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“Hay que aprender a disfrutar de lo que te enseñan los alumnos”

Mª Dolores Vicente empezó a estudiar Magisterio a los 14 años, y siempre ha creído en la Educación como medio para cambiar el mundo. Idealista e innovadora en sus métodos, se retira de la enseñanza tras 40 años de ejercicio docente.

María García Hdez.Martes, 19 de junio de 2012
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Tú me educas, yo me educo cuenta el recorrido a lo largo de los 40 años de ejercicio de una profesora que ha pasado por distintos sistemas educativos, diferentes niveles y funciones dentro de la enseñanza. En el libro se describen los distintos problemas que le han planteado sus alumnos y cómo ha luchado para encontrar una solución educativa a las situaciones de cada niño.

¿Con 14 años ya tenías claro que querías ser maestra, fue algo vocacional?
Sí, me parecía que la Educación era fundamental para poder cambiar cosas en un mundo que en aquel momento (1967) era bastante rígido, conservador, y desigual; y los jóvenes creíamos que las cosas de-bían de cambiar.

Cuentas que has trabajado en condiciones precarias, en un antiguo almacén de cepillos en tu pueblo, en barracones habilitados por el ayuntamiento…
Sí, a casi todos los profesores nos ha tocado en algún momento de nuestra vida profesional trabajar en aulas habilitadas con mejores o peores condiciones, hasta que se realizaban las obras de un centro. Hemos trabajado muchos años solucionando los problemas de cantidad y no de calidad de la Educación.

Hablas de los pocos recursos educativos que teníais entonces, hacías tu los materiales y fichas, llevabas tu radiador…
Durante los años 70 y 80 los materiales existentes para las aulas eran muy pocos, por lo que si querías trabajar de otra forma, con actividades por rincones y fichas, te los tenías que elaborar tú. No existía ni multicopista ni ordenador, con lo cual era todo hecho a mano.

Cuando te ibas al baño a llorar, ¿era de desesperación?
Sí, el primer trimestre de mi primer año creía que aquellos niños no iban a poder aprender nunca a leer. Eran 40 y en unas condiciones muy precarias. El esfuerzo que realizaba era enorme y cuando comencé a ver los resultados todo cambió y ya nunca más me volvió a suceder porque ví que podía con aquello.

Hoy en día sería inconcebible que los niños fueran a pasar el domingo a casa de la maestra…
Ellos tenían falta de cariño y yo muchas ganas de derrocharlo, lo que hizo un tándem perfecto. También eran otros tiempos y la confianza en la integridad ética de un maestro era algo incuestionable, con lo cual era lo más normal, sobre todo para niños que estaban en un internado. Ahora sería muy difícil establecer este tipo de relación.

¿Era más fácil encontrar trabajo en los 70?
nR. Era mucho más fácil que ahora aunque no nos pagaban los veranos, ni teníamos derecho a paro, nos hacían un contrato en vez de darnos una interinidad, que era ilegal, pero lo hacía el estado. Con el tiempo mejoraron los derechos de los interinos. En el año 72, cuando comencé a trabajar, nos hacían firmar en el contrato los principios del Movimiento franquista, nos pedían un certificado de buena conducta del cura y otro de la Guardia Civil para contratarnos.
nP. ¿ Cómo recibiste la coeducación de niños y niñas?
nR. Era algo necesario, pues nos parecía absurdo que nos hubiesen educado separados a los niños y las niñas, y afortunadamente nunca se ha dado un paso atrás en este tema.
nP. ¿Qué sentiste al reencontrarte con aquella alumna 20 años después?
nR. Es emocionante encontrarte con tus alumnos cuando ha pasado el tiempo, así como que sean capaces de expresarte que aportaste algo a sus vidas. Me he llevado sorpresas muy agradables.
nP. ¿Qué supone para ti haber sido la primera profesora de muchos niños?
nR. Saqué la conclusión de que para un niño su primer profesor es como su primer amor, al que, si te va bien, nunca olvidas. Es precioso ser la primera profesora de un niño. Te mueres de la risa porque lo que le dice su seño es lo único que vale. Cuando eres importante para tus alumnos, cuando entienden que estás a su lado para ayudarles y les importa lo que les dices, lo tienes todo ganado con ellos.
nP. Comentas en tu libro que se castigaba a los profesores expedientados con ir a centros de Educación Especial.
nR. Afortunadamente eso pasaba a mitad del siglo XX, cuando yo comencé, no existía. Yo elegí Educación Especial, pues me parecía un mundo muy fascinante.
nP. No has dejado de estudiar nunca: Magisterio, Pedagogía, Especialista en Audición y Lenguaje, Pedagogía Terapeútica, etc. ¿ Aún te queda algo por aprender?
nR. Quería ser una profesional lo más formada posible e intentar dar respuesta a todos los problemas que me encontraba en el aula cada día. Estoy segura que hasta el ultimo momento aprenderé algo nuevo y eso te hace sentirte vivo y renovado. Nunca dejas de aprender .
nP. Has pasado por casi todos los niveles educativos escolares, tras la experiencia, ¿con cuál te quedas?
nR. Si los alumnos de Educación Infantil me habían encantado por su inocencia y capacidad para mantener los ojos abiertos ante todo lo nuevo, los de Primaria por su capacidad para madurar y descubrir el mundo, los de Educación Especial por su nobleza y alegría, y los adolescentes me fascinaron.
nP. Has trabajado con niños plurideficientes profundos, con espina bífida… ¿Qué has aprendido de todos
nR. Aprendí a perder la prisa que siempre tenemos en la Educación por cumplir unos objetivos cada trimestre. Con ellos, cualquier avance, por pequeño que fuera, era motivo de gozo, simplemente con que hicieran un gesto o movimiento.
nP. A lo largo de tu carrera has desarrollado gran variedad de técnicas alternativas, como el trabajo con fichas en vez de con libros de texto, lo que a veces ha sido criticado. ¿Te consideras una profesora revolucionaria?
nR. En el momento no lo piensas, ya que todo lo que aprendes lo quieres poner en práctica, y he tenido la suerte de tener a gente muy innovadora cerca, sobre todo gente mayor. Viéndolo ahora, si que un grupo de maestros hemos hecho cosas que eran pioneras en su momento, pero el tiempo nos ha dado la razón y todas esas técnicas con las que nosotros trabajabámos se han generalizado bastante.
nP. En el libro dices que es posible que dentro de unos años nadie quiera ser profesor en España y que, como en otros países de Europa, tengamos que importar docentes. ¿Qué te hace pensar eso?
nR. Todavía veo a algún compañero salir alguna vez llorando de clase y eso no se debería dar. Para educar necesitamos el apoyo social y no siempre lo tenemos.
nP. Antes ser profesor estaba muy valorado. ¿Está desprestigiada la figura del docente?
nR. Tristemente sí, y eso les hace mucho daño a los niños y a la sociedad, además de a no-sotros, porque para educar hay que tener un apoyo y una coordinación entre padres y maestros, y si esto no se da a veces no podemos educar. En la Educación hay que poner límites, hay que respetar y aprender a ser respetado, hay que educar en valores.
nP. ¿Qué recomendarías a las nuevas generaciones de profesores?
nR. Que no es un camino fácil, que a veces se gana y otras se pierde. Hay que aprender de los errores y aprender a disfrutar de lo que enseñan los alumnos.

Un recorrido por la enseñanza
nnUna historia contada desde el corazón y que pretende ser un homenaje a los maestros y profesores que trabajan todos los días en esa difícil y apasionante tarea que es la Educación, y que no pierden el placer y la ilusión por educar.
Mª Dolores Vicente cree que la clave para haber sobrevivido a tantos años de profesión con ilusión ha sido procurar renovarse y adaptarse a las distintas leyes educativas, buscando soluciones a los distintos retos profesionales. “He intentado seguir el sentido común por encima de las distintas modas pedagógicas”, explica la autora.
nnUn libro que nace de la idea de la Serrano de dejar huella en una profesión “tan apasionante” como la enseñanza. “Creo que si cada profesor dejara esritas sus experiencias y sus métodos educativos podríamos crear un gran libro para ayudar a los docente que vienen. Yo lo hubiera agradecido en mi época”.
nnApunto de jubilarse, hace un positivo balance de su paso por la enseñanza:“ Lo que más me agradaba de esta profesión es lo feliz e importante que te hacen sentir los niños, lo que menos, que es una profesión muy solitaria. Tú sola te tienes que enfrentar a grupos de 40 alumnos. A veces, en los centros se crean ambientes tan enrarecidos que consiguen que se pase mal”.

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