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El castigo de ser el menor de clase

Un estudio de tres investigadores británicos ha confirmado lo que muchos suponían. Los alumnos mayores de cada curso obtienen resultados significativamente por encima que los de sus compañeros menores. Las diferencias son muy abultadas durante toda la Primaria y aún apreciables a los 16 y los 18 años. Los autores recomiendan medidas para hacer frente a las desigualdades de nacimiento en la Educación. A la cabeza, ajustar los resultados a la edad de la forma más precisa posible.
Martes, 13 de noviembre de 2007
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Autor: Rodrigo SANTODOMINGO

Todo padre con un hijo nacido en los últimos meses del año académico se lo ha planteado alguna vez. ¿Afecta al rendimiento ser de los más pequeños de clase? ¿Parten con ventaja los alumnos mayores?
Si atendemos a los resultados de un estudio del londinense Institute for Fiscal Studies, la respuesta es que, como media, el mes de nacimiento influye decisivamente en los resultados escolares.

Los datos obtenidos por Claire Crawford, Lorraine Dearden y Costas Meghir a partir de las pruebas de nivel que todos los años se realizan en Inglaterra no dejan lugar a dudas. A los siete años, los alumnos nacidos en septiembre (que en España sería equivalente al mes de enero) superan en 20 puntos a los que vinieron a este mundo en agosto (el diciembre español) en cuanto a porcentaje de alumnos que alcanzan el nivel mínimo exigido a esa edad.

Las diferencias caen progresivamente a medida que avanzamos en edad, aunque siguen manifestándose de manera evidente a los 16 e incluso los 18 años.
El mes en el que uno ha nacido también aumenta o disminuye considerablemente la posibilidad de recibir la etiqueta de Necesidades Educativas Especiales (NEE). A los 11 años, una chica de agosto tiene un 72% más de probabilidades de que su centro considere que tiene NEE que otra con cumpleaños en septiembre.

Debate público

Los autores también se plantean qué factores determinan esta disparidad en los resultados. Analizan, por ejemplo, los años de escolarización del alumno y su edad relativa (en comparación con otros estudiantes de su misma clase). Y concluyen que es la edad absoluta a la que se realizan los exámenes lo que define el birth-penalty o penalización por edad. El simple hecho de tener 12 meses menos de vida que los compañeros de septiembre.

When you are born matters (“Cuando has nacido importa”) ha generado un debate público poco habitual para un informe tan específico. La prensa le ha dado amplia cobertura, con frecuencia resaltando aspectos poco claros pero muy noticiables (ver apoyo en página 2). El ministro de Escuelas, Andrew Adonis (aquí su homólogo sería el secretario general de Educación, Alejandro Tiana), ha declarado que la “investigación es muy interesante” y que se tendrá en cuenta cuando el Gobierno elabore el futuro Plan para la Infancia.

Durante la presentación del estudio, Crawford apuntó que el birth-penalty resulta inaceptable desde la óptica de la “equidad y la eficiencia”, apelando a continuación a la puesta en marcha de “medidas urgentes” que “eliminen esta desigualdad”.

Medidas

De hecho, el informe incluye un amplio apartado con propuestas (ver apoyo en página 3) para abordar un fenómeno que muchos intuían pero pocos se han ocupado de documentar.
Según los autores, la más viable es afinar los resultados de cada alumno según su mes de nacimiento. Algo importante en todas las edades pero capital para los estudiantes que finalicen la enseñanza obligatoria y quieran continuar en la Educación superior. Aquí una vida puede depender de unos cuantos meses.

Porcentaje de alumnos que alcanzan el nivel mínimo exigido según su mes de nacimiento (1)
  Chicas Chicos
  Septiembre Agosto Septiembre Agosto
7 años 80,1 53 70,5 47,1
11 años 76 62,7 71,9 59,1
14 años 72,9 65,2 68,8 60,3
16 años 60,7 55,2 50,3 44,2
18 años 42,5 40,5 33,2 31,5
FUENTE: Institute for Fiscal Studies.
(1) En Inglaterra los alumnos se agrupan por cursos según el año académico que va de septiembre a agosto. Así, los alumnos de agosto son los más jóvenes, y los de septiembre, los más mayores.

Natalidad educativa

Crawford, Dearden y Meghir encontraron que los alumnos nacidos en agosto (equivalente, recordemos, a diciembre en España) provenían, como media y de forma escasamente significativa, de ambientes más desfavorecidos que aquellos nacidos en septiembre. Los medios de comunicación británicos vieron noticia bomba e interpretaron unánimemente el dato como prueba irrefutable de que las familias más pudientes planificaban el nacimiento de sus hijos para hacerlo coincidir con los primeros meses del año académico. Una muy periodística síntesis de clasismo educativo y natalidad a la carta.
Meghir explica otra posible causa, según él más factible: “pensamos que probablemente se deba a que los padres de clase media con hijos nacidos en agosto, conscientes de que sus retoños serán los menores de su clase, opten en mayor proporción por la escuela privada [el estudio sólo analiza datos de la Pública] que los que han tenido hijos de septiembre”.

 

“Estoy en contra de retrasar el momento de la escolarización”

COSTAS MEGHIR, UNIVERSITY COLLEGE OF LONDON


Parece que su estudio ha tenido una gran repercusión en la prensa británica. ¿Esperaban una respuesta tan entusiasta?
Hemos abordado un tema de enorme interés para los padres, y sí esperábamos que apareciera reflejado en los medios de comunicación. No obstante, la cobertura que ha merecido ha ido más allá de nuestras expectativas más optimistas. Es digno de mención que el Financial Times lo llevara en portada.

El ministro de Escuelas, Andrew Adonis, ha dicho que el Gobierno tomará en consideración sus recomendaciones. ¿Es éste el principal objetivo de un investigador, ser capaz de influir en las decisiones políticas al más alto nivel?
En el Institute for Fiscal Studies nos gusta combinar la investigación básica, que abre nuevos caminos y aporta conocimiento desde una óptica más general, con trabajos que añadan relevancia política. Nos gusta pensar que los que hacemos, en especial en campos como la Educación, ayuda a los políticos y contribuye a mejorar los resultados de los alumnos. La política educativa es la llave para mitigar la pobreza a largo plazo.

¿Les sorprendió que los efectos académicos de haber nacido en uno u otro mes fueran aún significativos a los 16 años?
Lo cierto es que sí. En un principio trabajamos sobre los datos de los alumnos más jóvenes, ya que los de aquellos con 16 años aún no estaban disponibles. Entonces pensamos que, antes de lanzar un tema tan importante, convenía esperar y analizar qué ocurría a esta edad. Se trata de un descubrimiento crucial, ya que los resultados que uno obtiene a los 16 años pueden determinar que un alumno se mantenga o no en el sistema educativo.

¿Y diría que las diferencias a esta edad provienen de un retraso acumulado de otros cursos o porque a esta edad el desarrollo cognitivo todavía sigue siendo diferente entre los alumnos de septiembre (enero en España) y agosto (diciembre)?
Es difícil saberlo, pero mi impresión es que tiene que ver con ambas causas. Los déficit en el aprendizaje temprano implican una base de conocimiento menor sobre la que seguir añadiendo, así que al alumno se le hace más difícil llegar al nivel que se espera a los 16 años. Además, puede ser que el desarrollo cognitivo de alguien que acaba de cumplir los 16 sea diferente del de alguien que ya casi tiene 17 años.

¿Teme que algunos padres o profesores malinterpreten sus resultados, por ejemplo excusando a un alumno que no rinde adecuadamente por el simple hecho de que es más joven que la mayoría de sus compañeros, descartando desde un principio otras causas?
Éste es un asunto muy importante. La actitud de un profesor hacia un alumno puede ser decisiva en su rendimiento, es algo que la comunidad científica ha tratado extensamente. Confiamos en que nuestras conclusiones ayuden a mejorar las actitudes del profesorado: en lugar de pensar sin más que un alumno se esfuerza poco, ahora sabrán cómo comparar resultados teniendo en cuenta la edad. Con suerte, también adaptarán sus métodos introduciendo la idea de las diferencias de edad.

Ustedes recomiendan más flexibilidad en la edad de escolarización. Pero, en un caso concreto, ¿cómo podemos saber si es conveniente esperar un año más para que empiece el colegio si aún no tenemos datos sobre su rendimiento?
Nuestra recomendación principal es ajustar los resultados por edad y repensar el momento en que un alumno se examina. Se trata de un paquete de medidas que permite comparar a cada alumno con sus iguales de forma más precisa.
Personalmente estoy en contra de retrasar el momento de la escolarización, primero porque no está claro qué ocurriría con ese alumno durante el año en que aún no acude a la escuela. Y segundo, porque los padres con menos recursos descartarían por lo general retrasar la escolarización de sus hijos puesto que no pueden permitirse otras formas de que sean atendidos.

Ajuste de notas

Los autores de Cuando has nacido importa no se limitan a certificar la influencia global del mes de nacimiento sobre el rendimiento académico, sino que proponen una serie de iniciativas para mitigar sus efectos en los alumnos más jóvenes de cada curso escolar.
En el informe, un primer paquete de medidas se agrupa bajo el subtítulo “Normalización por edad de los resultados de los exámenes” y abre dos posibles vías de intervención. La primera resulta apropiada en países con pruebas de nivel que se realicen a escala nacional, ya que consiste en ajustar (antes de hacerlos públicos) los resultados de éstas al mes de nacimiento de los alumnos que estudian en cada centro. De esta forma el dato final tendría en cuenta si un colegio escolariza a una alta proporción de alumnos nacidos en los últimos meses del curso académico, y también lo contrario. Se trata sin duda de una apuesta controvertida si se aplica a nivel individual, ya que supone que las notas de los exámenes se revisarían sistemáticamente al alza entre los alumnos más pequeños, y a la baja entre los más mayores, con independencia del conocimiento real y el potencial intelectual de cada alumno. Por ello los autores prescriben el ajuste de notas personal cuando el alumno piense dejar los estudios, ya que una sociedad necesita conocer con exactitud “sus niveles de capital humano”. Una segunda opción pasa por permitir que los alumnos se examinen a la misma edad, en lugar de todos en el mismo momento del año académico. Una posibilidad que despierta dudas desde una óptica organizativa y de ritmos escolares.
El estudio también menciona políticas enfocadas a flexibilizar las fechas de entrada y progresión en el sistema educativo, siempre con la decisión final recayendo en los padres. Se recomienda por último formar a los profesores para que tomen conciencia del fenómeno y dispongan de más recursos a la hora de abordarlo en clase.
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