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La primera sordociega española con una carrera

Gennet Corcuera vivía en las calles de Etiopía cuando fue acogida en un orfanato. En 1988 Carmen Corcuera visitó el orfanato, se trajo a la niña a España y la adoptó.

Estrella MartínezMartes, 21 de enero de 2014
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Gennet, a la izquierda, y Juani se comunican utilizando el lenguaje de signos en las palmas de sus manos. (Foto: Jorge Zorrilla)

Eligió a Gennet porque es sordociega. “Es una limitación más allá de lo imaginable. Nunca ha visto ni oído nada”, explica Margarita García Navas, una de sus guías-intérprete. Vive “encerrada en un mundo de silencio y oscuridad”.

Un mundo callado y apagado, pero lleno de vida. Gennet es brava, resuelta, alegre. “Con 8 años empecé en un cole de la ONCE y fui aprendiendo a comunicarme con lenguaje de signos y dactilológico –permite dele-trear palabras que no tienen signo propio como el nombre de una persona–. Aprendí la vocalización de las palabras y el braille. El progreso fue grande y aprendí a hablar”, explica Gennet. “Hola, buenos días”, verbaliza para demostrarlo. En aquellos tiempos “mi madre me metía mucha caña para que aprendiera, me obligaba a leer mucho”, recuerda Gennet con un gesto divertido de fastidio. Después llegó la Primaria, que cursó en un centro con otros sordociegos. Luego, el instituto de integración con ciegos. La ONCE adaptaba el material y contaba con una persona que ejercía de intermediaria, pues no hay que olvidar que Gennet depende del tacto para comunicarse. “El sordociego necesita que le hagan la lengua de signos y la dactilología en la palma de la mano. Para un sordociego el mundo termina donde terminan sus manos. Si no toca, no sabe lo que hay a su alrededor”, apunta Juani Martínez Ropero, su otra guía-intérprete.

Terminó la Secundaria y su madre se empeñó en que se matriculara en Bachillerato. Entonces llegó la Selectividad… “Sólo me dieron más tiempo, pero el examen era igual que el de los demás. Saqué un 7,8”, recuerda. Pero ella no quería ir a la universidad. Nuevamente la tenacidad de su madre y los ánimos de su entorno la acabaron llevando hasta allí. “Elegí Magisterio – en el Centro de Estudios Superiores Don Bosco– para enseñar a los niños todo lo que yo aprendí”. En la universidad “tardé dos años por curso. Mis compañeros, profesores y mediadores me ayudaron. Yo tenía unas ganas enormes de terminar, estaba cansada de tanto estudio, de tanto libro”, comenta con una sonrisa en los labios. El trabajo dio su fruto y el año pasado Gennet terminó su carrera, convirtiéndose en la primera persona sordociega que alcanza una meta así en España. Ahora tiene 32 años y es profesora especializada en Educación Especial. Su deseo es enseñar a niños sordociegos porque “entre nosotros es más fácil la comunicación y yo he pasado por lo mismo”.

Como cualquier joven de su edad, Gennet aprovechó que había finalizado sus estudios para independizarse. Ahora vive sola gracias a la ayuda de la ONCE y de la Comunidad de Madrid. “Me enseñan a hacer la compra, a cocinar, me leen las cartas… Lo necesito porque todavía no lo sé hacer todo sola”, explica. El siguiente reto es conseguir un trabajo. Gennet está en proceso de entrega de currículos. “Ahora necesito progresar un poco más para vivir sola y tener trabajo. Quiero continuar mi vida como hasta ahora. ¡Ser libre!”, afirma. Marga defiende que puede hacer “perfectamente bien” trabajos manuales y también busca empleos de este tipo, pero si se “dedicara sólo a insertar botones en una fábrica, sería lamentable”, concluye.

Hasta que encuentre trabajo, Gennet gana algo de dinero dando clases particulares y charlas, como la que ofreció en la Universidad San Pablo CEU de Madrid que nos permitió conocerla. Acompañada siempre de sus intérpretes, se convierte en protagonista de estos encuentros donde los asistentes participan activamente planteando todo tipo de cuestiones de índole práctico. Así, Gennet habla sobre un novio que tuvo hace unos años o sobre cómo elige la ropa –memoriza los detalles de cada prenda y las combinaciones acertadas–. Además, los asistentes y yo misma hablamos directamente con Gennet gracias a una tablilla donde están las letras y los números en relieve. Gennet te da su dedo para pasar por cada letra, hasta que deletreas las palabras. Rápidamente, ella toma el tuyo para pasarlo por las letras que conforman su respuesta.
“Hola, soy Gennet y doy esta conferencia como experiencia de mi vida”. Una experiencia que hace mucha falta, pues los sordociegos siguen siendo unos grandes desconocidos. “Podéis acercaros a nosotros, no somos personas raras. Necesitamos contactar con el mundo”, nos pidió Gennet en cuanto le pregunté qué mensaje quería que apareciera en la prensa.

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