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Portugal pretende elevar a 18 años la escolaridad para reparar errores

Varias reformas y el nuevo estatuto lucharán contra el 40% de abandono
Martes, 28 de octubre de 2008
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Autor: Lola Gª AJOFRÍN

O tapar agujeros o tirar el muro y empezar de cero. Éstas eran las dos únicas opciones que tenía el gobierno portugués en 2007 para remendar los rotos de un sistema educativo que se traducían en un 40% de abandono escolar –el segundo mayor de toda Europa, después de Malta– y en más de la mitad de los trabajadores con sólo 6º de Primaria.

Tras el  paso sin pena ni gloria por PISA 2006, que mantenía la situación del alumnado portugués similar a la de tres años antes –algo mejor en Ciencias, idéntica en Matemáticas y ligeramente peor en Lectura– el Ministerio de Educación luso optó por derribar la pared y empezar a poner ladrillos. Se cerraron más de 2.000 escuelas rurales con menos de 10 alumnos, se añadieron dos horas y media de clases diarias con Inglés, Música y Educación Física y se reforzó la escasa oferta de Formación Profesional del país con 500 nuevos cursos.

Pero los cimientos de la reestructuración los consolidó una reforma radical del Estatuto Docente –que se tocaba por primera vez en 30 años– y que dos años después de su entrada vigor sigue levantando ampollas. Dos protestas están previstas para los próximos 8 y 15 de noviembre, que aunque no se prevé que reúnan a los cerca de 100.000 profesores que movilizó la marcha del pasado mes de marzo, deja constancia que los docentes siguen en pie de guerra.

Desde la tarima portuguesa no se ve con buenos ojos el nuevo Estatuto, que para el gobierno supone una mayor implicación de los docentes, el refuerzo de la autoridad de los consejos escolares, la división en categorías de los maestros –titulares y no– y la elevación de la calidad al premiar con incentivos económicos la labor de los mejores maestros y requerir evaluaciones para ascender de categoría. Pero que ellos toman como una clara restricción de sus derechos.

Mientras tanto, el gobierno luso sigue empeñado en poner la Educación patas arriba y desafía con más inversión y nuevos retos, como extender la obligatoriedad a los 18 años.

Habrá que esperar a PISA 2009 para ver si en la práctica se cambia tanto como en la teoría. Los escépticos critican que el aumento del presupuesto no es para tanto y que lo que sí ha subido es el precio de los libros de texto –un 3% sobre la inflación en Primer ciclo y un 1,5% en Segundo y Tercero–. Lo que está claro es que es tempo de mudanças, como dirían en Portugal, donde hasta ha variado el alfabeto al incluirse las letras “k”, “w” e “y” para todos los lusoparlantes.

¿Qué haría si volviese a ser ministro de Educación?

¿Qué recuerdos guarda de su mandato? ¿Con qué dificultades se encontró? O ¿qué le hubiese gustado hacer que no hizo? Éstas son algunas de las seis preguntas a las que los ministros de Educación portugueses de las últimas cuatro décadas han tenido que responder en el libro Cuatro décadas de Educación 1962-2005, una publicación del ministerio de Educación luso en la que se repasan las hazañas educativas de los últimos 40 años.

El resultado es un análisis con propuestas para todos los gustos y en el que se encuentran desde ex-ministros tolerantes, como Marçal Grilo (1995-99) que llama al diálogo entre todas las partes del sistema educativo; estrictos, como Roberto Carneiro (1987-91), –que elaboró el primer Estatuto Docente–, que apuesta por sancionar enérgicamente la “incivilidad” en el aula; precursores, como Inocêncio Galvão Telles, (1962-68), conocido por haber dado un aire moderno al sector de la enseñanza; o diplomáticos, como la actual ministra, María Lurdes Rodrigues, que aunque no pudo hacer balance de su mandato, por seguir vigente, destaca que cada ministro fue “ministro de su tiempo” y contribuyó a su manera.

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