que llegué estoy dando clases para aprender a hablar bien el idioma porque quiero seguir estudiando, ir a la Universidad y estudiar una carrera”.

Ismael Banja (Nigeria): “Hace seis meses que llegué a España, pero sólo llevo cuatro días en la clase de español. Quiero aprender a hablar bien para poder irme a la costa a trabajar en una compañía eléctrica.”

Khadija (Afganistán): “Hace varios años que salí de Afganistán. Primero viví en Holanda y después vine aquí. Quiero ir a la Universidad y estudiar Periodismo para contar la verdad sobre mi país”.

Hnd Baradi (Siria): “Llevo seis meses en España, pero dando clases sólo tres. Aquí la gente es muy amable conmigo. Quiero encontrar trabajo y ahorrar para poder volver a mi país y comprarme una casa.”

 

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