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Una investigación sobre los órganos de tubos que tiene premio

No sé qué se espera que cuente exactamente en este artículo. Al hilo de lo que se me ocurra diré tres o cuatro claves que pueden ayudar a entender lo que hemos hecho.
Martes, 1 de diciembre de 2015
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Recuerdo que todo empezó a finales de septiembre del año pasado cuando estos tres chicos vinieron a verme: querían un profesor que les dirigiera en la investigación. Ni siquiera tenían tema: solo ilusión. Y este es un primer elemento importante.

Es difícil mantener viva una ilusión por esforzarse en algo que va a costar trabajo. ¿Cómo se consigue eso? No lo sé. Simplemente se me ocurrió dar valor a cualquier cosa que hicieran bien. Si en una reunión se divide el trabajo y todos cumplen su cometido de semana en semana, hay que hacerles ver que van bien. Porque la división del trabajo es fundamental. En esta línea de ilusionar me pareció importante comenzar a publicar en una web todo lo que fueran haciendo: así verían su progreso y el sentido que adquirían cada uno de sus “pequeños” trabajos.

Así pues, el día 13 de octubre colgamos nuestro primer comentario en lo que llegaría a ser la página web de nuestro proyecto sobre los órganos de tubos. Ya llevábamos un par de semanas dando vueltas al asunto: el tema, el título, los días de reunión… Entonces ni tan siquiera imaginábamos que unos meses después ocurrirían dos hechos tan importantes como imprevisibles y de muy distinto signo: el lunes 20 de abril, Felipe, el alma mater del equipo, a sus 15 años, sufría un infarto de miocardio; el 26 de mayo, santo de Felipe, nos comunicaban que habíamos ganado el concurso Esdelibro. Por eso, cuando escribo este comentario, mis sentimientos resultan contradictorios.

Creo recordar que era la semana del 20 de abril cuando teníamos previsto finalizar el trabajo y mandarlo a concurso y Jaime e Íñigo, alumnos de 3º de ESO y compañeros de equipo de Felipe, me preguntaron: “Y ahora, ¿qué hacemos?”. Les contesté que entregarlo como le gustaría a Felipe, lo más completo posible. La mayor parte de nuestros archivos de trabajo los habíamos puesto en común en la nube, así que sería fácil completar lo que faltaba. Los chicos hicieron lo que pudieron. Habían pasado varios meses de reuniones semanales después de comer para ver el progreso de la investigación, reuniones que solo se vieron interrumpidas por las vacaciones y los exámenes.

Se me ha olvidado mencionar dos detalles importantes: el concurso Esdelibro pretende que los alumnos investiguen sin cortar y pegar, es decir, documentándose, detallando las fuentes y utilizando permisos para usar imágenes, textos, etc. Cuando comenzamos los chicos no tenían ni idea de lo que era un órgano de tubos.

Ver páginas web para aprender sobre lo desconocido está bien, pero que te lo cuente alguien de tu edad se puede llegar a convertir en atractivo; por eso, en cada reunión cada uno contaba sus conclusiones, sus problemas… Los órganos de tubos fueron motivo de conversación en nuestras reuniones semanales de media hora –a veces con golosinas, claro–, pero también se convirtieron en una base de datos donde ir dejando todo por escrito, a falta de la revisión del profesor, y luego colgarlo en la web.

Fotos de órganos, datos sobre organerías, correos electrónicos de organistas… todo compartido por todos. A finales del mes de octubre matizamos el título: El órgano de tubos como parte de nuestro patrimonio y así inscribimos el trabajo. El contacto con la organería Acitores, que nos contesta muy amablemente siempre que los chicos preguntan algo, corrobora que vamos en la buena dirección, pero también nos hace ver que investigar en este asunto puede resultar más largo de lo que parecía.

Pasarlo bien
Cada uno aporta lo que tiene: yo he dedicado mucho tiempo a estar con los chicos, a corregir los textos –¡soy profesor de Lengua!– a buscar información y correos…, les propuse el tema; ellos han hecho el resto. Han sacado fotos de órganos por dondequiera que han ido, han leído, han oído música de órgano, han visto páginas web… El día 15 de enero Jaime trajo a escondidas una tarta que había preparado él mismo para celebrar el cumpleaños de Felipe… Casi un mes antes habíamos quedado con un importante organista en una conocida chocolatería de Madrid para ¡hablar de órganos! Y es que el trabajo bien hecho no está reñido con pasarlo bien.

No quiero alargarme mucho más. Plasmar por escrito un trabajo que sirva para dar a conocer un tema que muchos desconocen –en este caso que tenemos un gran patrimonio organístico y que hay que cuidarlo y darlo a conocer– tiene que hacerse de tal manera que se cumpla el doble fin de toda investigación: aprender y enseñar. Estos tres chicos –y yo con ellos– han aprendido y han enseñado y seguirán aprendiendo porque, ahora que han visto su trabajo acabado –el premio es lo de menos aunque es un buen incentivo– piensan mantener viva su web recopilando nueva información hasta convertirse en una web de referencia en el mundo del órgano: organosdetubos.weebly.com.

Lo único que nos encoge el corazón es, de momento, no poder contar de nuevo con Felipe.

Juan José Vergara
Colegio “Retamar” de Pozuelo de Alarcón (Madrid)

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