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El título de la ESO, la losa valenciana

Nuestro desempleo llena las aulas y las épocas de pujanza económica vacían los institutos con su oferta de empleos no cualificados.
Miércoles, 11 de noviembre de 2015
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Tras el Día de la Comunitat Valenciana, el pasado 9 d’Octubre, publiqué en el periódico Las Provincias este artículo, en clave local, sobre la incidencia del título de Graduado en ESO en la Educación valenciana. En las últimas semanas, el tema ha sido motivo de varias tribunas en MAGISTERIO. Por ello, para enriquecer ese debate, comparto aquel artículo publicado el pasado 13 de octubre en Las Provincias de Valencia.

Nota: la referencia a Almansa es una referencia valenciana a la batalla de Almansa de 1707 que puso fin en Valencia a la guerra de sucesión y la pérdida de los fueros por el Decreto de Nueva Planta y que en el imaginario valenciano se refleja hoy día en dichos como “Quan el mal ve d’Almansa a tots alcança” (Cuando el mal viene de Almansa, a todos alcanza)”.

Pasado el 9 d’Octubre, el relato político tiene su nuevo pilar en la infrafinanciación. Una interpretación unánime de los males valencianos que reposiciona nuestra acción política en el debate estatal, en esa España política que va y viene en el AVE Madrid-Barcelona y ni atisba por las ventanillas que hay más españoles fuera, en el resto de territorios, que en esos vagones. Una España de las autonomías, cuyo sistema educativo es paradigma, que se conjuga en singular.

Un cambio de relato, desde la “culpa es de la mala gestión” que permitió la victoria electoral, a “esto no hay quien lo gestione con esta financiación” que ahora moviliza el Consell. Y sin ser contradictorias ambas lecturas, muestran que algunas de nuestras debilidades nos llegaron por la izquierda (del mapa).

Hay paralelismo entre este relato político y el educativo a la hora de interpretar nuestros indicadores. Así, unos achacan los datos al diseño Logse/Loe del sistema y otros recuerdan que con la misma ley, otras autonomías alcanzaron mejores cotas escolares. Lo mismo, la contraposición entre la mala gestión y la imposibilidad de contar con los instrumentos idóneos para una política eficaz.

La Logse tuvo un gran avance: la extensión de la Obligatoria dos años. Y un gran tapón: el Título de la ESO. Y ese título ha sido una losa que entró por Almansa para nuestra escuela.

La Ley del valenciano Villar Palasí permitía continuar hacia BUP con el Graduado Escolar (digamos, el equivalente anterior) pero daba paso a la Formación Profesional a quien no lo lograba. Con buena intención, y para dignificar esta etapa profesionalizadora, sacudirle la fama de itinerario para los académicamente débiles, se cerró este paso simplemente cronológico, para exigir la obtención del título de ESO para poder cursar FP.

Ampliar dos años de escolarización, la repetición de curso, la exigencia de título y el ‘factor mediterráneo’ crearon la tormenta perfecta para que el fracaso escolar se disparase y el abandono educativo aumentase en la Comunitat Valenciana.

El ‘factor mediterráneo’, esa influencia escolar de una economía basada en la construcción y el turismo, desconecta el círculo virtuoso por el cual una sociedad eleva a la par su economía y su educación. Al contrario, nuestro desempleo llena las aulas y las épocas de pujanza económica vacían los institutos con su oferta de empleos no cualificados.

Esta rigidez del título de la ESO ya cambió con la LOE al introducir los Programas de Cualificación Profesional Inicial (PCPI) que permitían acceder a la FP sin obtener la ESO. Y profundiza en ese itinerario la nueva Formación Profesional Básica.

Al principio de esta legislatura, cuando el Ministerio de Educación hablaba de un Bachillerato de tres años y no de las reválidas, algún director general proponía la eliminación del título de la ESO. También una parte de la izquierda educativa se pregunta cómo se puede decir que un alumno, tras diez años de escolarización, no ha aprendido nada como para que se le expulse del sistema en el todo o nada de tener el título de ESO. Por el contrario, esta el temor de perder todo el prestigio ganado para la FP si se vuelve a la situación anterior de nulos requisitos para cursarla.

La Comunitat Valenciana es la autonomía con mayor fracaso escolar y en cambio obtenía resultados notables en los PCPI y los obtiene, en comparación, con la FP Básica y en los titulados en Grado Medio, de tal forma que ese elevado fracaso escolar se reconduce hasta la media española al hablar de abandono educativo, que es el indicador importante. Nos hunde ese fracaso administrativo en la ESO, alimentado, cual queroseno al fuego, por la repetición. En resumen, nos va mejor la FP que la Primaria, esa arcadia feliz y ya se apañará el instituto.

Y en éstas, de más allá de Almansa, llegan ahora las reválidas. Unas pruebas lógicas para un Estado descentralizado que quiera cumplir su deber y no acepte distintos precios (académicos) para un mismo título. Pero vuelve el riesgo del muro, que a aquellos que no lo superan sólo les queda darse cabezazos contra él. Por eso es un debate conveniente introducir, manteniéndola, flexibilidad en esa prueba, al menos, en tres supuestos: para los estudiantes de FP Básica, para los adultos y para los alumnos de los programas de mejora y aprendizaje. Y en eso está, con las convalidaciones como atajos, la Conselleria de Educación.

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