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Mucha tele a los 1-3 años, más hiperactividad a los siete

Un estudio publicado por la Academia de Pediatría de EEUU asocia el consumo de televisión a los 1-3 años con la aparición de síntomas de hiperactividad a los siete. Los resultados indican que cada hora de televisión diaria consumida a edad temprana aumenta en un 10% el riesgo de padecer este trastorno cuatro años más tarde.
Miércoles, 21 de abril de 2004
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Autor: Rodrigo SANTODOMINGO

Según el Doctor Dimitri Christakis, coordinador del estudio, todo tiene que ver con los rápidos cambios que operan en la estructura del cerebro durante los primeros de vida. Si un niño con el enjambre neuronal en continua remodelación se excede en su dieta catódica, su cerebro se acostumbrará a esa vertiginosa proyección de imágenes que ofrece la televisión y le será más difícil atender a otro tipo de emisores más sosegados. También se mostrará inquieto, speedico, como dirían los chavales. De alguna forma, buscará en sus actos la satisfacción inmediata tan fácil de encontrar en esa caja tonta a la que ha estado sometido durante tanto tiempo.

Sin embargo, estos síntomas no se harán visibles inmediatamente, sino algunos años más tarde, a los siete u ocho, que es cuando suelen empezar a manifestarse el déficit de atención y la hiperactividad.

Muestra

Para llevar a cabo sus investigaciones, Christakis ha contado con un muestra de unos 1.300 niños, cuyos padres contestaron a dos cuestionarios.El primero, sobre los hábitos televisivos de sus hijos cuando tenían entre uno y tres años. El segundo, sobre posibles síntomas de hiperactividad y déficit de atención cuando los niños ya habían alcanzado los siete años.

Christakis cruzó los datos y dio con la siguiente fórmula: por hora de televisión consumida, un niño aumenta sus probabilidades de padecer este tipo de trastornos en un 10%. Es decir, un infante de dos años que vea tres horas de televisión al día, será un 30% más propenso a la hiperactividad cuando tenga siete años que otro niño que no ve televisión en absoluto.

A juzgar por las numerosas noticias aparecidas en los medios norteamericanos que gozan de mayor prestigio, los descubrimientos de este pediatra de Seattle han calado hondo en una sociedad que adora encontrar culpables concretos para problemas complejos. Todos (incluido el responsable del estudio) han suscrito la tesis de que esta no es sino otra razón para que los niños vean menos televisión. Otros motivos con refrendo estadístico más o menos sólido son la propensión a la violencia y a la obesidad, esta última por razones obvias y otras no tanto. El niños que ve tele no se mueve, claro, pero además come sin ser realmente consciente, un poco a lo tonto y como consecuencia del embobamiento que produce el encanto del colorín.

Sin TV

A la hora de buscar remedios, Christakis no se ha cortado un pelo y recomienda una solución drástica: los niños de menos de dos años deberían tener completamente vetado el acceso a los contenidos televisivos. No porque en ellos campen a sus anchas el sexo y la violencia; ni siquiera por la incapacidad de los niños para diferenciar entre realidad y ficción a tan corta edad. El investigador de origen griego propone que la simple exposición a un medio que lanza demasiada información para una mente delicada y en proceso puede ser nocivo. Por ello, lo mejor es que jueguen con muñecos o salgan al parque, que es donde las cosas se suceden a un ritmo, digamos, más natural.

Como es lógico, la recomendación no ha sentado nada bien a los productores de programas infantiles. Sin negar los resultados del estudio, la productora de Barrio Sésamo ha alzado la voz pidiendo que se distinga entre distintos tipos de contenidos (no todos pasan a igual velocidad) y que se atienda al contexto en que el niño ve televisión (con o sin padres).

Muchos opinan sin embargo que, de seguirse las recomendaciones, los grandes perjudicados serían los padres, que muchas veces delegan en el medio televisivo el papel de guardián o “niñera”, como lo llama el presidente de la Asociación de Telespectadores y Radioyentes (ATR), Vicente Sánchez de León.

Control

Sin especificar edades, a Sánchez de León le consta que “los chavales que ven más de tres horas de televisión diarias pierden capacidad motora y habilidad para realizar trabajos manuales. Según cuentan los profesores, también parece que estos niños son menos activos y eficaces en la escuela”.

Y respecto a la posibilidad de conseguir que los menores de dos años no vean la tele, el presidente de la ATR afirma que “resultaría bastante difícil a la vista de las encuestas y estadísticas sobre visionado. Los padres, que son los que tienen la última palabra sobre qué y cuándo ve el niño, no son conscientes del peligro que corren sus hijos si abusan de la tele. Es un elemento tan cómodo para tenerlos controlados…”.

Remedios realistas

El Dr. Christakis y la Academia de Pediatría de EEUU animan a los padres a que restrinjan por completo el acceso a la televisión de sus hijos menores de dos años. Es una medida maximalista que, suponemos, la mayoría de familias no podrá o no querrá llevar a cabo. Pero existen remedios más livianos para afrontar el tema niños-televisión sin morir en el intento pero evitando convertir la imaginación del niño en una confusa amalgama sólo poblada de shin-chanes, héroes que se toman la justicia por su mano, chulos, buscavidas y otros sujetos que pueblan la televisión actual. Amén de establecer una dieta de consumo diaria (depende de las edad, pero más de tres horas es el baremo comúnmente aceptado como excesivo), es ver la televisión con ellos (explicarles, orientarles…) el que más a aparece en las muchas listas milagrosas que figuran en internet.

Otras medidas son extremar la vigilancia en horario no infantil (que cubre la mayoría de la parrilla televisiva en todas las cadenas), proponer otras alternativas y predicar con el ejemplo. 

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