fbpx

Los presentados a la Selectividad descienden hasta el nivel de 1995

El número de alumnos sigue sin crecer desde que llegó la Logse
Jueves, 14 de febrero de 2008
0

Desde que la primera generación escolarizada por la Logse –los nacidos en 1982– alcanzó los 18 años y su influencia comenzó a dejarse notar en los indicadores de resultados de nuestra Educación, todas las cifras comenzaron a cambiar de sentido, y lo que era una mejora sostenida se transformó en un bache del que aún no se han recuperado.

Uno de los indicadores afectados es la tasa bruta de presentados a la Prueba de Acceso a la Universidad. Aunque este comportamiento es similar en otros muchos indicadores, el de la Selectividad es el primero que se publica, y por tanto permite hacerse una idea de por dónde van a ir los demás. Además, su serie temporal es la más larga disponible.

Si se analizan sólo los ocho años anteriores y posteriores al “efecto Logse”, y prescindiendo del bache que se produce en 2000 –y que algunos achacan (sin pruebas) a la falta de ajuste entre un sistema y otro– es fácil ver claras diferencias de comportamiento entre el sistema anterior a la Logse y el escenario que encontramos tras su aplicación.

Crecimiento sostenido
Entre 1992 y 1999 la tasa bruta de presentados a Selectividad –lo que decimos vale para los aprobados, cuya serie se ha mantenido paralela hasta fechas muy recientes– creció algo más de diez puntos. Esta evolución del crecimiento, superior a un punto anual, se venía produciendo desde mediados de los 80, cambiando por completo en una generación los niveles educativos de los españoles, salvandose incluso el retraso histórico de tal manera, que se llego a superar la media de la UE.

Pero en 2000 entra en escena la primera generación de alumnos mayoritariamente escolarizados en el sistema Logse –es decir, que provenían de la ESO y de un Bachillerato de dos años, en vez los cuatro años de BUP y COU de la Ley anterior. En ese momento el indicador se desploma 2,7 puntos, perdiéndose en un año lo ganado en el lustro anterior.
Los más optimistas pensaban que sería un bache momentáneo, resultado de desajustes del nuevo sistema, aunque tampoco eran pocos los que pensaban que era el nuevo sistema el que estaba desajustado. La evolución de los últimos años está dando la razón a los segundos.

Y es que el indicador, tras el golpe de 2000, parece haberse echado a dormir: leves oscilaciones anuales en los primeros años han terminado en un estancamiento con tendencia a la baja. En total, en los últimos  ocho años, el indicador ha caído un punto, pero, en términos de coste-oportunidad –es decir, si contamos lo que se ha dejado de avanzar– ,y a juzgar por los ocho años anteriores, la pérdida es de nada menos que once puntos.

En términos reales, la tasa bruta de presentados a Selectividad ha caído desde la implantación de la Logse 3,7 puntos –más de un 9 por ciento–, lo que equivale en el año 2007 a unas 17.000 personas, y eso calculando sobre la cohorte menos numerosa de los últimos años.

Si se tiene en cuenta que la Selectividad es la puerta de acceso más usual a la Universidad, el resultado es que cada vez menos jóvenes acceden a los estudios superiores.

Aunque muchas universidades han intentado compensar la pérdida de alumnos bajando aún más el nivel de exigencia en la prueba –en los últimos años, a pesar de la caída de presentados, la de aprobados se ha mantenido– esta medida no parece haber sido suficiente: simplemente, no hay alumnos en cantidad suficiente no sólo por el descenso demográfico, sino debido a la evolución del sistema educativo, que se ve cada vez más incapaz de llevar a los alumnos a la Universidad.

De ‘El río que nos lleva’ a ‘il dolce far niente’
► No son pocos los autores que han comparado los sistemas educativos modernos con un río: lo que haces –o dejas de hacer hoy– tiene sus consecuencias unos años más tarde. Y, si eres capaz de entender lo que está ocurriendo hoy, no es difícil anticipar los problemas  de mañana. Por ello, no resulta extraño que ya se empiece a hablar de escasez de licenciados en los mercados laborales.

► El estancamiento de este indicador –y de bastantes otros, de los que daremos cuenta en las próximas semanas– es general en toda España. Aunque algunas comunidades se salven de la quema, la tendencia de todo el sistema es la de ligeras oscilaciones que acaban yendo a la baja.

► En los ocho años transcurridos desde que los indicadores cambiaron de evolución, los sucesivos equipos del Ministerio de Educación –con tres ministras y dos leyes orgánicas a sus espaldas, lo que se dice pronto– han sido incapaces de dar explicaciones coherentes a este fenómeno. Aprovechando ligeras variaciones del indicador, se han escuchado frases como “se ha invertido la tendencia”, “ahora se va a volver a crecer” o “es un estancamiento temporal”, pero todas ellas han resultado falsas con el tiempo. A pesar de la actividad frenética de los últimos años, los resultados son hasta el momento nulos: a pesar del movimiento, con respecto a los resultados el sistema está  instalado en ‘il dolce far niente’.

0