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Los fines de curso pueden resultar dañinos para la salud del docente

El riesgo del profesor a padecer síndrome del quemado aumenta a final de curso debido a factores como la fatiga acumulada, los nervios de los alumnos o la presión de los padres.
Miércoles, 20 de junio de 2007
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La pasada semana, MAGISTERIO dedicaba un espacio al análisis del conocido como síndrome burnout, con motivo de la publicación del libro El profesor quemado, escrito por la profesora valenciana Beatriz Rabasa. Precisamente, fue esta autora quien señaló en la entrevista realizada por este periódico que “el síndrome del quemado se incrementa con la llegada del fin de curso”.
Síntomas propios del síndrome son la sensación de estrés continuo, desmotivación y desinterés en el trabajo, ansiedad o nerviosismo. Según Fernando Álvarez, técnico de Prevención de Riesgos Laborales de UGT, “esos síntomas son los mismos en cualquier época del año, aunque sí que existen factores específicos a final de curso que pueden llevar a incrementar esas patologías o que mayor número de personas las sufran”.
Beatriz Rabasa considera fundamental que el burnout “se reconozca cuanto antes como enfermedad laboral”, para saber si el aumento de bajas por depresión en esta época se debe concretamente al síndrome.
Para José Mª Avilés, responsable de Salud Laboral de STES, “la incidencia hay que buscarla en que estamos al final de un período de tareas, donde la acumulación de fatiga por el trabajo es ya patente”. Avilés también apunta como factor de aumento del estrés “la carga burocrática desde las administraciones y los centros de trabajo, que produce procesos finales de obtención de resultados, cierre de tareas y elaboración de informes”.

Evaluaciones

Pero lo que más caracteriza a los finales de curso en el sistema docente son las evaluaciones. Avilés las define como “las decisiones más difíciles que los profesores tienen que tomar en determinados casos”.
Además, la época de exámenes también supone un exceso de trabajo para el profesor. Según Francisco Javier Carrascal, del sindicato ANPE, “la realidad es que muchos docentes trabajan más horas de las que esperaban, ya que tienen que llevarse una gran cantidad de trabajo a sus casas, interfiriendo con sus vidas privadas”.

Presión de los padres

Para Beatriz Rabasa “el problema llega cuando se cuestiona el resultado de esas evaluaciones”. “Los padres muchas veces presionan a los profesores y los acusan incluso de ser los responsables de los malos resultados de sus hijos”, manifiesta la profesora. Ella subraya la diferencia con la actitud de antaño, “cuando los padres  respetaban bastante la decisión del profesorado”.
A esa presión también hay que unirle el nerviosismo propio de los alumnos en esta época de exámenes, que puede verse aumentado por el calor en muchos centros que no están lo suficientemente acondicionados. Rabasa observa “la construcción de nuevos colegios con muy buen diseño, pero donde se olvidan precisamente la circunstancias del calor”.

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