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La Educación emocional ayuda a reducir conflictos y mejora la convivencia

Un estudio de la Fundación Faros del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona insta a incluir esta materia en el currículum. El texto, en el que ha colaborado Eduard Punset, apuesta por desarrollar competencias sociales en el aula.
Noelia RamírezLunes, 26 de marzo de 2012
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En 1867, en plena expansión obrera, la Ley Moyano ideó un sistema igualitario para alfabetizar a los hijos de la industrialización. Cien años después, la Educación institucional se volcó en asuntos más mundanos como la higiene diaria o el deporte. Tras enseñar a leer, comprender y escribir, la administración entendió que era necesario transmitir a sus alumnos una serie de hábitos saludables para su día a día. Pero, ¿dónde han quedado las emociones? ¿Por qué los niños aprenden ecuaciones matemáticas y no a reaccionar frente situaciones de riesgo?
“Hace 10 años no había absolutamente nada”, lamenta Rafel Bisquerra, catedrático de Orientación Psicopedagógica de la Universitat de Barcelona (UB) y coordinador del último estudio del Informe Faros sobre salud de la infancia y la adolescencia del hospital Sant Joan de Déu (Barcelona). La investigación –en la que han colaborando también el divulgador científico Eduard Punset, el neurocientífico de la Universidad Complutense de Madrid Francisco Mora o la coordinadora del máster en Educación Emocional y Bienestar de la UB, Esther García Navarro–, concluye que el bienestar emocional influye directamente en el progreso académico.
“Ayuda a la disminución de la conflictividad y de la violencia, de actos de indisciplina, expulsiones y expedientes disciplinarios; del consumo de drogas y comportamientos de riesgo; de ansiedad, estrés y depresión”, explica Bisquerra y apunta que con una tendencia emocional sana se vislumbra “una mejora de la autoestima, de las competencias sociales y emocionales y del rendimiento académico”.

Los autores del informe creen que se debería evolucionar más en el proceso educativo e incluir la Educación emocional dentro del currículum académico.
“Con la presencia de un mínimo de 10 horas de prácticas en competencias emocionales en un mismo curso, no hay más de un 5% de alumnado que realmente esté recibiendo formación en Educación emocional”, explica Bisquerra. Un porcentaje bajo frente a los estudios que defienden que el éxito de una persona no radica tanto en sus capacidades intelectuales sino en sus aptitudes emocionales. Éste es el caso de las investigaciones del científico Daniel Goleman. En 2008 publicó que los jóvenes que aprenden a calmarse cuando están enfadados desarrollan una mayor fortaleza en sus circuitos cerebrales encargados de gestionar la adversidad. Aptitudes para salvar el día a día.

Pese a la escasez de centros que implantan la Educación emocional, España e Inglaterra lideran la producción de contenidos sobre éste ámbito.
“En España se creó hace ya 10 años el Postgrado en Educación Emocional en la Universidad de Barcelona, que probablemente sea el primero del mundo sobre esta temática. Se puede decir que en muchos aspectos estamos bastante avanzados. Lo que ahora falta es una puesta en práctica de forma generalizada, con el apoyo de la Administración pública”, apunta Bisquerra. Ahora sólo falta que sus plegarias sean escuchadas.

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