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Un programa a nivel europeo para integrar la diversidad en los colegios

Docentes de tres países participantes compartieron sus experiencias.
Alaia RotaecheMartes, 3 de marzo de 2015
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Un proyecto de colaboración para la mejora del desarrollo profesional docente en la atención a la diversidad ha involucrado a tres países –España, Portugal y Reino Unido–, cinco universidades y ocho centros de Educación Secundaria durante tres años con el objetivo de unificar dos marcos: la lección de estudio y la voz del estudiante. Se trata del Proyecto Europeo Comenius: Respondiendo a la diversidad contando con las voces de los estudiantes: una estrategia para el desarrollo docente, financiado por la Comisión Europa y que ha buscado integrar las diferencias que se encuentran entre los estudiantes de centros de toda Europa. El objetivo de Comenius siempre es promover la cooperación internacional entre centros escolares y, en este caso, atendiendo además a la diversidad.

Desde noviembre de 2011, cuando dio comienzo el proyecto, el punto de partida fue la organización de los profesores en tríos de forma que uno pudiera impartir la clase y los otros dos observar; posteriormente se reunían para compartir sus observaciones con sus compañeros y proponer innovaciones, escuchando también los puntos de vista de los estudiantes mediante distintas estrategias. A partir de ahí se implantaban progresivamente nuevos métodos de impartir las lecciones, haciéndolas más participativas y cooperativas.

La cada vez mayor diversidad que se puede encontrar en cualquier aula de cualquier centro europeo es lo que ha motivado las características del proyecto, que busca crear un modelo de aprendizaje que integre a todos los alumnos. A partir de las voces de estos y de nuevas actitudes de los profesores, se aplicaron diversas estrategias en el aula como, por ejemplo, la inclusión de personal de apoyo, los llamados mentores, en el centro inglés “Archbishop Sentamu Academy” para reforzar el impacto del nuevo modelo de enseñanza. Se otorgó mucha importancia en todo momento, pese a la larga duración del proyecto, a la recogida de los puntos de vista de los estudiantes a través de técnicas como los pósit –en los cuales los alumnos ponían por escrito qué les ayuda y qué les dificulta en su aprendizaje– o la propuesta de frases sin terminar como “Entiendo mejor las explicaciones cuando”, así como cuestionarios y pósteres de evaluación de la clase, con puntos positivos o el tiempo perdido.

Otro de los puntos clave del modelo fue la planificación conjunta de las clases con un grupo de alumnos que se convirtieron en aliados de los docentes. Así, por ejemplo, en el IES “La Dehesilla” del pueblo madrileño de Cercedilla, al escuchar a los alumnos, los profesores vieron que su baja participación se debía en ocasiones al ruido de clase o a “que los profesores siempre preguntan a los mismos” –como decía uno de los alumnos–, más que a la falta de interés. A través de un método de tutoría entre compañeros, con el que se establecieron parejas de estudiantes en las que uno de ellos era el tutor y el otro el tutelado, consiguieron mejorar el aprendizaje y también adaptar el desarrollo de las clases a los alumnos en riesgo de exclusión.

En Lisboa, el Agrupamento de Escolas “Professor Lindley Cintra” enfocó el proyecto a partir de temas transversales, como el bullying, para implicar más a los estudiantes. La particularidad de este centro es que responde a una gran diversidad en las aulas; una situación parecida se da en “Manchester Academy”, un centro multicultural ubicado en la ciudad británica del mismo nombre en el que casi un 10% de los estudiantes aún está aprendiendo el idioma. En él, los profesores implicados en el proyecto planificaron su lección teniendo siempre en cuenta primero a los alumnos con necesidades especiales; a partir de ahí, se facilita que el aprendizaje llegue a todos los estudiantes.

El caso del colegio madrileño “Gaudem” es un tanto diferente. Este centro concertado ya tenía desde antes de involucrarse en el proyecto Comenius las llamadas “aulas cooperativas”, en las cuales, en lugar de haber un profesor en la clase, siempre hay al menos dos, de diferentes materias. Ambos docentes trabajan juntos para integrarlas en lo que se denomina “ámbitos”, con clases más largas y colaborativas. Además de eso, en sus aulas hay un número importante de estudiantes sordos, que están perfectamente adaptados y conviven con los alumnos oyentes, en un proyecto educativo innovador e integrador.

Allí el Proyecto Comenius se llevó a cabo dividiendo el espacio físico de las aulas en tres: la zona de la pizarra, la de trabajo autónomo y la de trabajo guiado, ya que el principal problema que destacaban los alumnos era la falta de organización de las clases. A partir de esa división, se consiguieron establecer unas lecciones estructuradas en las que los estudiantes fuesen rotando entre atender a la explicación y trabajar solos o en grupo.

Compartir experiencias docentes entre los centros, escuchar a los estudiantes e introducir métodos diferentes en las clases, desde cambiar la organización de las mesas a contar con alumnos colaboradores, dio como resultado tanto la satisfacción de los profesores como de los alumnos. Uno de los estudiantes de la Escola “Professor Lindley Cintra” de Lisboa así lo afirmaba: “Ha sido un aprendizaje distinto: un aprendizaje sobre la vida”

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