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Brecha digital, brecha cultural

No corren buenos tiempos para la introducción de las tecnologías en las aulas: no pasa un mes sin que un estudio niegue las supuestas bondades de su uso educativo. Será el futuro, pero de momento nadie ha dado con la forma de ayudar a los alumnos a través de ellas.
Miércoles, 21 de diciembre de 2005
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Autor:  José M. LACASA

Las dudas sobre los beneficios educativos de la introducción de las nuevas tecnologías en el aula no dejan de crecer. Aunque los congresos sobre Educación y tecnología siempre dejan un regusto positivo –sobre todo por la ilusión con que acuden los docentes–, lo cierto es que los resultados no se reflejan en ninguno de los estudios internacionales.

Sólo en el último trimestre MAGISTERIO ha dado cuenta de dos: el que, basado en PISA 2003, decía que los alumnos con ordenador en casa obtenían menos rendimiento que los que no lo tenían, y que eso era más cierto cuanto menor era el nivel socioeconómico en que estaba inmersos el alumno; y las conclusiones de la evaluación de Primaria realizada por el Inecse, donde se desvelaba que los profesores que más usan materiales alternativos (incluidas las nuevas tecnologías) tienen alumnos con menos nivel académico.

Brecha digital

Ahora, un informe que evalúa la implantación de internet en el aula en tres años en California –un programa que costó más de 900 millones de dólares en ese estado, y 2.500 millones anuales al gobierno en todo el país (3.300 millones de dólares si se suma el gasto realizado por las escuelas)– pone en duda los beneficios escolares de ese dispendio.

El artículo, World Wide Wonder? (de Austan Goolsbee y Jonathan Guryan), ha sido publicado por Education Next (www.educationnext.org), la revista sobre Educación de la Hoover Institution analiza la política de subsidios puesta en marcha por la administración Clinton al filo del cambio de siglo, eligiendo California como objeto de estudio (estado que agrupa al 13% de las escuelas públicas estadounidenses).

Con ligeras variantes, el subsidio llegó mayoritariamente a las escuelas con mayor porcentaje de alumnos de clase baja, y sirvió para conectar en tres años al 85% de las aulas californianas. Eso se tradujo en una reducción de la brecha digital –a juzgar por el número de aulas conectadas constituidas mayoritariamente por alumnos de clase baja–, aunque no hay estudios sobre el uso de internet dentro del aula.

Pero lo que los autores han constatado es que el ingente esfuerzo económico no sirvió para mejorar ni un ápice los resultados escolares de los alumnos: como dicen los autores, tras unos gastos “pasmosos”, las diferencias de rendimiento “no fueron estadísticamente distintas de cero”. O lo que es lo mismo, que no se redujo la brecha cultural.

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