fbpx

China: educados para dominar el mundo

Al ritmo que marca una impresionante expansión económica, China está adaptando su sistema educativo para asentar sólidos pilares que le permitan convertirse en la próxima superpotencia mundial. El gigante asiático prácticamente ha doblado su tasa de matriculados en la Secundaria superior y en la Universidad desde el año 2000, pero aún no ha conseguido universalizar la enseñanza obligatoria en sus vastas zonas rurales. Dos caras de un modelo en plena efervescencia.
Miércoles, 18 de octubre de 2006
0

Mientras la República Popular de China avanza con paso de gigante en la esfera económica mundial, absorbiendo mercados y dejando una huella inconfundible en todos los países con margen para hacer negocios, su sistema educativo no cesa de ganar terreno al tiempo perdido.

«La impresión más profunda que hemos obtenido es que los líderes educativos chinos poseen una gran determinación y la organización necesaria para mejorar la enseñanza de su país hasta sacar a toda su población de la pobreza y producir al mismo tiempo individuos altamente preparados que puedan competir internacionalmente». Tras observar in situ los enormes avances de la Educación en el país más poblado del mundo durante las dos últimas décadas, una delegación de la norteamericana Asia Society expresaba su admiración en estos términos.

Y aunque el potencial resulta incalculable, lo cierto es que, en varios aspectos, el futuro de la enseñanza china ya está aquí. La tasa de escolarización alcanza al 99% de la población en Primaria y el 95% en la Secundaria básica.

 

Despegue

 

Si nos fijamos en la Secundaria posobligatoria, el porcentaje de matriculados cae hasta el 40%, cifra claramente inferior a la de los países desarrollados, pero que dobla la registrada en el año 2000. Algo similar ocurre en los niveles superiores: el 20% de los jóvenes en edad universitaria (unos 23 millones de alumnos) estudia en alguno de los más de 1.700 centros que ofrecen diplomaturas y licenciaturas en China. ¿Pocos? En el primer año del siglo XXI eran el 12,5%. Y en 1978, un 1,4%.

El despegue educativo chino ha corrido en paralelo a las tremendas transformaciones socioeconómicas emprendidas desde finales de los años 70 y principios de los 80.

Tras una oscura década de regresión cultural (ver apoyo), los nuevos líderes –encabezados por el ya fallecido Deng Xiaoping– tomaron el pulso a su país, lo compararon con el del resto del mundo y se pusieron manos a la obra para despertar a un poderoso dragón en estado latente.

 

Meritocracia

 

También en Educación, donde el abrumador capital humano del país asiático se hallaba, en su inmensa mayoría, sumido en el pozo de la ignorancia más absoluta. Más aún, los años de maoísmo habían relegado a la meritocracia (uno de los pilares del confucionismo y la tradición china) en favor de la promoción según criterios políticos e ideológicos.

Reinstaurado el esfuerzo individual como valor fundamental, había llegado la hora de sentar las bases estructurales de un modelo de enseñanza plenamente moderno y adecuado al anhelo de superpotencia que subyacía a las políticas reformistas.

El verdadero punto de inflexión de la enseñanza china llega en 1986 con la promulgación de la Ley de Enseñanza Obligatoria. Ésta estableció el derecho de todos los ciudadanos a recibir nueve años de formación gratuita (seis en Primaria y tres en Secundaria), más como un objetivo a alcanzar en un futuro no muy lejano que como realidad efectiva.

 

Extraescolares

 

En su ascenso como potencia educativa de primer orden, el sustrato histórico de la cultura china está prestando una ayuda inestimable. Como en muchos otros países asiáticos (Japón, Corea del Sur), la disciplina y extrema dedicación del alumno en su actitud hacia el estudio se dan por sentadas.

En este sentido, China también comparte con otros estados de su entorno la devoción por las actividades extraescolares.

Existe en el Lejano Oriente la idea de que la escuela es necesaria pero no suficiente: con todas sus limitaciones, las familias chinas que aspiran a dar a sus hijos la mejor Educación posible hacen esfuerzos sobrehumanos para llevar a sus hijos a academias privadas. Si éstas no existen, contratar a docentes que enseñan en escuelas regulares para sesiones vespertinas de apoyo se está convirtiendo en práctica habitual.

Por su parte, la profesión docente goza de gran prestigio y de un reconocimiento social inédito en otras latitudes, caso del mundo latino. No en vano, la traducción literal del termino «profesor» viene a significar «viejo maestro». Maestro, se entiende, no en el desgastado sentido castellano de profesional de la enseñanza en Primaria, sino como individuo con una habilidad o conocimiento excepcional que comparte con otros.

 

Contradicciones

 

Con todos sus asombrosos logros, la Educación china aún se habrá de enfrentar a numerosos desafíos hasta convertirse en un engranaje comparable a los sistemas del mundo desarrollado.

Ante todo, si bien la Educación obligatoria universal es un hecho incontestable en las áreas urbanas (en especial las ricas ciudades costeras del este del país), en sus vastas extensiones rurales aún hay muchos niños que no completan los nueve cursos de formación básica.

El Gobierno se ha propuesto cerrar la brecha campo-ciudad en dos años a través de un ambicioso programa de ayudas para que las familias más necesitadas no permitan que sus hijos abandonen la escuela por no poder pagar los libros de texto y otros extras.

Sin embargo, el Estado es de alguna forma víctima de las contradicciones que produce ese experimento de socialismo desigual que desde hace años rige el destino de la nación.

Por ejemplo, en Secundaria existen las llamadas «escuelas clave», que reciben más fondos y preparan a una élite en su camino a la universidad. Éstas abundan en las ciudades y son la excepción en las áreas rurales. La paradoja es que muchos centros educativos del centro y el oeste subdesarrollado arrastran graves problemas financieros, por lo que se ven obligados a imponer tasas adicionales a las familias de por sí más pobres.

Otro reto para la enseñanza china pasa por adaptar su metodología con el fin de abandonar progresivamente una didáctica de corte memorístico y en la que abundan las verdades absolutas para abrazar otras formas de enseñanza que fomenten el pensamiento crítico. Por descontado, no está nada claro que este cambio interese entre las clases dirigentes.

Pronto o tarde, China también tendrá que flexibilizar la enseñanza de las muchas minorías étnicas que pueblan su territorio. Uniformidad a ultranza ha sido por el momento la única consigna.

 

  Hong Kong: pequeño paraíso de la excelencia 

 

Mientras la China continental lucha aún por alcanzar la Educación básica universal, la región administrativa especial de Hong Kong –devuelta a la República Popular en 1997 tras décadas de dominio británico– pasea por todo el mundo los excelsos frutos de uno de los sistemas educativos más eficaces y competitivos del planeta.

En el último PISA de 2003, este hiperpoblado territorio con poco más de 1.000 kilómetros cuadrados y casi siete millones de habitantes se situó a la cabeza global en Matemáticas, quedando tercero del mundo en Ciencia y Resolución de problemas. Salvo en Comprensión lectora –donde la excelencia académica de Hong Kong es menos evidente–, sólo Japón, Finlandia y Corea del Sur están de condiciones de competir con una de las grandes potencias educativas del mundo.

Inspirado en el sistema británico con algunas adaptaciones locales, el modelo   hongkonés exhibe sin complejos una filosofía fuertemente segregadora. En los últimos dos cursos de la Primaria, los alumnos realizan tres exámenes que determinan a qué tipo de escuela secundaria irán. Las hay de élite, en la media y mediocres. Entrar en una u otra condicionará irremisiblemente el futuro devenir del estudiante.

En la Secundaria, los tres primeros cursos son obligatorios y con temarios generales, y los tres últimos especializados en varias ramas de perfil académico o profesional. Para aquellos alumnos que superen con éxito las duras pruebas que encontrarán en 5º y 6º curso, todavía aguarda un último año específicamente dedicado a preparar el examen de ingreso a la universidad. La competencia para entrar en los centros de Educación superior más prestigiosos es feroz. Pero si se lo proponen, pocos se quedarán sin estudiar una carrera: para 2010 se prevé que el 60% de la población de Hong Kong tenga estudios universitarios.

 

  Involución educativa 

 

Entre 1966 y 1976, la República Popular de China experimentó, en términos educativos, un auténtico colapso que el país ha pagado con creces en décadas sucesivas. Fueron los años de la Revolución Cultural, ese intento desesperado de Mao Tse Tung y sus adeptos por aferrarse al poder apelando a los instintos más primitivamente revolucionarios y poniendo en cuestión –mediante ingentes cantidades de propaganda política– todos los logros de la sociedad pre-comunista.

En sus años más duros, esto supuso el cierre masivo de escuelas y universidades tradicionales en favor de un adoctrinamiento ideológico centrado en las verdades absolutas de Mao. La formación, digamos práctica, quedó canalizada a través de las caóticas acciones callejeras de las unidades de la Guardia Roja, milicias urbanas en las que adolescentes y jóvenes aprendían a ser revolucionarios de facto atacando, por ejemplo, a intelectuales, profesores y ancianos o destruyendo el rico patrimonio artístico de una cultura milenaria.

Hay quien dice que en estos diez años se instaló una especie de paranoia igualitarista por la que se colgaba el cartel de sospechoso a cualquiera que mostrara un talento superior a la media. Para bajar los humos a los mejor dotados, proliferaron los envíos a campos de trabajo entre todo tipo de profesionales cualificados.

A finales de los años 70, Deng Xiaoping emprendió la revitalización del sistema educativo chino no sin antes reconocer el ominoso legado de la Revolución Cultural: casi una generación entera de individuos penosa o nulamente formados.

0