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El arado de plata

En el mundo griego, una de las respuestas oraculares más temidas era la enigmática frase "araréis con arado de plata". Con ello anunciaban una hambruna: la escasez de grano sería tal y su precio sería tan alto que podría considerarse un lujo –es decir, que parecería que lo han trabajado con un arado de plata.
Miércoles, 10 de octubre de 2007
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Autor: José M. LACASA

Algunas de las propuestas educativas de los últimos meses recuerdan en algún aspecto este oráculo. Todas tienen algo en común: suenan bien al oído, pero tal medida no es nunca avalada por ningún dato, ni con ejemplos donde hayan funcionado. Eso sí, siempre están avaladas por la pretensión indudable de los políticos de mejorar el sistema educativo y ayudar a los alumnos (el conocido “círculo de decencia”).
El típico mecanismo para vender políticas públicas que desdichadamente tenemos en España –se explica poco, se evalúa menos, y la discusión subsiguiente es extremadamente pobre– se ve agravado por las tradiciones propias de nuestra enseñanza: parafraseando el eslogan logsiano de “los conocimientos no son importantes”, son los datos los que se dejan de lado al aplicar las políticas. No es de extrañar que tantos números esenciales de nuestro sistema educativo se mantengan conscientemente ocultos.
Estas últimas propuestas para mejorar las estadísticas públicas de nuestra enseñanza tienen varias cosas en común. La de dar más dinero a los centros que aprueben a más alumnos, la de alargar el Bachillerato un año sin añadir una sola línea de contenido, o la de las becas-salario para alumnos de Bachillerato propuesta hace unos días por Manuel Chaves, el presidente de Andalucía, además de coincidir en lo dicho antes de las propuestas políticas, en que, aunque técnicamente son muy pobres, encuentran una buena acogida entre amplios sectores de sus votantes.
Y aunque son criticadas por los medios –estas propuestas encuentran rápido eco mediático, mientras otras más trabajadas y avaladas por los datos nunca encuentran un hueco en ellos– el nivel de argumentación suele ser bajo, pasan indemnes y se extienden como una balsa de aceite por nuestro sistema educativo. Estas propuestas tienen otros elementos comunes: que no se preocupan por la calidad real de la enseñanza –sólo de la estadística– y que cuestan mucho dinero.

La cornucopia andaluza

La propuesta de Chaves de las becas-salario es una de esas añosas propuestas del socialismo que el presidente conoció en su juventud, pero de la que desconoce su evolución posterior. El sistema de becas-salario funciona a pequeña escala, en Formación Profesional sobre todo, en contextos de graves desigualdades sociales, mediando un pacto con los empresarios para que dejen espacio a la formación de sus trabajadores, y diseñando un sistema flexible que permita al alumno también trabajar a tiempo parcial y estudiar. No parece que sean las características de Andalucía.
Además, una serie de datos permiten dudar de la efectividad de la medida. Primero, un análisis de las tasas brutas de graduación andaluzas –publicadas por el MEC– permiten saber si realmente el problema está en el Bachillerato.
Según estos datos, en 2005 se graduó en Bachillerato un 38,1% de los andaluces de 18 años, y un 19,7% de estos en Formación Profesional de grado Medio (FPGM). En total, un 57,8% obtuvieron un título de Secundaria superior, y un 42,2% no lo consiguieron. Pues bien, de esos 42,2 puntos sobre los que las becas salario pretenden actuar, 33,5 puntos pertenecen al fracaso escolar de la ESO en Andalucía, por lo que queda sólo un 8,7% de alumnos que no obtienen un título de Secundaria superior tras superar la ESO. Parece que el principal objetivo sería reducir ese fracaso del 33,5%, sobre todo teniendo en cuenta que cuando Cándida Martínez se hizo cargo de la Consejería de Educación estaba en un 27,1%, sólo 7,6 puntos menos.

¿Abandono económico?

Pero nos falta por saber si ese 8,7% de abandono en posobligatoria se debe a razones económicas. Para ello hay que echar mano de los datos de Etefil 2005, una encuesta realizada por el INE que intenta averiguar precisamente cuándo, cómo y por qué los alumnos dejan los estudios y se introducen en el mundo laboral.
Pues bien, según esta encuesta de los casi 100.000 alumnos que terminaron la ESO en Andalucía en el curso 2000-01, el 73% lo hizo con su título, mientras que el 27% restante abandonó los estudios sin conseguir título alguno –eso era antes del “efecto Cándida”, como hemos comentado anteriormente el fracaso es ya siete puntos mayor. A partir de ahí, siguieron estudiando Bachillerato el 56%, FPGM el 11% y no continuaron estudiando, a pesar de tener el título, un 5,5%. Pues de este grupito, poco más de 5.000 alumnos, el 21% lo hicieron porque encontraron un trabajo, y el 41% porque no quería seguir estudiando. Los que adujeron razones “económicas o personales” fueron muy pocos (en este nivel, el error de la muestra es tal que no permite juicios definitivos, pero sí indicativos).
Pero sigamos con nuestros bachilleres: tres años después sigue estudiando –en la Universidad o en una FP de Grado Superior– un 80% de los que lo iniciaron, mientras que un 20% ya no seguía estudiando (ya sea con o sin título), lo que representa el 11% de toda la cohorte de alumnos. Pues bien, de todos los que, tras iniciar el Bachillerato, no continúan estudiando tres años después, el 4% adujo razones económicas, el 10% dio que había encontrado empleo y el 71% porque no quería seguir estudiando.
La conclusión principal que se obtiene de este maremagno de cifras es que los datos no apuntan a que la razón principal por la que los alumnos andaluces dejan los estudios no es económica o laboral, sino que parece que es la falta de expectativas ofrecidas por el sistema escolar la que los hace abandonar mayoritariamente.

Poco impacto

Por tanto, la primera conclusión es que la causa fundamental, y donde hay que actuar con urgencia, es en el sistema educativo, y no fuera. La segunda, que una medida como las becas salario apenas tendrá influencia en el aumento de titulados en Secundaria superior, que es lo que se busca.
Por supuesto, algún impacto tendrá: a algunos alumnos los motivará algo más de lo que el sistema escolar andaluz es capaz. Cualquier medida, cualquier inyección de dinero tienen cierta influencia. Pero no es eso lo que se espera de los gobernantes: se supone que tienen que tratar de obtener los mejores resultados posibles utilizando lo menos posible de los dineros públicos, siempre escasos. Una medida muy cara con escasa incidencia cumpliría el oráculo griego, y estaríamos cultivando nuestro sistema educativo con un arado de plata. Si es que no estamos haciéndolo ya.

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