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Mi pequeño comercio

Un día de trueque es una experiencia llevada a cabo entre varios colegios del vallisoletano barrio de Los Pajarillos. Materiales reciclados o de muy bajo coste sirvieron a los niños para fabricar objetos que luego intercambiaban.
Miércoles, 17 de septiembre de 2003
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Los Pajarillos, un barrio periférico de Valladolid, sirvió de escenario para la celebración conjunta entre varios colegios de una semana de convivencia intercultural. Cada centro en particular programó una serie de actividades y exposiciones distintas entre sí. Con el fin de poder visitarlas e, incluso, participar (en el caso de competiciones deportivas), se establecieron horarios que favorecieran la mayor interacción posible entre los colegios, al tiempo que promovían el orden y la armonía.

Además de una importante variedad de actividades referidas al teatro, bailes, música, deporte, canciones y juegos, destacó, sin duda, la experiencia del trueque.

El día del trueque

Así, como cierre de la semana cultural, se organizó de forma conjunta la actividad, de carácter lúdico y educativo a la vez, dedicada al trueque. Desde el primer día que surgió la palabra “trueque” en clase, al explicarles su significado, sentido y función, los niños la aceptaron con naturalidad en su vocabulario habitual, a pesar de estar ya en desuso.

De hecho, aunque en su vida diaria la acción en sí es una práctica habitual entre los pequeños, no tardaron en transferirla al lenguaje. De modo que frases como “he hecho trueque con Raúl, le cambié unas tizas por un marca-páginas” se convirtieron en habituales. Pese a todo, la actividad que la bonita y sonora palabra representa tuvo, en ocasiones, su parte negativa: fue causante de algunas caras tristes.

Objetos para el trueque

En cada colegio y, dentro de éstos, en cada clase, se decidió qué tipo de objetos se iban a realizar, siempre teniendo en cuenta, lógicamente, tanto la dificultad de elaboración como las edades de los niños. A estos dos requisitos se añadió otro no menos importante: que los materiales a utilizar fueran preferiblemente de reciclado o de muy bajo coste.

También se acordó que el trueque se haría siempre entre niños de las mismas edades, de manera que los objetos fueran lo más similares posibles en cuanto a su estructura y “coste” material. Para facilitar la actividad, se pensó evitar las grandes diferencias en cuanto a tamaños, vistosidad y complejidad que dificultaran los intercambios. En definitiva, se pretendía la similitud de los objetos para que el trueque fuera lo más equitativo posible por ambas partes.
El valor afectivo del objeto resultó un problema, pues la ilusión y cariño que dedicó cada niño a su confección hizo que no quisiera desprenderse de él para intercambiarlo con sus compañeros.

Los tipos de objetos que se presentaron eran muy variados: algunos pequeños de la etapa de Infantil hicieron un medallón con plastilina para colgar en el cuello, otros hicieron muñecos con material de espuma de colores, barcos con cartulinas, tambores con cajas de quesitos en porciones, cuentos, búcaros de cristal adornados con materiales diversos, marionetas, etc.

El escaparate

Con un amplio parque próximo a todos los colegios participantes como escenario, la experiencia del trueque se llevó a cabo instalando pancartas representativas de cada centro y varias mesas en torno a ellas. Estas mesas servían de escaparate para colocar los objetos que los niños habían realizado para intercambiarlos con otros niños del resto de los colegios.

El encuentro se realizó por etapas educativas y en horarios diferentes con el fin de minimizar, en la medida de lo posible, los problemas de falta de similitud entre los objetos. A su vez, era útil para controlar a los niños, dado que el espacio era abierto y con árboles.

Una persona adulta de la familia se responsabilizaba de cada pequeño, mientras el profesorado ayudaba e intervenía como apoyo a las necesidades o problemas de los niños. El encuentro lo amenizaban una orquesta y un especialista dedicado al juego de la cometa, lo que servía de entretenimiento y diversión tanto a pequeños como a mayores.

El trueque podía hacerse de dos formas: esperar en la mesa propia a que algún niño de otro colegio solicitara el trueque o moverse por el parque con el juguete ofreciéndoselo al resto de los niños. En ambos casos, las situaciones comunicativas que se derivan son muy valiosas para favorecer tanto el lenguaje oral como la interacción social.

Gloria DOMÍNGUEZ  

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