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“Los docentes no necesitan tanta formación en TIC, pero sí más apoyo en el aula”

Francesc Pedró, jefe de la División de Políticas Sectoriales, TIC y Educación de Unesco, cree que “30 horas de formación fuera del aula no son tan relevantes para la práctica docente como tres horas con un tutor al lado en el propio lugar de trabajo”.
Adrián ArcosMiércoles, 4 de marzo de 2015
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Empoderar a los docentes para que ellos mismos conozcan lo que pueden llegar a hacer y otorgarles unas condiciones de trabajo que les permitan una cierta flexibilidad. Esa es la idea final que propone Francesc Pedró, jefe de la División de Políticas Sectoriales, TIC y Educación de la Unesco. Para él, la buena noticia es que los docentes utilizan la tecnología en aquello que les convierte en más eficientes, y lo hacen fuera del aula. Por eso exige empoderarles para que lo hagan también dentro del aula.

¿Se está utilizando la tecnología de forma adecuada en el aula o más como una herramienta de ayuda?
Las cifras acreditan que en torno al 70% de los profesores de Primaria y el 90% de los de Secundaria utilizan algún soporte tecnológico para la preparación de las clases, y en torno al 40% para los procesos administrativos que hay detrás, como mantener el archivo con las notas de los alumnos o saber quién ha presentado los trabajos, por ejemplo (mirar gráfico de la página anterior). Pero cuando preguntas cuántos utilizan la tecnología en el aula, te das cuenta de que el porcentaje baja enormemente. A nivel europeo, estamos en un 12% de docentes que utiliza alguna forma de tecnología en más del 50% de sus clases. Y el porcentaje no varía mucho –en torno al 14%– en cuanto a los que la utilizan en un 25% de sus clases o menos. Esto significa que tenemos una franja importante de docentes que hacen algo con la tecnología, pero las más de las veces se limita a algo puramente presentacional.

¿Cuál puede ser el motivo de este escaso uso de la tecnología en clase?
En primer lugar, yo creo que es un tema fundamental de competencias profesionales de los docentes. En el último Informe TALIS, el primer aspecto en el que los profesores sienten que faltan todavía oportunidades de desarrollo profesional era el tratamiento de alumnos con NEE en el aula ordinaria. Pero el segundo era el uso pedagógico de la tecnología y, lo que es más importante, el tercero era el uso administrativo de la tecnología (mirar primer gráfico de la página anterior). Es decir, que los docentes sienten la presión e intuyen que hay oportunidades en la tecnología, pero les falta el apoyo y el desarrollo profesional que les permita desarrollar las competencias profesionales para aprovechar esa oportunidad.

¿Por qué les está sucediendo esto a los docentes?
Básicamente por dos razones. En primer lugar, cuando visites una Facultad de Educación en España, hazte la pregunta si ese es un lugar que tú recomendarías a alguien para conocer hasta qué punto la tecnología ayuda a la transformación de la enseñanza. Es un problema a escala europea, e incluso de la OCDE. El segundo no es tan evidente y trata del mal uso que se ha hecho hasta el momento de la tecnología en la formación continua. Generalmente ha habido enormes inversiones para la formación de docentes en tecnología, pero sacamos a los docentes del aula y los llevamos a un lugar donde alguien les enseña. En Unesco defendemos que 30 horas de formación de ese estilo no son tan relevantes para la práctica profesional como tres horas con un tutor a tu lado en tu lugar de trabajo, que te ayuda a ver exactamente qué tipo de problemática puede ser mejor atendida con soluciones soportadas por la tecnología.

Es decir, ¿es mejor el apoyo a los docentes que la formación?
Para mí el reto es empoderar a los docentes, es decir, conseguir que tengan la visión y la capacidad de desarrollar esas competencias en su mismo lugar de trabajo. Por eso deberíamos dejar de hablar de formación y centrarnos más en el apoyo, porque en definitiva los docentes que tenemos ya están formados y se siguen formando. Lo que necesitan es alguien al lado, que puede ser otro docente como ellos, que les diga cómo mejorar y les enseñe otras nuevas técnicas.

¿Puede ser que todavía se le dé mucha importancia a la clase magistral y se desconfíe de la tecnología?
Imagina que pones a un alumno de 13 años una tarea escolar sobre las tres causas fundamentales de la Revolución Francesa. ¿Qué crees que hará? Seguramente entrará en Google o en la Wikipedia y hará un “corta y pega”. Eso refleja que utilizan la tecnología en formas que, faltos de apoyo docente, son inadecuadas, ya que les lleva al plagio o a la incapacidad de digerir esa información. Pero en segundo lugar también plantea un grave problema desde el punto de vista de la metodología, porque seguimos poniendo las mismas preguntas que cuando los alumnos no tenían acceso a internet. Eso significa que el contexto en el que los alumnos viven nos exige también que cambiemos el tipo de actividades que deben hacer.

¿Cómo debería de ser esa metodología en clase?
Si lo que pretendes, más allá de la transmisión de contenidos, es el desarrollo de competencias, necesitamos que el alumno actúe sobre esos contenidos, y eso significa que hay que dar una vuelta al tiempo escolar de forma que esa transmisión de contenidos sea más amigable para el alumno, como por ejemplo a través de vídeos que los propios profesores preparan. Ese es el concepto famoso de la denominada “clase invertida”, donde los profesores preparan una serie de vídeos muy simples en los que salen ellos mismos, y se les pide a los alumnos que los visualicen en casa tranquilamente. Si esa función de transmisión se desplaza fuera del aula, eso significa que tenemos más oportunidades en el aula de hacer otras cosas –experimentos, proyectos, salir fuera del aula o preguntar al profesor lo que no has entendido–.

¿Los profesores son conscientes del nuevo papel que tienen o estas metodologías chocan con la realidad?
Si algo necesita la apropiación de la tecnología por parte del docente es tiem-po –desarrollo de competencias, exploración, preparación…–. ¿De dónde sale ese tiempo? ¿Nuestro sistema permite que los docentes encuentren oportunidades dentro de su marco laboral? ¿O esperamos de ellos que lo hagan en casa cuando haya terminado su horario escolar? Por otro lado, en todos los centros hay al menos un docente que paga ese precio de su compromiso con la transformación de la enseñanza a través de tener menos tiempo de familia, con los amigos o para él mismo. Pero esta flor de un día, ¿dónde se convierte en un jardín? En aquellos centros donde existen unas condiciones apropiadas de trabajo, para empezar un liderazgo pedagógico que realmente apueste por la transformación metodológica.

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