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Un proyecto destinado a motivar al alumnado de altas capacidades

El objetivo es evitar el fracaso escolar y la frustación personal de los jóvenes.
Miércoles, 12 de noviembre de 2014
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Los alumnos son atendidos individualmente dentro y fuera del aula y de manera grupal. (Foto: Colegio Amor de Dios)

Hace más de cinco años conocí al que sería el precursor de un mundo nuevo, la guía hacia una nueva Educación. Pero iniciemos esta pequeña historia desde el principio.

Hace ya varios años nacía en los centros ordinarios el aula de apoyo a la integración, ahora también llamada aula de PT. Era un aula desconocida, una nueva aula inaceptable para muchos, indiscutible y lógica para otros. Fue entonces cuando, en los centros ordinarios, palabras como discapacidad, integración o trastornos que antes rebotaban en las paredes, se convirtieron en palabras asiduas y cotidianas.

Cuando comencé a adentrarme en este fantástico mundo que es la escuela, desde mi posición de maestra, quise innovar, incluir las diferencias y convertirlas en tradiciones, intentar quedarme con lo que funciona y desechar lo que no llegaba a ninguna parte. Los primeros días fueron cautos, no quería salir de la línea marcada el primer curso, pues hay que conocer primero el camino para poder pensar alternativas a los tramos que no convenzan.

Poco a poco comenzaba a cambiar, no siempre iba por el mismo camino ni usaba los mismos medios de transporte; y pronto me topé con tramos de carretera que, aunque a veces me hacían llegar al destino marcado, eran demasiado arduos, monótonos y aburridos. Si algo no funciona ¿por qué seguir usándolo? O se arregla o se sustituye.

Sinceramente, en esos primeros días en los que, por ignorancia o por cautela, decidí no salirme demasiado del sendero marcado, durante la mayoría de la jornada me aburría. Dando clases me aburría y pensaba ¿cómo no se van a aburrir los niños? Y entonces indagué y adopté diferentes metodologías y formas de actuar ajenas; y también intenté innovar por mí misma y adaptarme a los nuevos tiempos.

Y en este pasaje interminable pero esperanzador, repleto de diferencias y oportunidades, encontré una nueva diferencia que hasta entonces no conocía de cerca: las altas capacidades. El aula de apoyo a la integración presenta continuos retos de inclusión en la escuela y en la sociedad, y este era uno de ellos. Sí, todos somos iguales en derechos y en oportunidades, pero de la misma forma que somos iguales, somos diferentes.

Nueva dimensión
Altas capacidades, sobredotación, talento. ¡Qué equivocada estaba antes de conoceros! Con un solo alumno primero, y algunos más después, llegó la fundación de una nueva dimensión educativa en mi aula. Me puse manos a la obra, como siempre creo que se debe hacer cuando llega algo inédito, pues aunque todos tengamos una base formativa, nunca es suficiente. La formación de un maestro nunca descansa. Y es en este punto cuando, sin prisa, pero sin pausa, iba conociendo la teoría y aplicando la práctica. Esta práctica es la que, en este curso, ha sido galardonada con el I Premio a la Excelencia Educativa 2014 de la Fundación el Mundo del Superdotado.

La protagonista de este relato es una metodología llevada a cabo en el aula de apoyo a la integración con alumnos diagnosticados de altas capacidades en el centro. Hay que aplicar medidas de atención a la diversidad a todos los alumnos que presenten necesidades educativas y esas medidas deben ser proporcionales a esas necesidades concretas y deben, también, ser específicas para cada alumno.

He aprendido que si no se les atiende a tiempo de forma adecuada pueden, incluso, llegar al fracaso escolar y, lo que es peor, a la frustración personal. Esperar a que surjan problemas en estos alumnos para que sean atendidos es un craso error. Hace poco escuché: “Hay que educar a los alumnos de altas capacidades, no entretenerlos”. Desde este aula se proponen tres tipos de atenciones dentro del horario escolar: atención individual en el aula ordinaria, atención fuera de ella y atención grupal. Todas estas medidas están descritas en el trabajo llamado La excelencia existe, cuyo nombre responde a todas aquellas personas que niegan la existencia de las altas capacidades.

Es muy difícil incluir un nuevo sistema de trabajo, pero hay que intentarlo. Si queremos que la sociedad, a la que tanto criticamos, cambie, hay que empezar por la Educación. La transformación se inicia desde abajo, desde los pilares, todo se gesta en la escuela. Dime cómo te educas y te diré quién eres, cómo vives. Leí una vez: “Si no quieres obtener el mismo resultado, no hagas otra vez lo mismo”. Y, sin embargo, caemos en el error una y otra vez.

Un proyecto de excelencia
La excelencia existe se puede resumir en las dificultades y logros que manaron de ella. Como dificultades, podemos mencionar la escasa formación ante este tema cada vez más extendido, los mitos tan arraigados que se asientan en la escuela, el tiempo extra necesario para preparar una atención adecuada y, por último, la socialización de muchos de estos alumnos, que, en ocasiones, se ve mermada por la propia sociedad.

Pero llegan los logros y con ellos la esperanza de que la escuela sea un lugar donde encontrar una Educación integral, real y completa. Entre los aspectos positivos principales descubrimos la motivación ante el colegio, el desahogo entre iguales, la respuesta a sus necesidades y a sus inquietudes. Pero sobre todo encontramos a un alumno feliz que trabaja mejor y acepta las adversidades e intenta superar los obstáculos. Estos estudiantes se adaptan al sistema y trabajan para que el sistema se adapte a ellos.

Son tantos los logros, pero tan insuficientes que siempre queda la sensación y la obligación de trabajar más; y cuanto más se trabaja, más nos damos cuenta de lo que queda por hacer. Pero no se puede interrumpir la tarea de avanzar, no podemos estancarnos. Con la Educación tenemos en nuestras manos el futuro y tenemos que verlo. Solo aunando fuerzas y remando en la misma dirección podremos llegar todos a buen puerto, al mismo puerto.

Todos los días me pregunto si lo estaré haciendo bien o si, por el contrario, me estoy equivocando. En cada momento surgen dudas sobre esta labor de maestra que me han confiado, pero entonces llega un reconocimiento e indudablemente deliberas: Pues parece que no voy mal encaminada y te dan fuerzas para seguir, un empujón para animar a otros compañeros, para saber que si no es por un camino, es por otro, en definitiva, un aliento para seguir siendo maestra.

Inmaculada Espinosa
Colegio “Amor de Dios”de Cádiz

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