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Los alumnos aprenden de sus propios padres a no respetar a los profesores

Adrián ArcosMartes, 12 de enero de 2010
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Durante el recreo surge una disputa por un juguete entre dos niños de cuatro años. Cuando la profesora se da cuenta, acude a separarlos y, sin ningún problema, los niños se tranquilizan y continúan jugando, pero la profesora no se percata de que la abuela de uno de los niños está presenciando aquella escena. Cuando termina el recreo, la abuela empieza a gritar y amenazar a la profesora por haberle quitado el juguete a su nieto, y la humilla delante de los padres de los demás niños.

Es sólo un ejemplo de todos aquellos profesores que, con un sentimiento de indefensión absoluta, acuden al servicio del Defensor del Profesor que tiene puesto en marcha el sindicato ANPE. Para el sindicato, “si un niño de cuatro años ve que los padres ridiculizan a su profesor, cuando tiene 14 ya no necesita a los padres para burlarse de él”.

Este ejemplo de la maestra de Infantil también ilustra una de las novedades de los últimos datos del Defensor del Profesor, referentes al curso 2008-09, que consiste en el aumento de la conflictividad escolar en Educación Infantil. Si en 2007-08 se situaba en un 7%, en el curso pasado el porcentaje de llamadas de maestros de Infantil alcanzaba ya el 10%. Aunque todavía queda lejos del 35% de los profesores de Primaria y del 49% de Secundaria. De los que menos incidencias se registran son de los docentes de ciclos formativos, que suponen tan sólo el 3% de las llamadas.

En el último año también se ha registrado un repunte de las denuncias que tienen que ver con las nuevas tecnologías (móvil, grabaciones), que se incrementan de un 6% a un 11%. Para ANPE, “estas grabaciones con los móviles magnifican cualquier problema que se produzca y son, además, muy destructivas para el profesor, ya que cualquier situación que lo haya puesto en ridículo se multiplica al difundirse esas imágenes, por lo que el sentimiento de indefensión es total”.

También es destacable que el 70% de los profesores que acuden al Defensor del Profesor quiere recibir asistencia psicológica, y tres de cada diez la están recibiendo ya, en el momento de usar este servicio. Para ANPE, “es grave que, incluso contando ya con apoyo psicológico, acudan al Defensor del Profesor, lo que demuestra el grado de ansiedad que viven muchos profesores”.

Un estudio epidemiológico realizado recientemente por CCOO también refleja la incidencia en la Educación Infantil de los “trastornos psicosociales ligados a situaciones de violencia, faltas de disciplina, desmotivación o insatisfacción laboral”. De hecho, los profesores de Infantil destacan en cuanto al porcentaje que manifiesta una gran insatisfacción laboral y un deseo de cambiar de profesión, alcanzando en este caso el 14,4%. Los superan incluso los profesores de Educación Especial, con un 17%, y los de formación de adultos, con un 17,2%. En Primaria el porcentaje se sitúa en el 9,8%, un 11,8% en la ESO, y un 6,3% en Bachillerato.

Este estudio ha sido promovido por CCOO, en colaboración con UGT y la patronal CECE, y se ha realizado entre 1.027 trabajadores (el 70,8% profesoras y el 26% profesores), de 80 colegios de titularidad privada ubicados en 12 comunidades autónomas y de todas las etapas educativas. La edad media de estos docentes era de 41 años y su antigüedad en el trabajo de 16 años.

En el informe también se alude a las somatizaciones como manifestaciones de la exposición a factores de riesgo psicosocial, de forma que un 46,2% de los profesores refiere padecer jaquecas, dolor de cabeza o migraña. En este caso son también los profesores de Educación Infantil (54,5%) los que refieren mayor prevalencia de forma significativa en comparación con el resto de etapas. Destaca la incidencia en las trabajadoras con un 52,2%, frente al 29,9% de los trabajadores. Un 28,6% toma analgésicos, en especial los profesores de Infantil (37,3%), las profesoras (32,3%) y los docentes de mayor edad o antigüedad.

Asimismo, el estudio de CCOO pone de manifiesto que el 2,3% de los profesores encuestados ha padecido violencia física en el último año, siendo los porcentajes muy similares en hombres y mujeres. Los docentes de Educación Especial (9,4%) y formación de adultos (6,3%), son los que presentan mayores índices. Además, un 8,5% asegura haber sufrido violencia psicológica en los últimos 12 meses. El porcentaje es significativamente mayor en el caso de los trabajadores, pero no de forma estadísticamente significativa.

Respecto a las patologías psicosociales, según esta muestra, la manifestación más frecuente es el estrés, que alcanza al 57,7% de los profesores. El 28,8% también asegura haber padecido ansiedad como antecedente patológico, cuya incidencia aumenta significativamente con la antigüedad y la edad de los profesores, y sobre todo en las mujeres (30,9%) frente a los varones (22%). De hecho, el 10,9% toma medicación tranquilizante, y son los trabajadores de Primaria, Educación Especial, FP y formación de adultos los que más se medican.

En cuanto a la depresión, el 9,5% de los docentes encuestados por CCOO, afirma haberla padecido. En este caso, no encontramos diferencias significativas según la etapa educativa, la ratio alumnos-profesor o el sexo de los profesores. Sin embargo, las diferencias son estadísticamente significativas conforme aumenta el grupo de edad (sobre todo a partir de los 46 años).

Por último, otro dato destacable del análisis realizado por CCOO es que un 58,8% de los trabajadores indica que el horario no se adapta a la vida familiar y social. A mayor número de horas lectivas semanales, peor adaptación entre el horario y la vida familiar y laboral. Los porcentajes son mayores en las edades intermedias de la vida (26-35 y 36-45 años), así como en las profesoras (61,5%) frente a los docentes (48,9%).

ANPE recuerda que “el profesorado aún no tiene reconocido un catálogo de enfermedades profesionales al que poder acudir cuando lo necesite, y son los nódulos en las cuerdas vocales la única enfermedad catalogada hasta el momento”.

UN CAMBIO DE MENTALIDAD PARA DAR CLASE SIN QUEMARSE

  • Cómo dar clase sin quemarse. Es el objetivo del nuevo libro de Beatriz Rabasa, un ensayo con un enfoque marcadamente práctico que ofrece una serie de estrategias para conseguir dar clase sin acabar desmotivado o hundido. Este libro supone la continuación de El profesor quemado (el síndrome burnout), donde la autora analiza sus causas, consecuencias y manifestaciones, y delimita lo que es síndrome de otras figuras afines, como el mobbing, pero que no hay que confundir.
  • Según explica la profesora valenciana, “muchos compañeros demandaban una solución, un enfoque práctico, y eso es lo que he hecho en el segundo libro, que viene a ser un complemento del primero, es decir, proponer una serie de estrategias que no van a ser una panacea, ni milagrosas, pero que de alguna manera pueden aliviar el síndrome”.
  • Partiendo del análisis de los principales factores responsables del estrés docente, entre los que destacan la conflictividad de baja intensidad y la presencia de los objetores escolares en las aulas, la autora apuesta por un cambio de mentalidad del profesorado, que le permita reivindicar sin complejos su autoridad en el aula y reforzar su autoestima.
  • El libro recoge también el informe realizado por la Escuela de Estadística de la Universidad Complutense entre docentes de Secundaria, y publicado en exclusiva por MAGISTERIO en 2006. Dicho estudio recoge que en torno al 30% del profesorado de enseñanzas medias reconoce que “en alguna ocasión” ha sido acosado laboralmente por parte de sus alumnos, aunque sólo un 1,9% se siente acosado “habitualmente”.
  • Asimismo, un 5% reconoce haber solicitado una baja médica como consecuencia del estrés que le producía su trabajo en alguno de los tres últimos cursos. Esta situación es especialmente relevante en los profesores interinos (12,7%) frente a los funcionarios (3,1%).
  • Las diferencias por sexos también son notables, ya que las bajas médicas por estrés fueron pedidas por un 7,6% de las profesoras frente a un 0,8% de docentes masculinos que lo reconocen abiertamente. Las bajas normalmente no se prolongan, por norma general, más allá de dos semanas.
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