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Canis: terror adolescente en Sevilla

Desde hace un par de años, las calles sevillanas padecen el fenómeno cani,
un problema al alza que amenaza con poner patas arriba la convivencia en la
capital hispalense. Cani es aquel joven (muchas veces menor de edad) de
paupérrimo nivel sociocultural y con códigos estéticos muy definidos que se
une a sus iguales en grupos numerosos para hostigar, robar o agredir a
chavales de su edad, por la general pertenecientes a clases acomodadas.
Martes, 12 de julio de 2005
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Autor: Rodrigo SANTODOMINGO

En los incontables chats sobre salidas nocturnas en la capital andaluza (la
célebre movida sevillana), el tema estrella siempre es el mismo. Canis y
atracos de poca monta, canis y palizas gratuitas; las motos (ruidosas) de
los canis, la pinta (hortera) de los canis. Su actitud chulesca, su barniz
mafioso; sus collares de oro y sus ropas de marca.

Para uno que no viva en la ciudad del Guadalquivir, parece que la noche
sevillana gravitara en torno a la dictadura cani. Un fenómeno que empezó
hace unos dos años y que no cesa de aumentar en intensidad y virulencia, con
ataques y robos cada vez más frecuentes. Episodios como el de la pasada
Feria de Abril o el mini-carnaval Carlinhos Brown ­donde se registraron
numerosas altercados y agresiones de canis­ no ayudan a invertir la repulsa
que genera este nuevo perfil urbano. Un colectivo que nació en Sevilla y ya
se está extendiendo a otras ciudades andaluzas como Cádiz o Huelva.

Identificados por códigos estéticos propios (prendas deportivas en tono
claro, gorra de beisbol, accesorios dorados, motos de baja cilindrada
trucadas), los canis suelen oscilar entre los 15 y los 20 años, aunque los
hay que se salen de este tramo por exceso y por defecto. Siempre actúan en
grupo, cuanto más numeroso mejor. Sus víctimas predilectas: chavales de
clase acomodada y de edad similar. De hecho, aunque la mayoría entiende que
el término cani tiene su origen como diminutivo de canijo, en la actualidad
se acepta como contrapunto a todo lo que representa el mundo pijo.

Incultura

Aunque no todos los canis ni sus familias manejan recursos económicos
escasos, el defensor del menor de Andalucía, José Chamizo (ver entrevista),
que lleva tiempo estudiando el problema, afirma que sí es habitual el escaso
nivel cultural y educativo que atesoran, amén de otros factores que
acrecientan su riesgo de marginación social.

«Son profundamente incultos, procedentes de familias desestructuradas,
protagonistas de fracaso escolar, sin especiales proyectos laborales y
carentes de referentes de comportamientos de responsabilidad o autoridad»,
asegura Chamizo. «Pero lo que más desatacaría es la ausencia de referentes
familiares, que son imprescindibles para intervenir con unas ciertas
expectativas de eficacia».

En un estudio realizado hace dos años ­cuando el comportamiento antisocial
de los canis eran aún un problema emergente­, el catedrático de Psicología
Social de la Universidad de Sevilla, Manuel Marín Sánchez, ya alertaba sobre
la falta de figuras respetadas en el hogar como causa indisoluble. «Existe
una correlación entre la incomunicación familiar y la conducta desarrollada
por estos jóvenes», concluía. Marín Sánchez también identificaba la
«necesidad de autoafirmación» como un factor que empuja al cani a recurrir a
la violencia no siempre con un propósito definido, muchas veces alentado por
la «presión grupal».

Y es que no todos los chavales que responden a la imagen cani lo son, al
menos si asociamos dicho concepto a la delincuencia juvenil.

«Cani es el que pega», zanja uno de los participantes de un chat ubicado en
una página web andaluza para adolescentes. «Yo soy un cani y no todos somos
iguales, porque yo paso de los pijos y no me meto con ellos, así que vive tu
vida y deja a los canis tranquilos», afirma otro joven en respuesta al
comentario de un navegante en www.pijos.com, que apuesta por «exterminar a
todos los canis como ratas».

Alarma

Aunque la policía sevillana mantiene desde hace meses dispositivos
especiales en las principales zonas de marcha para hacer frente al problema
cani, lo cierto es que la alarma social está creciendo como la espuma.
María José Uceda preside desde hace décadas la asociación de vecinos
Guadalquivir, en Los Remedios, uno de los barrios hispalenses con más
ambiente cuando cae la noche. Uceda asegura que los vecinos están
«horrorizados» ante la pujanza de estos jóvenes «dispuestos a hacerse dueños
de la calle». Cuenta que, desde hace año y medio, los casos de palizas y
atracos de canis a cualquiera considerado pijo no cesan de crecer, que
muchos jóvenes salen con «el dinero en los calcetines para evitar que les
roben», que otros ya ni se se atreven a frecuentar las zonas de marcha. «No
se puede imaginar la cantidad de agresiones que registran los hospitales
públicos los fines de semana», recalca.

Víctimas y verdugos a un tiempo, nadie se pone de acuerdo sobre cómo
encauzar las erráticas vidas de los canis sevillanos. ¿Reeducación o
represión? ¿Mano dura o sanciones de tipo social? Miedo y dudas ante un
fenómeno que amenaza con quebrar la convivencia en una de las ciudades más
bellas del mundo.

Fin de curso salvaje

Lorca (Murcia). Durante la cena de despedida de 2º de Bachillerato del IES
«J. Ibáñez Martín», un profesor reprendió a un alumno. Más tarde, éste pidió
al profesor que saliera a la calle, donde se encontró con el padre del joven
­avisado previamente­, el cual le propinó varios puñetazos.

Granada. El director del IES «Montevives de las Gabias» fue amenazado,
agredido y retenido por el padre de un alumno en su propio despacho. Su hijo
había sido expulsado del centro temporalmente. Los docentes granadinos
organizaron una huelga de un día en protesta por estos hechos. Entonces,
Francisco Cortés, presidente de la FAPA de Granada, amenazó con que «si
algún niño se queda en la calle porque no abre el colegio a causa de la
huelga, no dudaremos en denunciarlo».

Vic (Barcelona). Una alumna del IES «Antoni Pous i Argila» pierde los
nervios en una discusión con su profesora y cierra violentamente el aula,
aprisionando el dedo de la docente, que queda seccionado tras varias patadas
de la adolescente ­de 14 años­ a la puerta. La menor fue detenida por los
Mossos d´Esquadra acusada de un delito de lesiones, y fue puesta en libertad
con cargos. Los compañeros de la profesora han denunciado que sufría
agresiones verbales a diario.

Gaona (Málaga). Una profesora del IES «Vicente Espinel» recibe un puñetazo
en el hombro por parte de un alumno. Éste había sido expulsado del aula,
junto con otros compañeros, y fue al acabar la clase cuando agredió a la
docente.

Dos Hermanas (Sevilla). Una maestra recibió un disparo de perdigones cuando
estaba en el recreo que le hirió la clavícula. El disparo se efectuó desde
el exterior del colegio, por lo que la Junta cree que se trata de un
problema policial y no de violencia escolar. Aun así, promete apoyo a la
profesora y al centro (EFE).

Córdoba. Un padre, molesto por un problema escolar de su hijo adolescente,
irrumpe en el despacho del departamento donde se encontraba solo el profesor
con quien quería «tratar»y comienza a darle una paliza. Cuando consideró
«a discusión»finalizada, abandonó el despacho tranquilamente. El profesor
no ha querido poner una denuncia.

Consejos contra la indisciplina

Si bien el fenómeno cani encuentra su espacio natural en la calle (en
especial en las zonas de marcha, viernes y sábados a la hora punta), sus
efectos también se dejan notar en las aulas sevillanas. Y es que el cani,
coinciden todos los expertos, ejemplifica a la perfección todo lo que
significa ser un objetor escolar: aquel adolescente con nulo interés por el
estudio y graves problemas de comportamiento. Teniendo en cuenta que los
canis carecen, por lo general, de referentes familiares válidos y que
únicamente aspiran a ganar dinero rápido y fácil, parece lógico suponer que
su actitud ante la Educación sea, en la mayoría de los casos, de absoluta
indiferencia.

Precisamente para hacer frente a los conflictos de indisciplina en la
escuela, el defensor del pueblo español, Enrique Múgica, animaba a los
profesores ­en una reciente entrevista concedida a la agencia de noticias
EFE­ a «asumir con valor» la enseñanza de «pautas éticas» a jóvenes y
adolescentes. Múgica recomendaba a los docentes que ejercieran «una
disciplina seria que ni ellos ni sus alumnos deben confundir con
autoritarismo», sin ofrecer más pautas al respecto.

Los consejos del ex-ministro socialista llegan tras haberse percatado éste
de que el problema de la «violencia escolar», lejos de aminorar, continúa
siendo un fenómeno creciente en los colegios e institutos de este país. Ya
en 1999, cuando el defensor elaboró un primer estudio sobre conflictividad
en el sistema educativo, era evidente que la violencia en las aulas empezaba
a ser un problema preocupante, aunque no tan grave como en «otros países
como Francia, Gran Bretaña o Alemania». Seis años más tarde, el fenómeno no
ha hecho sino empeorar.

«Destaca entre ellos la ausencia de referentes familiares»

Sacerdote ilustrado y con un largo historial de compromiso contra la droga y
la pobreza, José Chamizo fue nombrado en 1996 defensor del pueblo de
Andalucía, un cargo que compagina con el de defensor del menor en la misma
comunidad.

¿Cuándo surge el fenómeno de los canis? ¿Existía algo similar con
anterioridad en Sevilla u otras ciudades andaluzas?
Estos colectivos vienen siendo frecuentes desde hace años. No debemos
confundir su aspecto externo o de vestimenta y atributos con el fenómeno
social que reflejan, que es una realidad en Sevilla desde hace una década
aproximadamente.

¿Está creando el problema fracturas en la convivencia? ¿Tienen, por ejemplo,
algunos jóvenes miedo a salir de marcha por las noches?
El fenómeno ha alcanzado una dimensión pública y social y, por tanto, está
siendo capaz de interferir en los hábitos de presencia de la juventud en la
calle. Zonas en las que han sido frecuentes los problemas se abandonan por
los jóvenes ajenos a estos colectivos. Y creo que el problema ha llegado a
provocar un cierto temor en los entornos familiares de las chicas y chicos
que acostumbran a frecuentar locales o zonas que han sido lugar de asaltos o
de hostigamiento de estas pandillas.

¿Considera que lo que subyace detrás de todo esto es el clásico antagonismo
entre ricos y pobres, pijos y kinkis, en la que una de las partes se ha
radicalizado adquiriendo rasgos de banda juvenil violenta?
No me atrevería a reducir tanto a los protagonistas por capacidad económica.
No me extrañaría que muchos de estos llamados canis ostenten un poder
adquisitivo superior a los jóvenes a quienes hostigan; además, proceden de
familias que pueden disponer de unos niveles de ingresos análogos al de los
padres de otros jóvenes. La clave es la posición social. La Educación, la
rapidez con la que se ha aceptado estos códigos de comportamiento y de
aparente identidad que se refuerzan en función a la oposición a otros
estilos que son rechazados o perseguidos por considerarlos pijos.

¿Han detectado rasgos entre los canis que los acerquen a las bandas latinas
que operan en Madrid? Por ejemplo, el espíritu de grupo, códigos propios,
culto a la violencia.
Sin mayores datos, estos canis no responden a las razones mucho más
profundas de lazos culturales que conforman las bandas latinas de Madrid o
Barcelona. Aquí la pertenencia a colectivos inmigrantes mal integrados, la
herencia de formas de agrupación en bandas más consolidadas en países
latinos y las actividades organizadas de índole delictivo son
características que no coinciden con los grupos canis. Podríamos intentar
buscar denominadores parejos pero creo que no son lo mismo y, sobre todo, no
actúan con las mismas pautas.

¿Cómo se aborda el problema desde el punto de vista educativo?
Ésta es la primera idea que no se puede olvidar. La técnica de abordar estos
comportamientos es esencialmente educativa. Hablamos de jóvenes cada vez de
menor edad y el escenario prioritario de intervención ha de ser el
formativo. Me preocupa mucho la respuesta social que posterga el origen del
problema y acude a fórmulas sancionadoras como las únicas para responder al
fenómeno.

Pero la sanción es necesaria. Si no, la fractura social puede ser mayor y se
corre incluso el riesgo de que los vecinos, ante la sensación de impunidad,
opten por organizar algún tipo de autodefensa.
Lo primero es educar. Tampoco voy a esconder la necesidad de que, en ese
contexto educativo, existan medidas de reprobación o castigo cuando las
consecuencias de algunos comportamiento merezcan la respuesta legal, y
exigir las responsabilidades que se desencadenan. Pero sin perder de vista
que hablamos de menores de edad en su mayoría y que necesitan las medidas de
corrección y de aprendizaje social apropiadas.

Aprendizaje que, por lo visto, no han tenido la posibilidad o el interés de
adquirir en el pasado.
He tenido la oportunidad de conocer a muchos de estos jóvenes y son
profundamente incultos, procedentes de familias desestructuradas,
protagonistas de fracaso escolar, sin especiales proyectos laborales y
carentes de referentes de comportamientos de responsabilidad o autoridad.
Pero lo que más desatacaría es la ausencia de referentes familiares, que son
imprescindibles para intervenir con unas ciertas expectativas de eficacia.
 

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