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Pescado al horno

Los talleres de plástica en el IES “Francisco Salzillo” (Alcantarilla, Murcia) se han convertido en toda una aventura educativa. En esta ocasión, los alumnos han experimentado con cerámica y azulejos.
Miércoles, 9 de julio de 2003
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El tema de este taller de plástica iba a hacer referencia a los peces, trabajados con esmaltes cerámicos sobre azulejos. Antes del trabajo definitivo, cada alumno pudo hacer una prueba sobre azulejo pequeño de 15 x 15 cm para tener así la oportunidad de experimentar los nuevos materiales y unos, también nuevos, métodos de trabajo, muy distintos de los del trabajo anterior.

Resumiendo, podríamos decir lo siguiente:
—Los esmaltes vitrificables utilizan de forma muy simular la acuarela pero utilizando vinagre como diluyente.
—No admiten acumulación de esmalte, ya que de darse ésta se retraen sobre el azulejo. Hay que trabajarlos en finas capas muy diluidas, consiguiendo los tonos más intensos a base de una mayor cantidad de capas.
—Conviene organizar los colores debidamente, utilizando primero los claros y posteriormente los oscuros, y nunca al revés, pues al fundirse por el calor, los colores claros desaparecerían.

Trabajo definitivo

Con estas precauciones y después de haber entrevisto algunos resultados tras la cocción del azulejo de prueba, arremetimos el trabajo definitivo destinado, como tantos otros, a decorar las dependencias del centro. Al escoger los modelos fotográficos sobre los que íbamos a trabajar, las caras de los alumnos eran de perpejlidad y desconcierto. ¿Cómo van a ser ellos capaces de rematar satisfactoriamente unos ejercicios, según ellos, tan por encima de sus posibilidades?

Entonces surgen las advertencias: “Profesor, mira que yo soy muy malo pintando…”. O las lamentaciones: “¡Qué difícil!”. Y entonces mi trabajo de coordinador y animador se concentra en infundirles confianza en sí mismos y en plantearles el atractivo que tendrán los resultados, una vez llegados al final, que entonces se ve aún lejanísimo.

Comenzamos con las ampliaciones en fotocopia hasta lograr el tamaño adecuado, los calcos sobre el azulejo y las primeras capas de esmalte. Se trata de esmaltes vitrificables, con una gama de unos 10 ó 12 colores combinables entre sí, que posteriormente se cocerán en el horno a una temperatura de unos 770 grados. Entonces, me digo para mí mismo, vendrán las sorpresas más agradables. A este trabajo le hemos dedicado unos tres meses a razón de tres horas semanales. Como técnica básica hemos utilizado las veladuras, finas capas de color muy diluido, aplicadas cuando las capas anteriores están perfectamente secas, con lo que se va consiguiendo ir matizando poco a poco el dibujo, hasta alcanzar el efecto deseado. Paciencia y organización. Veladura de color, secar los esmaltes con un secador de pelo y nuevas veladuras. Y así durante días y días. Cada alumno tuvo a lo largo de este trabajo la oportunidad de reflejarse a sí mismo y su carácter. Los detallistas y controlados pudieron trabajar a su propio ritmo y disfrutar del ambiente tranquilo y lúdico del taller. Los más torpes encontraron en los compañeros la ayuda que necesitaban en momentos concretos. Y yo, alentando y animando, aclarando dudas y buscando soluciones a los problemas técnicos que siempre surgen.

Una vez acabados los azulejos, la cocción en el horno se encargó, cosa que yo ya sabía, de aportar a los esmaltes el brillo y la vistosidad adecuadas. Entonces, al ver los resultados, las caras de los alumnos ya no eran de perpejlidad, sino de entusiasmo y de satisfacción.

Luego llega la fase final del proyecto: pegar con silicona los azulejos sobre tableros y ultimar los resultados, que fueron mucho mejor de lo que se esperaba. Por eso lo celebramos con una pequeña fiesta en el taller.

Los inicios del proyecto

Un taller de plástica es algo vivo que, por ser un hecho creativo, se encuentra en permanente evolución. Mi función como coordinador y animador de los proyectos del taller, más que como profesor en el sentido tradicional de la palabra, es encontrar temas interesantes y atractivos que enganchen a los alumnos, y procurar plantearles la técnica o el procedimiento que más se adapte a cada tema y a ellos mismos.

Cada grupo de adolescentes es diferente, único e irrepetible. Las relaciones de trato y amistad entre ellos, los caracteres alegres o secos, la disposición general hacia el trabajo y otras muchas características diferencian de forma sustancial a unos grupos de otros. Los temas a trabajar en el taller, y también las técnicas a aplicar, deben ser acordes con estas características si no se quiere fracasar en los resultados o llegar a crear una situación agobiante que, sin duda, perjudicará el desarrollo del ambiente de trabajo, haciéndolo duro y desagradable. Y entonces, adiós al taller. Estas reflexiones me las tengo que hacer periódicamente, sobre todo al comenzar el curso y cada vez que encuentro frente a mí a un nuevo grupo de muchachos. Se trata de proponer actividades que les impulsen a la superación, pero con la convicción de que, aunque ellos mismos no lo sepan aún, son capaces de conseguirla.

Todas estas sensaciones las he podido revivir en el último proyecto plástico que hemos llevado a cabo durante el tercer trimestre del curso que ahora agoniza. Después de haber trabajado sobre copias de los maestros del siglo XX, sobre tableros de formato grande y con pinturas plásticas, ¿qué puede ser lo siguiente? Ya había comprobado que por parejas los alumnos funcionaban bien pero, ¿sería igual a nivel individual?

Al final me decidí: vamos a trabajar con esmaltes cerámicos sobre azulejos ya vidriados en blanco. ¿Y el tema? ¿Por qué no los peces tropicales, que tienen un colorido tan intenso y viven en unos ambientes tan llamativos?

Ignacio GARCÍA GARCÍA
IES “Francisco Salzillo”
Alcantarilla (Murcia) 

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