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El reto de reforzar la autoridad cuando se es colega del alumno

Adrián ArcosMartes, 13 de diciembre de 2011
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Un debate con alto grado de consenso. Los invitados a la nueva mesa redonda organizada el pasado 29 de noviembre por MAGISTERIO se mostraron, por ejemplo, en contra de hacer una ley para reforzar la autoridad del profesorado, pero sí que estuvieron a favor de las tutorías en grupo y de incluir a los alumnos en la mediación. Se puede decir incluso que, en a nivel general, fue una mesa a una sola voz, interrumpida de vez en cuando por algunos matices apuntados por los invitados. En esta ocasión el tema tenía que ver con la nueva relación entre profesor y alumno, enmarcado dentro del ciclo En busca de un nuevo paradigma educativo, que nuestro periódico está celebrando mensualmente en la Universidad Camilo José Cela (UCJC).
“Cuando yo empecé siendo maestro, no teníamos que pensar en autoridad”, recordaba Juan Antonio Planas, presidente de la Copoe (Confederación de Organizaciones de Psicopedagogía y Orientación de España). “La situación se ha ido transformado y hemos pasado al otro extremo, a ese profesor colega, con lo cual nos encontramos con situaciones problemáticas de control de la clase, y como consecuencia de ello se tienen que establecer medidas externas de autoridad, que son un grave error”, manifestó Planas. Para él, “si hay chicos díscolos en clase, inmediatamente hay que poner en marcha medidas de atención a la diversidad por arriba y por abajo, ya que si cada chico tiene claro su currículo y sus expectativas de éxito, difícilmente va a ser díscolo”.

Por su parte, Escolástica Macías, profesora de la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), considera que “la autoridad es un atributo que, por ser adulto o tener un título, ya se tiene, pero eso no garantiza que todo el mundo la reconozca”. Por eso, apeló a “la coherencia, al compromiso y a la responsabilidad de docentes y padres, ya que una ley no puede atender las propias circunstancias de los alumnos y las familias que explican muchos de los comportamientos tan graves”.

Sin embargo, para Santiago Ortigosa, profesor de la UCM y coordinador Erasmus, “la autoridad es la coherencia que tiene el profesor con sus propias ideas, con su forma de actuar, y lo contrario se llama desprestigio”. Aunque este profesor también diferencia “poder de autoridad, la cual puede tener como nombre metafórico el incremento de la ley que da poder y convierte en autoridad prácticamente policial al profesor”. Él lo tiene claro: “si la Educación no se basta para garantizar la autoridad, deberíamos incrementar el número de plazas de oposición a los cuerpos de seguridad del Estado; pero cuando tú tienes que poner un policía por cada ciudadano, eso significa que la Educación va mal”.

Una visión contrapuesta
Una de las personas que fue invitada y no pudo asistir fue el presidente del Consejo Nacional de Colegios Oficiales de Pedagogos y Psicopedadogogos, Enrique Castillejo. Él tiene una visión bastante contrapuesta a la aportada en la mesa, ya que considera que “la autoridad debe existir porque es un principio, que se basa en que es el profesor quien guía y ordena el camino académico y la formación personal del alumno”. Por tanto, a su juicio, “estar o no de acuerdo es más un discurso político que técnico, porque técnicamente es indiscutible que debe haber un principio de autoridad, porque en todo caso es un principio de aprendizaje”.

El problema, asegura Castillejo, es que “la Logse destituyó al profesor del papel predominante que tiene como docente y de una formación pedagógica adecuada, lo que ha provocado que, a lo largo de los años, su rol se haya ido desdibujando respecto a los alumnos, los padres y la sociedad”. Él cree que “como las cosas han ido tan mal, y hoy se discutía en la calle sobre quién tiene la autoridad, desgraciadamente se han tenido que dictar leyes que recuerden al conjunto de la sociedad que es el profesor quien ostenta la autoridad en los centros educativos”.

En cuanto a la mediación, la mesa en su conjunto se mostró a favor de realizarla a través de los alumnos. El secretario general del Sindicato de Estudiantes, Tohil Delgado, se preguntaba “por qué si un joven con 16 años es mayor de edad para enfrentarse a determinadas realidades, no lo es para tener voz sobre una serie de cuestiones que afectan a su día a día en el centro de estudios, como en las normas de régimen interno o sanciones disciplinarias”.

Escolástica Macías también se posicionó a favor, aunque para ella “tiene que ser una mediación comprometida, con una formación previa, una toma de conciencia y una selección de alumnos con unas cualidades”.

Para Enrique Castillejo, sin embargo, “la mediación es una mentira, porque el alumno no está en el mismo nivel que el profesor ni que los padres. A su parecer, “si con la mediación se pretende enseñar al alumno a mediar con sus problemas y enseñarle a buscar soluciones varias a un problema determinado, me parece bien como actividad; pero si en esa mediación se le dota al alumno de la misma categoría que al profesor, con capacidad de decisión e igualdad de condiciones, me parece un absurdo total”.

Otro de los temas con un alto de grado de consenso fue el de las tutorías grupales. Para Tohil Delgado, “la tutoría personal no es suficiente, porque quizá haya un estudiante que no se atreve a trasladar una opinión, pero puede que se sienta más arropado con el resto de compañeros”. De manera que para el representante del Sindicato de Estudiantes “tutoría personal y colectiva no son excluyentes”. Por su parte, Castillejo estima que “si sirve o no la orientación grupal, será un problema de si tenemos o no buenos profesionales, ya que, si se sabe hacer, es muy positiva. Él recordó que todos los sistemas educativos más productivos del mundo contemplan los dos tipos de orientación; eso sí con profesionales al efecto”.

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