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"Yo sí puedo": política y Educación

Tiene un nombre atractivo y motivador. Recibe críticas y elogios por igual. "Yo sí puedo" es el programa de alfabetización más exportado de la Cuba de Fidel Castro.
Miércoles, 21 de marzo de 2007
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Autor: Olmedo MORALES

Dicen que fue el dictador quien ideó el programa como parte de sus planes revolucionarios luego de tomar el poder de la isla, en 1959. Lo claro es que el método audiovisual de alfabetización ha sido retomado por varios países, a veces por simpatía política y en otras ocasiones por plena necesidad.
El programa cubano consta de 65 teleclases de 30 minutos de duración. Como promedio, los iletrados adultos aprenden a leer y escribir en sólo tres meses. El experimento fue llevado por primera vez a Haití en 1999. Ahora se encuentra en 20 países de América Latina.
El programa recibió un fuerte impulso político de la mano del presidente venezolano Hugo Chávez, quien mezcla la venta de petróleo barato a países “hermanos” con financiamiento blando para la compra de los equipos técnicos que requiere el método. Por ejemplo, las alcaldías sandinistas en Nicaragua recibieron de Venezuela y Cuba televisores y vídeos para alfabetizar a campesinos en plena campaña electoral del 2006. En Bolivia, “Yo Sí Puedo” fue traducido al quechua y aymara para cumplir la promesa de Castro de alfabetizar en 30 meses a unos 1,2 millones de personas en Bolivia, presidida por otro aliado, el líder indígena Evo Morales. De ahí el tinte político que pinta al método.

Criticado

Por tal razón, los críticos del modelo cubano insisten que es ideologizante y adoctrinador. La Unesco, que reconoció que el método es una estrategia importante para que América Latina alcance la Educación básica universal antes del 2015, también ha dicho que “algunas de sus autoevaluaciones ponen de manifiesto un escaso nivel de autocrítica, lo cual limita considerablemente las posibilidades de mejorar el sistema”.
Las Naciones Unidas calcula que hay 771 millones de analfabetos en el mundo. La OEI planea enseñar a leer y escribir a los 34 millones de analfabetos de Latinoamérica, lo que costaría 4.000 millones de dólares, o 120 dólares por persona. A Cuba le cuesta entre 23 y 33 dólares por analfabeto. Esta es una de las principales bondades del modelo.

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