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El Parlamento vivido desde dentro

El día que me ofrecieron participar en el Modelo de Parlamento Europeo (MEP) no lo dudé ni un segundo. Dije sí de cabeza.
Martes, 9 de octubre de 2012
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Se nos brindaba la oportunidad de investigar sobre un asunto de actualidad, de hacer una exposición crítica sobre el mismo, profundizando, razonando; en definitiva, nos ofrecían el regalo de informarnos y de tener una opinión propia y consecuente sobre temas tan polémicos como son los derechos humanos, la energía nuclear, la pesca o las redes sociales y la privacidad.

Realicé mi trabajo, una intensa investigación que, independientemente de ser seleccionada o no, ya era de por sí una gran experiencia. Pero ahí no iba a acabar el proyecto, al menos no para mí. Me informaron de que habían seleccionado mi trabajo y de que optaba a participar en la fase nacional. Ya nos habían avisado de esta posibilidad en la primera reunión que tuvimos a nivel escolar, pero no parecía algo
realmente cercano. Participaban cientos de colegios españoles y de los cuatro candidatos enviados por cada uno de sólo serían elegidos 80. Es decir, una meta muy lejana, casi imposible de conseguir.

A partir de ese momento todo fue una vorágine de excitación y alegría, matizada por los nervios ante el papel que estábamos a punto de desempeñar. Poco a poco fueron llegándonos noticias: la asamblea final iba a tener lugar en el Congreso de los Diputados. Durante las reuniones era preciso mantener un protocolo estricto, todos los actos requerían un vestuario adecuado al esperado de un parlamentario. Y así seguían innumerables puntualizaciones que te llevaban a pensar que no ibas a estar a la altura, que se ha-bían equivocado al elegirte.

El último desayuno, la partida y el trayecto hasta el Congreso de los Diputados estuvieron cargados de nervios. Mientras que unos añadían los retoques finales a sus discursos, los otros se abrazaban en un adelanto de las despedidas que iban a tener lugar aquella tarde. Una vez allí nos hicieron una visita guiada por las imponentes salas del Congreso y, finalmente, comenzamos la asamblea. Simplemente, inolvidable.

Pero si la sesión nacional fue una experiencia extremadamente enriquecedora, la internacional incluso la superó. Comenzó nuestra aventura aún en la madrugada, pues el reloj no pasaba de las cinco cuando llegamos al aeropuerto. Y no fue hasta la una de la madrugada del día siguiente cuando pudimos llegar a nuestras familias de acogida. Estábamos cansados, sí, pero ya se respiraba el ambiente de lo que iba a ser la semana que nos aguardaba.

El lunes empezó lo que los delegados ya llamamos virus MEP. Es un verdadero virus porque una vez que se instala ya no hay manera fácil de que se vaya. Fue un día de hacer amigos, de conocer los otros países y ver cómo muchos falsos mitos caían tras cruzar las dos primeras frases. Lo llaman Team Building, pero para no-sotros era la oportunidad de empezar a conocer a los que serían nuestra familia durante los siete intensos días que teníamos por delante. Fue el primer contacto con aquellos que, al final de la semana, eran grandes amigos.

El martes y el miércoles trabajamos muy duro. Era agotador el ritmo que debíamos seguir. En la realidad se emplean meses para hacer una resolución viable sobre cualquiera de los temas que tratamos. En cambio nosotros solo tuvimos dos días para hacer más de 12 propuestas de ley que fueran suficientemente buenas como para conseguir el voto de nuestros compañeros en la asamblea general. Aún así, tuvimos tiempo para asistir a una actuación folclórica con cóctel incluido, así como a una fiesta que nos organizaron. A pesar del trabajo duro también hubo tiempo para la diversión con nuestros nuevos amigos.

El jueves fue el día más político. Nos reunimos por delegaciones para descubrir los puntos débiles de las resoluciones. Además, también fue el día de las enmiendas. Teníamos que escribir nuestras propuestas para cambiar algún punto de las demás resoluciones y conseguir firmas para apoyar dichas modificaciones. Era divertido ver cómo nos íbamos posicionando y formando bandos con respecto a los diferentes temas controvertidos. Al final del día habíamos aprendido a persuadir a los demás. Al igual que sucedió en la asamblea nacional, ya se mascaba la tensión en el ambiente previa al encuentro.

El viernes fue el primer día de asamblea. Debo confesar que me entró el pánico. Había mucha gente, mucha más que en la nacional. A lo largo del día fui ganando confianza y, como si de una clase exprés se tratara, me acostumbré a la presión que suponía representar a tu país frente al resto de Europa y, poco a poco, me fui relajando. Tras un par de resoluciones ya estaba más suelta en mis intervenciones y el miedo casi había desaparecido.

El sábado tuvo lugar el segundo día de asamblea. Aunque, en teoría, debía ser igual que el día anterior, lo cierto es que no era lo mismo. Me sentía cómoda con el turno de palabra, ya no lo veía como una pequeña batalla, sino como algo divertido. Disfruté, como lo había hecho en la nacional, del acalorado día de asamblea atreviéndome, incluso, con un discurso en contra de la última enmienda. Fue una experiencia increíble porque me sentí a gusto y relajada, como si ese fuera el lugar exacto donde debía estar. Exponer mis argumentos con verdadera sangre fría, calma y pausa es algo que creo no había hecho nunca antes, y lo disfruté.

Al caer la noche, nuestros anfitriones nos obsequiaron con una Farewell Party, es decir, una fiesta de despedida, en la que tuvimos la oportunidad de despedirnos de todos aquellos que ya serán amigos nuestros durante muchos años. La excelentísima presidencia, haciendo gala de un gran sentido del humor, leyó su propia resolución, lo que fue un estupendo broche de oro.

Una burbuja
¿Que es el MEP? Es muchas cosas. Una burbuja en la que no existe nada más, es volar a casa, escuchar español y pensar que ese no es tu idioma; es olvidarse de todo. Es llegar a tu barrio y sentir que esa intensa semana que acaba de terminar queda ya muy lejos y que los que han sido como tus hermanos ahora sólo son una ilusión. Pero, ¿cómo es eso posible? Lo es porque las vivencias de ese viaje quedarán para siempre grabadas en otra vida, paralela a la real, a la que regresas cada vez que oyes la palabra MEP. Y es que ha sido una semana inolvidable. Lo peor fue regresar a casa y saber que a muchos de ellos quizás no los vuelva a ver. Aunque esto entristece, prefiero quedarme con los excelentes recuerdos que, difícilmente, olvidaré.

Gracias por enseñarnos el gusto por el trabajo bien hecho.

Laura Artiga y Elena Écija
Colegio “Nuestra Señora de las Maravillas-La Salle” de Madrid

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