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Los docentes consiguen que la normalidad se imponga en el colegio

Por vez primera en España, una clase ha sufrido un secuestro a manos de un menor que, armado con una navaja, retuvo a su propia hermana y a sus compañeros.
Miércoles, 27 de noviembre de 2002
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Aunque en un primer momento se temió lo peor, pronto fue evidente que no se trataba de un secuestro como aquellos a los que las páginas de sucesos nos tienen acostumbrados en otros países: armas de fuego, disparos indiscriminados, sangre.

La rápida resolución del conflicto –apenas cuatro horas– por las fuerzas de seguridad permitió que la tensión se rebajara inmediatamente, más cuando se supo que entre los niños raptados se encontraba la propia hermana del secuestrador.

El circo mediático

Tras ello, se abrió el circo: espectáculos en directo, entrevistas a padres y compañeros, imágenes de los padres preocupados abriendo los informativos hasta días después. Sin embargo, pocos resaltaron que el colegio estaba abierto al día siguiente, y que ninguno de sus profesionales se prestó a entrar en el espectáculo.

Conscientes de que la normalidad es la única baza que permite desarrollar la tarea docente, apostaron por la discrección y el trabajo bien hecho –rechazando incluso dinero de un productor que quería comprar la historia–, y se negaron a hacer declaraciones.

Dentro de poco veremos secuestros de alumnos en las múltiples series de TV que se dedican a exprimir la crónica de sucesos para desarrollar sus guiones. Desde luego, los únicos que han hecho lo posible por limitar el peligroso efecto dominó, por impedir que “cunda el ejemplo”, por evitar que dentro de unos días tengamos que lamentar un secuestro mucho más trágico, han sido los profesionales del colegio “Casal dels Angels” de L’Hospitalet de Llobregat, sin hacer nada extraordinario: sólo dando ejemplo.

Conflictivo

El secuestrador, un menor (en unos días cumplirá los dieciocho) era un ex alumno del colegio Casals dels Angels no especialmente conflictivo (“le gustaba dar la nota porque no quería estudiar”, según uno de sus compañeros), que abandonó sus estudios a los 14 años y que sufre un importante retraso psicológico según los profesionales que lo han examinado. Lo que parece evidente es que no tenía la menor intención de hacer daño, y no tenía previstas las consecuencias de su acción, incluso tras ser detenido. 

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