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José Luis García Garrido, con un par de narices

José Mª de MoyaMartes, 10 de marzo de 2009
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En estos tiempos de crisis se hacen más clarividentes algunas voces de las de siempre. Algunas viejas opiniones ahora se tornan premonitorias. Son “testigos de la crisis” que alertan contra el descamino y que avisan del desastre. Qué lúcidas se hacen ahora las declaraciones del catedrático José Luis García Garrido en una deliciosa entrevista que publicó La Gaceta el pasado 27 de febrero.

Lo bueno del asunto es que García Garrido no dice nada distinto de lo que viene diciendo desde hace tres décadas (con perdón por la insolencia). Quizás ahora lo dice con el desparpajo de quien no tiene nada que perder y con la chulería de quien ve cómo el tiempo le va dando la razón. Ahora que todos miran a la Educación como el origen de nuestros males económicos, ¿no suenan distintas las siguientes sentencias?:
1. “Aquí seguimos a rajatabla corrientes pedagógicas desfasadas, más preocupadas por evitar diferencias sociales que por explotar al máximo el talento de nuestros hijos”. Esta afirmación cobra especial actualidad después de que el Ministerio haya decidido desvincularse de Universidades y matrimoniarse con Asuntos Sociales. Un buen modo de apostar por la excelencia y de trasladar a la sociedad el mensaje de que hay que elevar el nivel de calidad (sic)”.

2. “En 1990, dos años después de que Inglaterra cambiara una tendencia integradora que tan malos resultados les había dado, el gobierno socialista implantó la Logse, que era incluso más igualitarista que la ley inglesa o la propia ley franquista anterior”.

3. “El espíritu de competencia no sólo no es malo, sino que es necesario, especialmente en una sociedad a la que llamamos ‘del conocimiento’”.

4. “Para crear líderes, hay que hacer selección. Cosa distinta es cómo la hagas. Has de ser justo, pero no cabe duda que para educar debes seleccionar. Por ejemplo, los franceses son totalmente meritocráticos”.

5. “Hay que convencer a todos los implicados que deben fomentar no tanto la igualdad (que también, en la medida de lo posible), como la excelencia”.

6. “Yo no tengo por qué esconder mis talentos para confundirme con el inepto”.

Afirmaciones como éstas hubieran resultado subversivas hace veinte años…

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