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Entre el dictado y el mensaje SMS

Poca lectura, lenguaje SMS, ocio eminentemente visual... En estos tiempos, todo parece aliarse en contra de la ortografía. Según los expertos, el nivel de nuestros alumnos baja cada año. ¿Soluciones? Prestigiar la palabra escrita y, quizá, cambiar los métodos pedagógicos.
Miércoles, 2 de noviembre de 2005
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Autor: Rodrigo SANTODOMINGO

Según un estudio coordinado por el ex-inspector de Educación Jesús Mesanza, los alumnos de 6º de Primaria cometen más de seis faltas de ortografía de media en una redacción libre de 100 palabras. No se sabe a cuánto ascendería el índice de errores si la prueba, en lugar de un texto elegido por el alumno, fuese un dictado fijado por el profesor. Seguro que muchos más, aunque dependería de la dificultad del enunciado.

Ante la ausencia de datos, un vistazo a la prueba de diagnóstico realizada el pasado curso en todos los colegios de Madrid no puede ser más desalentador. El dictado fue –quizás junto a la resolución de problemas matemáticos– la parte del examen con calificaciones más pobres. Para la Pública, un 4,4; para la Concertada, un 5,6; y para la Privada, poco más de un 6.

¿Cometen nuestros alumnos más faltas de ortografía que sus iguales de, pongamos, hace 15 años? Para Fernando Carratalá, catedrático de Lengua en el IES “Rey Pastor” (Madrid) –y, según el fallecido Lázaro Carreter, máxima autoridad en la materia en nuestro país–, la respuesta es un sí rotundo. “Se puede demostrar empíricamente: cada año vamos a peor”.

“Desde luego que sí”, confirma por su parte Teresa Cepeda, jefa del departamento de Lengua en un IES de San Sebastián de los Reyes (Madrid).

Lectura

Aunque no todos coinciden a la hora de enumerar las causas que conducen a esta ruina de la palabra escrita (al menos en su manifestación gráfica), hay una que suena en boca de todos. Es la lectura, o, más bien, la ausencia o descrédito de la misma.

“Se lee poco y mal”, afirma Carratalá. “Hay que trabajar la literatura curricular, pero también la actual, que tiene buenos escritores que seguro que enganchan a los alumnos. No se lee en plan recreativo, sino por obligación”.
Una visión que de nuevo comparte la profesora Cepeda: “los chavales se están acostumbrando a leer y escribir cada vez menos. En esto, los libros de texto no ayudan, ya que son demasiado sintéticos y esquemáticos. Al final esto se refleja en los exámenes, y tanto la ortografía como la capacidad de expresarse se por medio de la escritura se van perdiendo”.

Aquí entran en juego los celebérrimos mensajes de móvil SMS, ese metalenguaje lleno de trucos y licencias, para muchos una auténtica plaga contra la buena ortografía.

“Con el salto de Primaria a Secundaria y la generalización en el uso de móviles que suele darse a estas edades”, asegura Ángeles García, jefa de estudios en el CP “Federico García Lorca”, en San Sebastián de los Reyes (Madrid), “se corre el riesgo de romper la dinámica que inculcamos en el colegio de que la escritura es algo que el alumno tiene que cuidar”.

Para Cepeda, no hay duda de que la costumbre de abreviar las palabras en el móvil por cuestiones espacio-económicas redunda en perjuicio de la ortografía. “En las redacciones, en los exámenes, claro que se refleja. Se les cuela el ´tb` (también), el ´x` (por)…”.

Reglas

Distinta es la opinión de Carratalá, quien sostiene que la “barbaridad ortográfica de los móviles” afecta “menos de lo que se cree”. Según este experto profesor de instituto, “mis alumnos distinguen lo que es un SMS de lo que no lo es. En Primaria, cuando se está en el proceso de aprendizaje de las palabras, puede distorsionar más, pero en ESO…”.

Más allá de factores externos, muchas veces es la propia actitud del alumno la que le hace caer en el descuido a la hora de escribir correctamente las palabras.

En este sentido, Lázaro Carreter pensaba que la mala ortografía puede ser síntoma de un alumno poco comprometido con el estudio. Hay “un tipo de estudiante, tan característico de nuestro tiempo, para quien estudiar es un quehacer sobreañadido y no incorporado a su vida. Sobre esta situación –que luego producirá el pavoroso espécimen de semianalfabeto ilustrado–, es posible actuar desde distintos frentes; uno de ellos, quizá el más eficaz, es la exigencia de una expresión pulcra, comenzando por este nivel inferior que es la ortografía”.

Desde la experiencia directa, Cepeda certifica –en sentido inverso– que hay alumnos que siguen sin asociar el ser un buen estudiante con el despliegue de una ortografía nítida. “Hay buenos estudiantes que cometen errores en los exámenes pero no consideran que deban perder puntos. Lo ven como una injusticia. Cada vez se resta más valor a la ortografía como fin en sí mismo”.

Otra óptica defiende un cambio absoluto en la enseñanza de la ortografía, cambio que pasa por desterrar normas poco útiles y machacar en clase palabras conflictivas de uso común. “Existen reglas que sirven más bien de poco. Por ejemplo, ´todos los adjetivos que acaban en ave se escriben con v`. ¡Si sólo hay dos: grave y suave! ¡Menos chorradas y más insistir en el verbo haber, que lo siguen escribiendo sin h”, concluye Carratalá.

Normas útiles

Desde hace años, el profesor Carratalá aboga por reducir drásticamente el número de reglas ortográficas que aprenden nuestros alumnos. Para este catedrático de IES, las reglas que se enseñen deben cumplir los siguientes requisitos:
–Que abarquen un número de vocablos suficientemente amplio.
–Que tales vocablos sean de uso frecuente y adecuados a la edad del alumno.
–Que posean pocas excepciones.
–Que se enuncien con la suficiente claridad.
–Que puedan alcanzarse por vía inductiva, partiendo de las palabras concretas en las que se repiten determinadas peculiaridades ortográficas, hasta ascender a los principios normativos que rigen su correcta escritura.

Por otra parte, Carratalá considera que no son más de 500 las palabras de uso común que plantean problemas ortográficos. Su consejo es escribir cuatro de ellas en carteles que cuelguen de las paredes de clase durante un tiempo prudencial. Los carteles se cambiarían periódicamente, introduciendo nuevos términos.
 

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