fbpx

¿Hasta qué punto las expectativas influyen al calificar a un estudiante?

La OCDE sostiene que los docentes, al menos en comprensión lectora, basan las notas de los alumnos en algo más que los exámenes y las actitudes. Serían artífices de la ‘profecía autocumplida’.
Paloma Díaz SoteroMartes, 7 de mayo de 2013
0

Los alumnos que se esfuerzan, los que tiene un sentido de la responsabilidad y el deber con su papel de estudiantes, siempre esperan que eso mismo, su actitud, sirva para subir un poquito la nota obtenida en exámenes y trabajos.

Las calificaciones finales no sólo miden los ejercicios, sino los comportamientos, las actitudes y los buenos hábitos de trabajo. Pero, según la OCDE, hay algo más, y más intangible aún, que influye en los profesores a la hora de fijar la nota: las expectativas depositadas en los estudiantes respecto a su futuro académico.

Según este organismo internacional, los exámenes PISA sobre competencia lectora han demostrado en todos los países que las chicas reciben mejores calificaciones que los chicos “incluso si su actuación [exámenes] y sus actitudes hacia el estudio no han sido mejores”que las de ellos. El fenómeno se repite en los alumnos de entornos socioeconómicos y culturales más altos frente a los los de entornos menos favorecidos, sostiene el reciente estudio PISA in Focus número 26.

La OCDE concede extrema importancia a este margen detectado y a los factores que condicionan las calificaciones por otra realidad constatada: que la nota condiciona de forma determinante las aspiraciones de los estudiantes, sus expectativas académicas y profesionales, y sus planes de futuro.

El profesor de Educación de la Autónoma de Madrid Jesús Manso recuerda que ya en los años 60, en EEUU, “estudios clásicos como los de Rosenthal y Jacobson comprobaron empíricamente que las profecías de los docentes se cumplen a sí mismas”. “El nombre teórico que recibe este fenómeno es el de profecía autocumplida”, expone. También se le conoce como “efecto Pigmalión”, en referencia al mito del escultor griego que trataba a su obra Galatea como si fuera una mujer de la que estaba tan enamorado que Afrodita acabó dándole vida. “Lo que uno desea acaba cumpliéndose”, resume el investigador.

Carmen Fernández, profesora de Secundaria, también recuerda la “profecía autocumplida”, pero identifica a Pigmalión con los padres del alumno, de manera que las expectativas de aquéllos marcarían las de éste y, en consecuencia, su autoexigencia y su esfuerzo, factores constatables que no duda en tener en cuenta el docente.

Los profesores consultados coinciden en que la constatación del esfuerzo es la que de verdad cuenta y recelan a la hora de admitir que haya expectativas asentadas de manera inconsciente que puedan ser tan determinantes. Advierten de que ese esfuerzo visible, que iría vinculado a las expectativas del alumno y sus progenitores, suele estar más presente en chavales de familias con nivel sociocultural alto, y también es un rasgo que caracteriza más a las chicas que a los chicos por su grado de madurez superior, que “les hace más conscientes de su responsabilidad”, señala Ismael Alonso, profesor de Lengua y Literatura de un instituto madrileño.
“Son mucho más cuidadosas y tienen detalles que influyen de manera positiva en la nota”, añade Gúdula Cáceres, profesora de Concertada.

Ahora bien, ¿acaso un prejuicio en esta línea hace que se arrope más a las niñas o se sea más receptivo a sus cualidades? Casi todos lo niegan, pero Carmen Fernández apuesta por “reflexionar” sobre ello.

En opinión de Alonso, también jefe de Estudios, la expectativa que se pueda tener del alumno está basada en el conocimiento del mismo de modo muy particular: “¿Cuál es su techo?, ¿dónde está su límite?, ¿está cerca o lejos de él? Cuando esta última expectativa es alta y la calificación mediocre, este alumno suele ser penalizado porque su frontera está mucho más lejos; en cambio, cuando la expectativa es baja, cualquier progreso se mide en términos positivos”.

Los demás coinciden. “La docencia implica siempre atención a la diversidad, dar a cada uno lo que necesita”, recuerda Gúdula Cáceres.
“Los profesores debemos conocer bien al alumno y ello implica hacer que cada uno consiga su máximo”, resume Carmen Fernández. En ese sentido, “debemos considerar las notas como un instrumento que informa al alumno sobre su progreso”.

Además, advierte, “la nota tiene un componente muy relacionado con la autoestima del estudiante, y para algunos el 4,9 puede ser una oportunidad para reflexionar, pero para otros puede ser el comienzo de una cuesta abajo”.

Ismael Alonso pone el dedo en la llaga de otro asunto: ¿se relaja la exigencia para “evitar el enfrentamiento” con algunos padres? “Puede sonar un poco fuerte, pero echando un vistazo a las reclamaciones de final de curso en los centros públicos, la mayor parte son formuladas por progenitores de posición acomodada”, observa. Según su experiencia, “los padres de extracción social y económica medio-alta son mucho más exigentes y fiscalizadores de la labor docente”.

Sobre este particular, la mayoría opina que la presión podría influir en algún caso, pero nunca de modo generalizado.

En cualquier caso, las programaciones didácticas de cada curso “marcan las reglas del juego” –“contenidos mínimos para superar la materia, procedimientos de evaluación y criterios de calificación”– y “es obligatorio darles publicidad para que los alumnos sepan cómo serán evaluados”.

Buenas notas
Recomendaciones de la OCDE para que las notas sean fiables, útiles y constructivas:

  • Claridad

Deben informar sobre los logros conseguidos o no. Nada de “apto” y “no apto”. Mejor un sistema de puntuación que informe de cuánto le faltó para aprobar o para la excelencia.

  • Logros objetivables

Deben estar basadas en criterios claros y específicos y medir los logros alcanzados sin objetivos preestablecidos.

  • Nada de intangibles

No deben reflejar expectativas ni juzgar el comportamiento. La conducta se puntuará aparte y cualquier factor que no sea directamente los logros de rendimiento.

  • Uso no punitivo

No usar las notas para castigar por entregar trabajos tarde o incompletos.

  • Ojo con la desmoralización

Las notas muy por debajo del aprobado pueden desmoralizar y disuadir del esfuerzo.

  • Notas innecesarias

No todos los ejercicios tienen por qué ser devueltos con nota. Bastan las correcciones.

  • Aspectos incuantificables

Que la evaluación y el reconocimiento de cualidades personales no se traduzcan en calificaciones numéricas.

0
Comentarios