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“El cambio educativo pasa por enriquecer los modelos de aprendizaje”

Lourdes Bazarra y Olga Casanova, autoras de Directivos de escuelas inteligentes, explican que la escuela actual debe adaptarse al futuro.
Pilar RuzMartes, 24 de febrero de 2015
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(Foto: Jorge Zorrilla)

Lourdes Bazarra y Olga Casanova son licenciadas en Filología Hispánica y, en el caso de Casanova, diplomada en Magisterio. Ambas han sido profesoras de Primaria, Secundaria y Bachillerato. Esta experiencia en el ámbito educativo les ha llevado a escribir el libro Directivos de escuelas inteligentes. ¿Qué perfil y habilidades exige el futuro? con el objetivo de enumerar las claves que deben potenciar los centros para adaptarse al futuro.

En el libro habláis de la importancia de construir la escuela del futuro. ¿Qué características tienen estos colegios? ¿Sirve algo de lo que hay en el presente?

Olga Casanova. Nosotras decimos que hay tres velocidades. Las escuelas planas que se dedican a enseñar lo que ya saben y que están instauradas en la gestión. Por otro lado hay escuelas que están en tránsito porque han empezado a hacerse preguntas para mejorar el funcionamiento de los chicos. En tercer lugar están las escuelas inteligentes, que ya han empezado a dar respuestas a estas preguntas. Estas se caracterizan porque son flexibles, buscan y se dedican a la innovación, están conectadas y comparten la experiencia con otros.

Lourdes Bazarra. Además, se empiezan a desarrollar perfiles nuevos tanto en el alumno como en el profesor o en las metodologías. No podemos preparar a alumnos para el futuro con una escuela del pasado. Por otro lado, debe desarrollarse una nueva arquitectura. No podemos impartir las nuevas metodologías con aulas totalmente cerradas o con colegios que solo tienen una clase con proyector.

¿Los profesores no se adaptan a ese futuro viviendo en él?
L.B. Los profesores hemos sido educados en un pasado que no comparte muchas de las cosas del futuro. Hay docentes más abiertos al cambio, pero hay otros que quieren que los alumnos se adapten a ellos y hagan lo que ellos consideran que es correcto y bueno. Esto es un problema porque los cambios ahora van más deprisa y una escuela que se quede anclada en el pasado se va a quedar vacía.

O.C. Las escuelas planas dilapidan todo el entusiasmo inicial de los niños y se crean estudiantes acomodados. En los últimos años se ha abierto una brecha muy grande y ya tienes profesores en Twitter, por ejemplo.

¿A qué dificultades se tiene que enfrentar una persona que decida crear una escuela inteligente?
L.B. Los padres muchas veces exigen una escuela que ellos reconozcan. Por ello hay que hacer una pedagogía con los adultos para explicarles los cambios. Otro problema está en una parte del claustro de profesores, en las inversiones económicas y de tiempo para cambiar e investigar. Hay que hacer también pedagogía social y explicarle a la sociedad por qué está cambiando la escuela.

O.C. El cambio central pasa por enriquecer la metodología y los modelos de aprendizaje. Eso es difícil porque toca la formación de los profesores. Cambiamos mucho los currículos, pero no el modelo de dar clase. El cambio metodológico se tiene que hacer desde preguntas, invitando al profesor a convertirse en un seductor del aprendizaje para los alumnos.

En vuestro libro al hablar de directores, mencionáis la participación. ¿Qué diferencia a un director de un profesor?
L.B. Los directores han sido formados para ser profesores y hay que formarles en habilidades directivas porque no es lo mismo dirigir un equipo de chicos, que dirigir un equipo de adultos. Una de las obsesiones que nosotras tenemos en el perfil directivo es que tiene que tener visión de futuro para ayudar a que los cambios no se produzcan bruscamente. Por otro lado tiene que hacer un uso inteligente del tiempo.

O.C. Los directores tienen que abandonar el verbo hacer por el verbo pensar y acompañar. Eso supone delegar y darles al resto de profesores funciones dentro de la escuela y potenciar su carrera profesional. Nosotros hacemos una propuesta de carrera que supone ser, los cinco primeros años, un buen profesor de aula y después, con el tiempo, ir cogiendo coordinaciones.

Vosotras dais las directrices para dirigentes, pero ¿cuál es el papel del alumno?

L.B. El alumno es un nativo digital que vive conectado. Él nos puede enseñar a los adultos cosas que desconocemos. Por ello, hay que abandonar el concepto de alumno como caja vacía que hay que llenar. El alumno debe de ser mucho menos receptivo y pasivo para pasar a ser mucho más participativo y proactivo. El profesor va a seguir siendo el que dirija la clase, pero con un papel más activo del alumno.

O.C. Eso obliga al profesor a generar un contexto adecuado de buenas preguntas para que el alumno cree buenas respuestas que aportan soluciones. Esa responsabilidad se construye y se aprende.

¿Qué futuro tienen las escuelas planas?
O C.
El océano educativo está lleno de grandes galeones que se han hundido por exceso de peso. Necesitamos una escuela más sencilla y ligera, que se centre en lo importante. Hay colegios que creen que no tienen que plantearse nada porque siguen teniendo alumnos.

L.B. El ritmo de los cambios va a hacer desaparecer a escuelas que ahora mismo tienen éxito, si no se adaptan. En los colegios tiene que haber revistas de formación y publicaciones para que los profesores estén al día.

O.C. Además, esa competitividad se va a ver también entre los docentes. Solo los más preparados podrán enseñar. Tenemos que conectarnos mucho más y fomentar la cultura educativa.

Familias y PISA, los grandes retos de la Educación
Según Lourdes las familias “tienen que entrar en la escuela como agentes educativos en corresponsabilidad y con interés” De la misma manera rechaza la postura del padre que va solo” a recibir las broncas por sus hijos o a exigir al centro”. También asegura que desde los colegios “se tiene que intentar fomentar su participación y su formación con el objetivo de que empiecen a buscar, de forma responsable, estas escuelas inteligentes para sus hijos”.

Por otro lado, las escuelas inteligentes plantearán una serie de cambios entre las AMPA y los profesores y directivos de los centros. En este sentido, Olga asegura que “hay algunos que ya están en el buen camino y están muy preocupados en colaborar y comprometerse”. Además, las expertas han constatado que las cosas que más demandan las familias son recibir técnicas para mejorar la comunicación con el profesor y buscar darles a sus hijos una orientación profesional diferente. Lourdes añade que las AMPA no deben identificarse con los padres de hijos con dificultades, sino asociarse con una asociación de padres “corresponsables dentro del proceso educativo de sus hijos”.

En cuanto al polémico Informe PISA, ambas aseguran que “dan pistas que nos pueden ayudar a mejorar”. Por un lado, entre los aspectos positivos, señalan que PISA ha ayudado a que se potencie más que los niños interrelacionen y utilicen el conocimiento. Aun así aseguran que esto no es el final, sino que desde los centros deben “ponerse las pilas para saber qué evaluar y así definir el tipo de alumno que se quiere crear”. En este sentido Lourdes asegura que su preocupación “no es solo conocer qué es lo que los alumnos tienen que saber, sino qué saben hacer con lo que saben”. Aquí reside para las autoras de este libro la reflexión más interesante de PISA: “Nos dice que el alumno sabe poco y sabe hacer poco con eso. Ahí es donde hay que trabajar”.

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