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Constructivismo: aprender en aguas pantanosas

Idolatrado durante décadas, el constructivismo aplicado a la Educación sigue presente en las aulas sin que nadie haya conseguido mostrar al mundo sus supuestos beneficios para el aprendizaje. Esto es al menos lo que sostienen los tres autores de un artículo recientemente publicado en la revista Educational Psychologist. En él destacan que los métodos constructivistas lastran la adquisición de conocimientos. Su gran popularidad sería más una cuestión ideológica que científica.
Jueves, 26 de octubre de 2006
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Son cada vez más los educadores, intelectuales y políticos que no dudan en estigmatizar al constructivismo con el sello del fracaso escolar y la ausencia de una formación sólida entre las nuevas generaciones.

O más que a este sistema filosófico en sí mismo (ver apoyo en pág. 3 abajo para una breve explicación), a los métodos pedagógicos que ha inspirado en las últimas décadas. Todo un enjambre de modelos de aprendizaje con distintos nombres y un núcleo común: menos clase magistral y más trabajo en equipo, prácticas y debate en el aula; menos verdades absolutas y más flexibilidad a todos los niveles en la adquisición de conocimientos.

Pero tampoco falta un numeroso ejército de defensores. Y mientras el constructivismo sigue levantando pasiones entre buena parte de la comunidad educativa, un grupo de tres investigadores se ha propuesto desvelar que nadie ha conseguido aún demostrar empíricamente sus supuestos beneficios.

De hecho, por lo visto sucede más bien lo contrario. Según un artículo publicado en la revista Educational Psychologist por Paul A. Kirschner, John Sweller y Richard E. Clark, todos los datos apuntan hacia una mayor efectividad de la pedagogía clásica (conceptos claros que todos deben aprender, fuerte orientación del docente) respecto a los métodos agrupados bajo el paraguas constructivista.

El despliegue de estudios que apoyan dicha conclusión –en especial al tratar con alumnos novatos o con escasas nociones sobre una materia– resulta abrumador.

En ocasiones, los estudiantes a los que se invita a descubrir conocimiento en lugar de enseñárseles contenidos de manera más reglada no sólo aprenden menos, sino que terminan confusos y frustrados.

Más aún, una investigación realizada en 1989 desveló que los alumnos con menos aptitudes pueden incluso perder conocimiento tras unas cuantas sesiones constructivistas: hicieron exámenes similares antes y después de las clases, y en muchos casos los resultados eran peores en los segundos que en los primeros.

Según los tres autores, el gran problema del constructivismo educativo es que no tiene en cuenta la arquitectura cognitiva del ser humano.

Ésta distingue entre memoria a largo plazo (donde se acumula conocimiento que podemos utilizar cuando sea necesario) y la memoria en uso (working memory en inglés), más inmediata y consciente. Los modelos derivados del constructivismo ponen el énfasis en las memoria en uso sin atender a sus limitaciones: se pretende que el alumno aprenda algo nuevo de forma práctica y experimental sin una base de conocimiento sólida (almacenada en la memoria a largo plazo), algo cognitivamente imposible.

Kirschner, Sweller y Clark se muestran perplejos ante la gran popularidad que atesoran métodos que tantos han demostrado fallidos. Y terminan recomendando que, a la hora de elaborar reformas educativas, «nos movamos del brumoso e improductivo mundo de la ideología hacia el nítido y productivo mundo de la investigación sobre cómo la gente aprende».

 

  Cambio de roles y evaluación continua 

 

Formalizado por Jean Piaget durante los años 50, 60 y 70, el constructivismo, más que proponer una pedagogía concreta, pretende explicar cómo ocurre el proceso de aprendizaje. Las premisas básicas establecen que cada alumno construye su propio conocimiento y que la realidad no existe como un ente pre-fijado, sino sólo a través de la interacción de cada individuo con su entorno. Varias son las consecuencias de estas dos afirmaciones sobre la naturaleza y el papel del estudiante y el docente.

Del lado del alumno, el constructivismo considera que cada sujeto es único y tiene necesidades personales. La misión de la enseñanza es animarle a alcanzar su propia versión de la verdad a través de un proceso en el que se implique activamente, en contraste con el papel pasivo que reserva al estudiante la pedagogía tradicional.

Por su parte, se concibe al docente más como facilitador (que ayuda a cada alumno a alcanzar un entendimiento individual de la materia) que como profesor (cuya tarea se limitaría a lanzar un monólogo en forma de clase magistral). Dicho de otra forma, el facilitador pregunta y el profesor cuenta.

A parte de un buen número de métodos de enseñanza (resolución de problemas, aprendizaje recíproco…), otro fruto del constructivismo en la Educación ha sido la evaluación continua: si ya no hay contenidos específicos sobre los que elaborar los tradicionales exámenes, lo lógico es tratar de medir los avances de cada alumno en función de sus conocimientos previos.

 

 

  «Sufre rechazo todo el que cuestiona el constructivismo» 

 

Profesor de la Open University de Holanda y en la Universidad de Utrecht, Paul A. Kirschner es también miembro del Consejo Educativo de los Países Bajos, el órgano consultivo del Ministerio de Educación en el país centroeuropeo.

 

En su opinión, ¿qué países europeos defienden con más ahinco los métodos constructivistas en la enseñanza?

Los escandinavos, en especial los finlandeses, son sus más fervientes defensores. También los holandeses se muestran bastante optimistas sobre sus beneficios.

 

¿Y cuáles se sitúan más lejos de esta corriente filosófica a la hora de diseñar sus políticas educativas?

Es difícil de decir. Creo que el Reino Unido ha adoptado últimamente un enfoque más pragmático, pero no tengo información suficiente para apoyar esta afirmación.

 

En cualquier caso, parece que la Educación continental empieza a preguntarse si este tipo de métodos resultan eficaces. Hace un par de semanas estuve en la presentación de un manifiesto paneuropeo que aboga por pasar página al constructivismo en la pedagogía. ¿Considera que la tendencia general nos lleva hacia su desaparición?

No es cuestión de superar o no el constructivismo, sino más bien de incorporarlo a la enseñanza con lógica y prudencia. Algunas ideas detrás de esta filosofía –que, recordemos, no es una teoría del aprendizaje– pueden ser muy útiles si queremos que los alumnos vayan más allá de los materiales disponibles y construyan nuevas perspectivas, que no nuevo conocimiento.

 

Así que usted recomienda que cojamos lo mejor de cada corriente pedagógica y no descartemos ninguna por completo.

Yo apoyo una mezcla de técnicas y teorías que funcione orquestada por expertos en el diseño educativo. Sería absurdo querer erradicar una idea útil. Lo que hay que erradicar es la percepción de que sólo hay una forma de enseñar y aprender. Deberíamos mezclar el aprendizaje individual y cooperativo, el que se centra en el alumno y el que pone el énfasis en el profesor… Hay que utilizar todos las herramientas que tenemos a nuestra disposición.

Al menos en España, la cuestión del constructivismo educativo ha adquirido claros tintes políticos, por lo general con la derecha en contra y la izquierda a favor. ¿Por qué considera que ocurre esto?

Sí, es cierto. El tema se ha convertido en un asunto ideológico, incluso religioso. Y el problema con la religión es que hay una primera creencia (creencia sin prueba), luego un creencia ciega (creencia a la vista de pruebas que demuestran lo contrario) y, finalmente, hay ostracismo y rechazo hacia todo aquel que cuestiona dicha creencia.

 

¿Pero por qué la izquierda suele está más a favor de esta metodología que la derecha?

Sí, es algo que también ocurre en los Países Bajos, aunque yo no diría que aquellos que proponen el constructivismo desde un punto de vista científico son siempre de izquierdas. Conozco a muchos conservadores que también lo abrazan… Dicho esto, pienso que la idea de colaboración, construcción, subjetivismo (no existe realidad objetiva, nosotros la creamos), tiene una base filosófica en la psicología crítica marxista, algo que explicaría por qué el constructivismo parece sentar mejor a la izquierda que a la derecha.

 

El sustento empírico de su artículo proviene de investigaciones realizadas sobre asignaturas científicas. ¿Diría que sus conclusiones pueden ser extrapoladas a las materias de letras?

Sí, sin duda.

 

Usted asegura que una enseñanza muy guiada por el profesor puede no ser la mejor opción cuando los alumnos ya han adquirido suficientes conocimientos sobre una materia. Lo difícil es saber el momento en que es conveniente cambiar de un método pedagógico a otro. Un gran reto ¿no?

La Educación, en especial la buena Educación, constituye siempre un desafío. Lo importante es recordar que el diseño de la enseñanza debe estar basado en la idea de que, en principio, hay un fuerte apoyo y orientación, pero que esto puede variar si se estima necesario.

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