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El Gobierno propone la LOCE siete años después

José Mª de MoyaMartes, 2 de marzo de 2010
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A mí es que todo eso de quien se cuelga la medalla, de que un Zapatero arrinconado necesita algo para reivindicarse o de que el PP no puede permitirse darle un balón de oxígeno ahora que está contra las cuerdas, etc. me parece basurilla política, qué quieren que les diga. Son los motivos inconfesables –ya tratamos de ello hace unos meses– que tienen unos y otros. Venimos avisando de que, con Pacto o sin él, lo importante es no desaprovechar el ambiente para poner en marcha el plan de choque que necesita nuestra Educación y, en especial, la enseñanza pública.

El texto presentado por el Gobierno la semana pasada se aproxima bastante al cambio de modelo educativo que viene reclamando buena parte de la sociedad. Es más, muchas de las medidas que se proponen figuraban en la defenestrada LOCE. Los opciones en 4º de la ESO (entonces se llamaban itinerarios), las vías para repetidores en 3º, ofertar los PCPI (entonces se llamaban PIP) a partir de los 15 años con carácter general, las agrupaciones de materias en el primer ciclo de la ESO, las evaluaciones nacionales y censales, las pasarelas entre FP, Bachillerato y Universidad, etc. Todas estas medidas que presentó Gabilondo la semana pasada no están en la LOE y sí lo estaban en la LOCE con palabras parecidas, esa es la verdad. Por eso, el veterano de la reunión, el consejero riojano Luis Alegre pidió al ministro algo así como un acto de reparación pública por las afrentas recibidas todos estos años. Sea como sea, parece que la LOCE –la ley maldita– va a ganar su última batalla después de muerta. ¿Es suficiente? Tal vez no, pero es necesario.

Estamos asistiendo a un momento clave de la historia reciente de nuestra Educación. Desde la Logse no se producía una rectificación tan profunda de aquel modelo; y ya era hora. Porque, más allá de las medidas concretas, el espíritu del documento supone, por una parte, la liquidación definitiva del igualitarismo educativo en favor de la flexibilidad; y por otra, la liquidación del constructivismo pedagógico en favor de la evaluación de conocimientos y la excelencia. En todo caso, toca reconocerle al Ministerio el esfuerzo, la valentía y la honestidad para acometer unos cambios que, desde estas páginas, venimos reclamando desde hace demasiados años.

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