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Un huerto ecológico en el colegio para aprender con experiencia directa

El objetivo es que los niños sepan más sobre su entorno asociando la propia realidad del huerto con las propuestas curriculares de las materias en las que se incluyen.
Martes, 26 de mayo de 2015
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Ante la presencia de Ulises, Laertes, su padre, le dijo: “Si en verdad eres mi hijo Ulises y has llegado aquí después de 20 años de ausencia, dame un claro indicio para que pueda creerte”. Ulises le contestó: “Te voy a señalar los árboles, de la bien cultivada y florida huerta, que me regalaste en cierta ocasión. Yo, siendo niño, caminaba contigo por ella y te seguía por todo el huerto, te hacía mil preguntas, tú me mostrabas las plantas y me ibas diciendo el nombre de cada uno de los árboles; 10 manzanos y 13 perales me diste, de higueras hasta cuatro docenas; de liños de vides contaste medio ciento también para mí, producía cada liño sin cesar –aun en ellos hay gajos de todas sazones – según iban viniendo de arriba los tiempos de Zeus”.

Hoy, después de más de 2.700 años de aquellas palabras escritas por Homero en la Odisea, los patios de colegios e institutos están cambiando su fisonomía. En ellos aparecen pequeños espacios bien definidos y claramente identificables y que despiertan los sentidos de los niños y los embargan de sublimes experiencias, que como a Ulises siendo niño, no olvidarán jamás. Cada uno de esos espacios de los que hablamos son los huertos escolares. En nuestro centro es El Bancalico del Cervantes, convertido en un seductor vergel de experiencias.

Con nuestro bancalico hemos desbaratado el modelo de escuela donde el alumnado queda relegado en su aula, la mayor parte del tiempo sentado y sin posibilidad de moverse, por un ideal que enciende la oportunidad de que el alumnado deambule por un espacio natural de sol, agua, tierra, humedad… y que nadie le impide que toque, huela, observe, se detenga en aquello que le llame la atención, busque, manipule…

En el huerto escolar percibimos realmente cómo los niños son ellos mismos, espontáneos, sencillos, naturales, desenvueltos y abiertos. Se sienten cómodos y seguros, manipulan y comprueban, discuten y rebaten, alegan, contradicen… Asimismo, nos permite planificar y desarrollar propuestas educativas interactivas, aprovechando la importancia de la experiencia directa para desarrollar la capacidad reflexiva de los niños, y se establecen dinámicas de grupo en las que el alumnado razona, expone o contradice.

A través de nuestro proyecto, el maestro lleva a niños y niñas al conocimiento, entendimiento y recuperación de prácticas, costumbres y estilos de vida que a lo largo de la historia se han practicado en nuestra huerta de Molina de Segura y que han conformado una singular cultura de cultivos autóctonos, de consumo local, de modos y técnicas agrícolas, de singularidad gastronómica y tradiciones, y que se deja sentir en toda una red de pequeños huertos familiares que salpican la fértil tierra regada por el río Segura.

De nuestro huerto escolar emana una apuesta por el progreso humano con una clara vocación de respeto hacia el medio ambiente y concienciando de la necesidad de un planeta vivo, cambiante y sostenible. En este sentido, todas las actuaciones y acciones –enriquecimiento del suelo, el control de hierbas y de plaga– en nuestro bancalico se llevan a cabo desde posturas e ideales que priman modos y conductas naturales y ecológicas. Lo hemos convertido en un aula-laboratorio de infinitas posibilidades, donde el alumnado toma contacto con la propia realidad para observarla y examinarla.

Experiencias directas
En este ambiente natural los niños conocen, aprenden y acaban sabiendo, porque conectan y asocian la propia realidad del huerto con las propuestas curriculares de las materias en las que se incluyen, y apostamos por metodologías interdisciplinares. Igualmente, nos permite someter a la práctica una gran diversidad de experiencias que prueban y confirman contenidos de las propias materias del currículum, y posibilita al alumnado profundizar en otros –agroquímicos, productos modificados genéticamente, invernaderos, riego por goteo–.

Al mismo tiempo, nuestro huerto escolar queda vinculado al programa de salud de la escuela, pues nos permite enseñar a comer bien y de forma sana a nuestros alumnos. Las cosechas que se van realizando son aprovechadas para la elaboración de recetas por parte de los niños y niñas junto a sus familias. Esto permite conocer los alimentos propios de nuestra huerta tradicional, las formas de cocinar propias de nuestro municipio y experimentar con nuevos sabores.

Jose Martín Gil. CP Cervantes de Molina de Segura (Murcia)

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