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“La supuesta lucha entre ciencia y fe es una leyenda decimonónica”

Francisco José Soler Gil defiende que las relaciones entre ciencia y fe cristiana tienen que ser planteadas en términos de colaboración y diálogo como el único camino.
RedacciónMartes, 13 de enero de 2015
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Francisco José Soler Gil es profesor de Filosofía en la Universidad de Sevilla y doctor en esta misma materia por la Universidad de Bremen. Ha escrito junto con el también docente ya retirado Manuel Fonseca este libro sobre la necesaria colaboración entre ciencia, razón y fe. 14 catedráticos y 12 profesores de universidad de España y América Latina han respondido a las 60 cuestiones.

¿Por qué 60 preguntas?
Es un límite práctico. Los editores del libro queríamos presentar el pensamiento de un gran número de científicos y profesores universitarios que, desde distintas especialidades, se interesan cada uno a su modo por las relaciones entre ciencia y fe. Por eso comenzamos proponiéndoles unos temas generales y pidiéndoles que identificaran preguntas controvertidas dentro de esos temas. El resultado fue una lista bastante larga. De manera que el libro podría haber tratado de más de 60 preguntas, pero muchas de ellas estaban ligadas entre sí, y, por otra parte, la obra debía tener unas dimensiones que no desalentaran al posible lector. El punto de equilibrio entre todas estas consideraciones se alcanzó en las 60 preguntas que hemos recogido finalmente.

¿Qué nos cuenta este libro?
Nos cuenta cómo es de hecho el encaje entre esos dos aspectos esenciales de nuestro pensamiento y nuestra cultura que son la ciencia y la fe religiosa –y más concretamente, la fe cristiana–. Nos habla de algunos malentendidos que se han dado históricamente y de otros que se siguen dando hoy día. El libro trata de algunas fronteras y límites del conocimiento científico, impuestas por la propia naturaleza de su actividad, pero también trata del impulso que la teología natural recibe de numerosos desarrollos científicos actuales. En definitiva, esta obra presenta una visión de conjunto de las polifacéticas y abigarradas relaciones entre la ciencia y la fe.

¿Crees que siglos después sigue existiendo una «lucha» entre ciencia y fe?
A mi modo de ver concebir las relaciones entre ciencia y fe como una especie de lucha titánica de siglos es una deformación que se deriva de la popularidad que aún posee en nuestros días la interpretación materialista de la ciencia. Pero la historia de la ciencia no avala esa forma de ver las cosas. Es cierto que hubo un choque entre teología y ciencia en el caso Galileo. Pero ese caso, por lamentable que resulte, constituye una excepción absoluta. En realidad, la fe cristiana no solo no supuso un freno, sino que actuó de gran inspiradora e impulsora de la actividad de los pioneros de la ciencia moderna: Copérnico, Kepler, Newton, Descartes, Leibniz, Pascal fueron todos profundamente cristianos. Más aún, la ciencia era para ellos una forma de acercarse a Dios. Incluso fue así para Galileo, un hombre de sincera religiosidad, a pesar de su enfrentamiento con algunos teólogos importantes en su tiempo. En el fondo, la supuesta lucha entre ciencia y fe no es más que una leyenda decimonónica.

¿Cómo definirías la situación actual?
El mundo es quizás un poco demasiado grande para mí. Si nos limitamos a contemplar el panorama de nuestro “pequeño mundo” occidental, nos encontramos con un claroscuro muy interesante. Por un lado continúa bastante extendida, a nivel popular, la mitología materialista de la ciencia, que entiende que la ciencia simplemente refuta a la religión. La idea dominante a este nivel es fácil de resumir: a más ciencia, menos religión. Más aún, los científicos famosos son considerados por muchos como una especie de sumos sacerdotes de un nuevo culto científico que sustituiría a la religión tradicional. Esta es la sombra del paisaje actual. Pero, por otro lado, el número de científicos activos que compatibilizan en sí mismos ciencia y fe es alto. Y se observa una tendencia creciente por parte de estos científicos a reflexionar sobre dicha compatibilidad.

¿Crees que todavía hay gente que se empeña en que no sean compatibles?
El empeño existe, desde luego, pero procede de representantes de ideologías muy particulares: por un lado tenemos el materialismo cientifista que es una ideología decimonónica impulsada inicialmentemás que por científicos, por filósofos como Comte, y que fue la verdadera inventora del mito del enfrentamiento entre ciencia y fe. Los representantes más conspicuos de esa ideología en nuestro tiempo son Richard Dawkins y su círculo de “nuevos ateos”. Por otro lado tenemos algunos grupos de protestantes norteamericanos que se declaran partidarios del “literalismo bíblico” y rechazan amplias ramas de la biología, la geología y la física actuales, porque no son compatibles con la letra del primer capítulo del Génesis. Pero estamos hablando del empeño insensato, a mi modo de ver, de dos grupos relativamente marginales y que defienden posiciones bastante alejadas de la realidad.

Háblame de los 26 profesores que han participado en este libro.
Los editores hemos procurado incorporar a esta obra a un conjunto representativo de científicos y filósofos tanto de España como de otros países de habla española, que compatibilizan su actividad investigadora y académica con su fe cristiana, y que han reflexionado sobre esta compatibilidad en libros, artículos o conferencias. La razón por la que nos hemos limitado a considerar autores de habla española es que que-ríamos mostrar que las reflexiones sobre ciencia y fe en nuestros días no son un tema exclusivo del pensamiento anglosajón. Entre los participantes en el libro hay físicos, químicos, biólogos, geólogos, matemáticos, filósofos especializados en la ciencia y hasta un periodista científico. Por supuesto el colectivo al que representan es mucho mayor, pero basta el número de participantes para mostrar lo infundado de la idea, que a veces parece darse por supuesta, de que en nuestros días apenas si hay científicos creyentes. En realidad sí los hay, y muchos, pero la mayor parte no consideran ni siquiera necesario reflexionar sobre la coherencia entre ambos aspectos de su pensamiento, pues la viven de una forma natural.

¿Cuál es el mensaje que queréis lanzar?
Que ha llegado el momento de superar el mito materialista del enfrentamiento entre ciencia y fe; que los cristianos podemos sentirnos orgullosos del papel que nuestra fe ha desempeñado como impulsora y determinante del desarrollo de la ciencia moderna; que la fe cristiana en la racionalidad del mundo –como obra que es del Logos divino– y en la capacidad del hombre –como imagen de Dios– para descubrir esa racionalidad fue, y continúa siendo, el marco intelectual más propicio para el despliegue del pensamiento científico; y que la fe ayuda a la ciencia a entenderse a sí misma: a entender sus postulados, y también sus límites éticos. Por tanto, que las relaciones entre ciencia y fe hay que plantearlas en términos de colaboración y diálogo. Ese es el camino fructífero, como espero que el lector también aprecie al concluir la obra que le proponemos.

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