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“La Educación necesita un Pacto al que hay que llegar como sea, pero cediendo”

El rector de la Universidad CEU San Pablo, Antonio Calvo, asegura en esta entrevista que “se necesita un consenso nacional sobre lo que debe ser la formación global en todos los niveles de enseñanza”, un Pacto necesario en el que todos tienen que ceder.
Milagros AsenjoMiércoles, 14 de octubre de 2015
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Antonio Calvo.

La Universidad CEU San Pablo es una de las tres universidades de iniciativa social y gestión privada de la Fundación Universitaria San Pablo CEU, obra de la Asociación Católica de Propagandistas. Cuenta con 900 docentes y cerca de 11.700 alumnos matriculados en grados, postgrados y doctorados. Comprometida con la excelencia, persigue la formación integral de sus alumnos, con una voluntad de servicio y responsabilidad social, y potencia la innovación, la investigación y la internacionalización estudiantes y profesores.

Su flamante rector, Antonio Calvo, es catedrático de Economía Aplicada (Política Económica) de dicha universidad desde 1999 y tiene una dilatada trayectoria profesional. En esta entrevista analiza la situación de la institución superior. “El mal que sufre la universidad española actual se deriva en gran medida de la situación económica y social que vivimos”, asegura, porque, “la universidad pública, y también la privada, no es ajena a la crisis”.

Hablemos de los problemas de financiación…
Es un mal que sufre la universidad española en su conjunto, pero que no afecta de la misma manera a la pública que a la privada. Los campus públicos tienen un problema grave por la reducción de recursos o la reposición de mano de obra, con las jubilaciones que deben cubrirse por gente que se incorpora. Se necesita un consenso nacional sobre lo que debe ser la formación global en nuestro país en todos los niveles de enseñanza. Mientras no lleguemos a un consenso que de estabilidad durante un número importante de años al sistema educativo, con independencia del Gobierno que tengamos, esto estará al albur de la necesidad de cada uno.

¿Cuál es su modelo ideal de financiación?
Mi modelo ideal como rector de una universidad privada es que la financiación se otorgue a quien recibe el servicio y no a quien lo presta. Es decir, si tenemos que hablar de una máxima libertad en el funcionamiento del sistema universitario, deberíamos hacerlo con el alumno que accediera con libertad a la universidad de su elección, con independencia del coste que supone. De modo que si para las autoridades públicas la enseñanza es un servicio público, y lo es, el coste del alumno que se sufraga con cargo a los costes del Estado habría que dárselo al alumno y que éste, con libertad y en función de los parámetros que considere, estudie donde elija, con independencia de que la universidad fuera pública o privada. Porque, en general, todas cumplimos un fin social. Por ejemplo la nuestra es una fundación sin ánimo de lucro con afán de servicio a los alumnos.

Es decir, ¿usted se inclina por el cheque escolar, en este caso el cheque universitario?
Así es. Me refiero al cheque universitario, articulado como fuere.

Pero, el modelo suscita reacciones encontradas y no parece que sea bien acogido…
Entiendo que nadie lo va a proponer ahora, pero es mi modelo. Es una cosa complicada que, ahora mismo y con la situación española, podemos calificar de utópico; pero no-sotros, como universidad, siempre lo hemos venido diciendo. Es un objetivo a largo plazo.

¿Comparte usted la afirmación tan repetida de que la Educación es utilizada como arma ideológica arrojadiza por parte de los políticos?
La Educación se ha convertido en un instrumento ideológico y las competencias autonómicas dificultan el acuerdo, al que hay que llegar como sea, aunque se tarde y haya que ceder por parte de unos y otros. Es preciso dotar de estabilidad a la enseñanza, de modo que podamos saber en un plazo medio de tiempo dónde estamos y hacia dónde nos dirigimos. Las universidades necesitan una cierta estabilidad, lo piden los rectores.

Pero siempre y cuando parece que se va a conseguir, hay alguien que rompe el pacto…
La clase política lo impide.

¿Se vislumbra un rayo de esperanza en este sentido?
El actual ministro de Educación es un hombre que ha entrado por la vía del consenso, ha tendido manos a los que se alejan y parece que voluntad no le falta. Si tuviera tiempo, podríamos vislumbrar una posibilidad. Pero, sinceramente, soy bastante escéptico porque llevamos muchos años de democracia y no hemos visto acuerdos ni por asomo.

Usted sostiene que la complicada situación de nuestra universidad se refleja también en los rankings. ¿En qué sentido?
Los rankings son formas de medida imperfecta, pero algunos de ellos sitúan a la universidad española en lugares muy alejados, que no se corresponden con la realidad. La universidad española forma bien; de hecho, cuando nuestros estudiantes salen a otros países son gente cotizada, tanto en Estados Unidos como en Europa. Tenemos unos investigadores que, en media, alcanzan unos niveles atractivos. Es verdad que uno de los problemas de nuestra formación es el exceso docente y no tanto la dimensión investigadora. Y tal vez una legislación que no termina de concretarse debido a los cambios políticos, sin un consenso suficiente entre los partidos políticos mayoritarios, y con la incertidumbre que se puede derivar para el futuro en las elecciones que vamos a tener a finales de año. Y todo esto deriva en una sensación de inseguridad, de inestabilidad, que dificulta la toma de decisiones y hace mucho más complejo el panorama universitario español.

¿Qué papel juega el presupuesto de nuestras universidades en los rankings?
Es el primer factor en las posiciones de España. Y el presupuesto por alumno en las mejores tiene dos o tres ceros más que las nuestras. Eso permite contratar premios Nobel, por ejemplo. Además, todas tiene muchos menos alumnos que las nuestras.

Pero, en algún momento, el mayor número de alumnos se asociaba a calidad…
Bueno, te garantizaba financiación…

No obstante, los rankings son reclamos para atraer alumnos…
Los rankings no me gustan porque comparan cosas incomparables. Pero hay que estar ahí porque el mundo globalizado te obliga. Sin embargo, ¿de qué vale argumentar el puesto? Si fuera el primero… Pero el 84… La universidad no está bien tratada en esas clasificaciones.

Cambiemos de tema. ¿Está la universidad española apagada, mortecina?
Estoy intentando tomar el pulso a los órganos universitarios, aunque he participado en algunas sesiones de la CRUE. Desde la Conferencia de Rectores sí se intenta hacer algún tipo de reivindicación, pero las universidades están expectantes sobre el futuro. Todos pensamos que habrá que plantear nuevas reivindicaciones a quien salga de las urnas. Ahora vivimos un momento de transición, a la espera de los resultados electorales y de que se puedan sentar las bases para un nuevo periodo.

Un tema recurrente en los últimos tiempos lo constituye la duración de los estudios de Grado. ¿Qué tiene que decir al respecto? ¿Tres o cuatro años?
No se puede generalizar. Es verdad que hay una tendencia en países relevantes desde el punto de vista educativo hacia grados de tres años (180 créditos), pero no se pueden tratar todas las titulaciones por igual. Con independencia de las carreras con directiva europea específica, en algunas de las que no es así, puede tener su lógica una duración superior a los 180 créditos. La normativa permite movernos en el intervalo de 180 a 240 créditos, de modo que podemos tener titulaciones de 180, 220 o 240 créditos. En cualquier caso, debe llegarse a un cierto consenso dentro de la autonomía universitaria para movernos en la misma dinámica. Se está planteando en la CRUE el establecimiento de unas orientaciones, que no unas obligaciones, para que nos movamos en la misma línea. Será fácil llegar a criterios comunes para que no exista el mismo Grado con una duración diferente según de que universidad se trate. La idea inicial era grados generalistas y másteres especializados, y hemos cambiado el espíritu de Bolonia haciendo grados especializados. No sé si al final la posibilidad de volver a 180 créditos y másteres de unos 120 nos permitirá recuperar la esencia de Bolonia de grados más generalistas.

Con todo, ¿se ha logrado implantar el espíritu, la filosofía de Bolonia?
En los alumnos cala rápido; donde cuesta más es en el profesorado. El alumno recibe las pautas del profesor, el estudiante tiene que bailar la música que le ha marcado el profesor. En algunos docentes impartir sus lecciones y contribuir a la formación de los alumnos con mayor protagonismo de estos ha suscitado resistencias. No basta con lanzar la lección, tiene que reverdecer conocimientos… Y hay quien se resiste.

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