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Los jóvenes ni pueden ni quieren irse de su casa

En los últimos 25 años del siglo pasado la edad de emancipación de los jóvenes se retrasaba a pesar de que la situación económica no era mala.
María HernándezMartes, 30 de octubre de 2012
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Ahora la difícil coyuntura económica está acentuando notablemente las dificultades que rodean el tradicional modelo español de emancipación juvenil, que ya de por sí es tardío, cuya edad media se sitúa en torno a los 29 años. Esta es una de las principales conclusiones de la investigación sociológica Jóvenes y emancipación en España, realizada por la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD) y la Obra Social Caja Madrid.

La crisis está afectando a dos indicadores fundamentales a la hora de llevar a cabo este estudio, como son el paro y la vivienda, que condicionan y dificultan la posibilidad de emancipación juvenil. Casi la mitad de los jóvenes españoles está en paro, siendo el índice más alto de la Unión Europea. Además, pese a que el precio de la vivienda se estabilizaba y bajó tras 2008, la adquisición de una propiedad aún implica una capacidad de endeudamiento por encima de lo posible. Tampoco el alquiler es una alternativa fácil, menos aún cuando las políticas públicas de apoyo al mercado del alquiler juvenil o las ayudas a la emancipación son de las más austeras de Europa, sólo superadas por Italia, Grecia, Luxemburgo y Portugal. Pero es que también los jóvenes consideran que el alquiler es “tirar el dinero” frente a la compra.

En España solo el 2% de las personas de 15 a 30 años reciben algún tipo de beca o ayuda a la formación, mientras que estos porcentajes llegan al 37% en Suecia, 22% en Dinamarca, 20% en Finlandia o 16% en Alemania. También estamos a la cabeza en el tiempo de transición desde que se termina nuestro ciclo educativo hasta que se comienza en el primer trabajo.

Estos datos se enmarcan en las variables culturales que inciden en el proceso de emancipación de los jóvenes españoles. José Guirao, coordinador de Obra Social Caja Madrid, afirma que estos “maduran de manera más temprana, pero sólo en algunas cuestiones. Existe una infantilización en cuanto a su respuesta a las exigencias y obligaciones de vivir en familia”. Además, los padres son permisivos en muchos aspectos de la convivencia en casa. También se constata que en España existe un tradicional sistema familista –así lo denominan en el estudio–, a partir del cual la familia no sólo se constituye como el principal elemento que garantiza la estabilidad económica y afectiva de sus miembros, sino que también incide en las estrategias de emancipación de sus componentes más jóvenes. Así, se van de casa, sí, pero no se lo plantean de forma independiente, sino en complicidad con la familia. Los padres están de acuerdo en que para emanciparse es necesario tener unas mínimas condiciones de seguridad. “No existe ruptura generacional en el siglo XXI”, afirma Eusegio Megías, director técnico de la FAD y responsable de la investigación. Los jóvenes no se quieren ir del hogar porque pierden calidad de vida y muchas comodidades, aún más si en el clima familiar impera la ausencia de conflictos y existe una alta autonomía. El resultado es que desaparece la urgencia por abandonar el núcleo familiar.

Megías explica que “en España no existe un modelo de emancipación institucionalizado ni normalizado. Los procesos emancipatorios son plurales y fragmentados”.

Analizando el discurso de los jóvenes en los grupos de discusión incluídos en la investigación, se desprende que, en general, entre los 18 y 20 años no existe aparente necesidad de emancipación, ni deseo de esta, bien porque se está convirtiendo en una tarea difícil o bien porque tienen alternativas más cómodas y sencillas. Según ellos posponer la decisión de emanciparse es una demostración no de conformismo, sino de adaptación a las complicadas circunstancias actuales. No obstante, los datos demuestran que, incluso en las épocas de mayor bonanza económica, la edad media de emancipación en España ha sido más alta que en otros países europeos.

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