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La alumna que quiso conocer a los sin hogar

“Los chavales tienen que ver cara a cara la realidad”, defiende Vidal, de RAIS.
Estrella MartínezMartes, 17 de marzo de 2015
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Todo empezó con un vídeo visto en Facebook sobre Street Store, una iniciativa sudafricana de un mercado de ropa gratuita para personas sin hogar. “El vídeo pedía a la gente de todo el mundo que lo pusiera en marcha en su ciudad. Me encantó la idea y lo hablé con mis compañeros de clase. Me pareció algo súper nuevo, algo que no había pasado nunca en Madrid y creí que estaría muy guay hacerlo”. Quien así habla es Sofía de la Guerra, una alumna de 2º de Bachillerato del Colegio “Liceo Europeo” de Alcobendas (Madrid).

Sofía es alumna de Bachillerato Internacional, unos estudios que incluyen “ciertas horas de creatividad, acción y servicio. Nosotros ya teníamos cumplidas estas horas, pero no nos importó, sabemos que hay gente en la calle, pero nunca les hablamos, nuca estamos con ellos”, continúa, así que se pusieron manos a la obra para hacer que el primer Street Store fuera una realidad. Sofía conocía a la Asociación Bokatas, que trabaja con personas sin hogar, y se puso en contacto con ellos para poner en marcha esta iniciativa. “Lo vimos claro desde el principio, así que les dijimos que adelante, que les ayudaríamos en todo lo necesario”, explica Pepe Otaola, presidente de Bokatas. “Nosotros poníamos el contacto con las personas sin hogar, el acceso al Ayuntamiento y los permisos para realizar un evento, la logística, y ellos la ropa que se llevaría al mercadillo”, además de participar en la organización y trabajar como voluntarios el día de la cita.

Y así se celebró el pasado sábado el primer Street Store. Numerosos voluntarios del colegio madrileño, así como miembros de Bokatas y de Fundación RAIS, especializada también en personas sin hogar, que se unió a la iniciativa, montaron los puestos de ropa y disfrutaron de una jornada donde las personas sin hogar pudieron hacer algo más que conseguir prendas gratis y que es fundamental para ellos: relacionarse con personas más allá de su colectivo, es decir, visibilizarse. La ropa fue la excusa perfecta para entablar partidas de parchís, de ajedrez, arreglar bicicletas, hacer sesiones de maquillaje o cantar y bailar. “Demasiada gente es la que nos ignora, la verdad, tengo que decirlo así, claramente”, dice Francisco, de 22 años, en la calle desde que con 18 años tuvo que salir del centro de menores en el que estaba en Soria.

Es aquí donde radica la importancia de este tipo de iniciativas. “El cambio que tiene que suceder con las personas sin hogar es un cambio desde la exclusión a la inclusión y para conseguirlo tenemos que conocernos, vincularnos”, explica Pepe. “Conocer su nombre, porque son personas con las que nunca hemos entablado verdaderamente contacto directo”, añade Sofía. “En la formación de los chavales es imprescindible que vean cara a cara la realidad para que sepan dónde están, quiénes son, para que sepan y aprecien lo que tienen, y también para que tengan retos a la altura de su edad”, defiende Fernando Vidal, presidente de Fundación RAIS y profesor de la Universidad Pontificia de Comillas.

Nadie dijo que fuera fácil
El colectivo de personas sin hogar no solo resulta invisible para la mayoría de la sociedad, sino que cuando se repara en él es desde los clichés y con una visión muy estigmatizada y negativa. Es por esto que no resulta sencillo, como bien sabe Sofía, que tuvo que convencer a algunos de sus compañeros, que “tenían un poco de miedo, me decían que era gente de la calle y que era peligrosa”. Y claro, luego “ves que no es gente peligrosa, que son personas como tú y como yo a las que las circunstancias de la vida han dejado así”. Tampoco fue fácil convencer al colegio. “La verdad es que no lo entendieron mucho, pensaban que se nos iba a ir de las manos, estaban acostumbrados a que siempre eran ellos los que se ponían en contacto con las fundaciones o asociaciones con las que hemos trabajado. El director era quien hablaba, no el alumno”. Afortunadamente cuando Bokatas se puso en contacto con el centro para decir que estaban a bordo, se convencieron y respaldaron la iniciativa de sus alumnos. Sofía está orgullosa, “estamos muy contentos, ojalá podamos repetirlo en el futuro”, explica mientras piensa en detalles que han ido surgiendo en esta edición y que piensa que se pueden mejorar para la siguiente.

Esta jornada de convivencia entre jóvenes y personas sin hogar estuvo protagonizada por la alegría y la inclusión, “porque a esta gente no hay que ayudarla, a esta gente hay que incluirla”, defiende Pepe. No olvidemos que las personas acaban en la calle por circunstancias muy distintas, que tienen en común una consecución de situaciones dramáticas y la soledad, la pérdida de los vínculos con sus familiares y amigos. A la dureza de su día a día se une que son víctimas habituales de delitos de odio que provienen de personas que no pertenecen al colectivo. Por eso un sin hogar de Las Palmas nos pedía que “os pongáis también en nuestra situación, volcaros más porque un día os puede pasar a vosotros, ¿sabes?”.

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