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Drogas en la mochila

Algunos centros educativos han puesto vigilancia para evitar el consumo de estupefacientes. Carlos Álvarez, miembro de la Agencia Antidrogas, considera que el mejor lugar para orientar a los escolares sobre las drogas, desde que tienen temprana edad, es en la escuela; y que debería invertirse más en prevención.
Miércoles, 30 de junio de 2004
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Autor: Herminia FERNÁNDEZ

Los directores de los centros educativos se encuentran impotentes para controlar el consumo de drogas entre sus alumnos. El consumo dentro de los centros tiene escasas posibilidades de control, especialmente cuando el número de alumnos es mayor. Pero fuera de ellos es imposible: cualquiera que pase cerca de un instituto en las horas de entrada o salida de clase puede comprobarlo: en el metro o antes de doblar la última esquina, en grupo o en solitario, el dulzón olor del humo del “porro” llega a cualquier viandante.

Por el momento ningún director de escuela ha hecho público que las drogas sean un problema de su centro escolar, pero es tácito que tienen una enemigo silente que merodea, ya no tan a escondidas.

Oficialmente se conoce, –lo publicó el año 2002 la Delegación para el Plan Nacional sobre Drogas del Ministerio del Interior– que el contacto de los estudiantes con las diferentes drogas se produce desde los 13 años. Esta publicación también refleja que un 22% de los estudiantes entre 14 y 18 años consume hachís.

Asimismo, constata que la proporción de consumidores de las distintas drogas aumenta progresivamente con la edad. Los mayores incrementos del consumo de cánnabis se produce entre los 14 y 18 años, y el de los psicoestimulantes, como el éxtasis y la cocaína, se produce entre los 16 y 18. También señala que el que los amigos consuman es un factor que aparece asociado a mayores usos de drogas por parte de los estudiantes.

Lo primordial para conseguir cualquier tipo de drogas es tener dinero y, según la última Encuesta sobre Drogas a la Población Escolar de Madrid, los jóvenes consumidores cuentan con una asignación semanal que es utilizada para comprar los estupefacientes. Los escolares de Bachillerato disponen de 17 euros de media y los estudiantes de ESO de 13, cuando lo necesario para consumir son 15.

El siguiente paso que es el de encontrar un “camello”. Lo más habitual es que el joven conozca a un adulto que le venda pequeñas cantidades. No obstante, existen locales comerciales que expenden las drogas sin ningún inconveniente.

En algunos municipios de Madrid se pueden encontrar “supermercados” de cánnabis, donde ni siquiera se pide identificación.También se puede adquirir en bares y locales nocturnos. Y hay quienes tienen un sembrado de cánnabis para consumo propio…

Prevenir puede ayudar

El médico psiquiatra y Responsable de Relaciones Internacionales de la Agencia Antidroga de la Comunidad de Madrid, Carlos Álvarez, opina que la prevención, si no resuelve, por lo menos atenúa el problema. Señala que a pesar de que en España los directores pueden hacer poco, por lo menos la escuela debería ser un canal de asesoramiento, de diagnóstico o de evaluación de riesgos, para que el uso de estupefacientes no siga creciendo entre los estudiantes.

Para Álvarez, los colegios son el mejor sitio para orientar a los jóvenes, trabajar con ellos de forma intensiva y ponerles en tratamiento. “La prevención persigue retrasar el inicio de los consumos, pero hay que empezar por las drogas más habituales –el tabaco y el alcohol–, pues cuando el escolar abusa de estas dos sustancias empiezan a ser atraídos por consumos más peligrosos”, indica.

“Hay poco trabajo de índole preventiva, y ese es el más importante. Y los pocos planes que existen deben financiarse constantemente y no de manera intermitente para que sean perdurables en el tiempo”, es la tesis de este experto que se encuentra preocupado en reducir los patrones de consumo en la población escolar. 

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