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Unas reflexiones sobre el TDAH desde la orientación educativa

Del 12 al 18 de octubre se celebró la Semana Europea del Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad, TDAH, un trastorno que como profesional de la orientación me preocupa mucho, de ahí que quiera compartir algunas reflexiones surgidas de mi práctica y experiencia como orientadora.
Jueves, 10 de diciembre de 2015
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El TDAH existe
En principio, hay que comenzar diciendo que el TDAH existe, pues hay quienes (incluso entre los profesionales) consideran que simplemente se trata de niños malcriados que no saben comportarse. Cierto es que observamos un número creciente de niños con comportamientos alterados por unas pautas educativas inadecuadas, son además comportamientos disruptivos que molestan, llaman la atención y perjudican la convivencia por lo que son muy visibles y sufridos. Sin embargo, cuando hablamos del TDAH nos referimos a un trastorno neurobiológico que tiene un fundamento orgánico, basado en dificultades constatables en el sistema nervioso, concretamente en la neurotransmisión entre neuronas.

Por consiguiente, no es lo mismo un niño nervioso o maleducado que un TDAH. En mis años de estudiante de licenciatura formándome como pedagoga, todavía se estudiaba este trastorno como “disfunción cerebral mínima”, lo que ayudaba a diferenciar que existen niños con este trastorno y otros más nerviosos o movidos. El término “hiperactividad” se ha introducido en el lenguaje cotidiano y son muchos quienes se autodefinen como hiperactivos porque trabajan mucho o tienen mucha vida social, lo que ha contribuido a confundir aún más el término entre la población en general y en particular entre los profesionales. Lo peor de todo este embrollo es que ha influido en el diagnóstico, pues ante las dudas o creencias sobre la existencia del TDAH, en ocasiones no se ha diagnosticado como tal y en otras, siendo el profesional demasiado “creyente” se ha sobrediagnosticado.

El TDAH es difícil de diagnosticar
Quienes trabajamos en el sistema educativo sabemos que existen muchos errores de diagnóstico en el TDAH. Si el profesional, tanto clínico como educativo, no tiene suficiente formación e información sobre el trastorno puede dejar pasar muchos casos y no diagnosticarlos. Éstos, probablemente, emergerán con mucha fuerza en la adolescencia, cuando sean muy difíciles de abordar y hayan desembocado en problemas terribles como adicciones, delincuencia o trastornos psiquiátricos. Por otro lado, existen profesionales con tendencia a ver niños movidos como TDAH y a sobrediagnosticar, es decir, colocar la etiqueta a alumnado que realmente no padece el trastorno. De ambos fenómenos sabemos fehacientemente quienes trabajamos en el sistema educativo.

Para conseguir un mayor rigor en el diagnóstico del TDAH necesitamos una mayor y mejor formación de los profesionales implicados y un trabajo coordinado, basado en protocolos conjuntos de los servicios de salud y educación. A este respecto es necesario recordar que en el sistema educativo no emitimos diagnósticos clínicos, sino evaluaciones psicopedagógicas y que el diagnóstico de un trastorno relativo a la salud mental es solo competencia de los servicios de salud mental, nunca del sistema educativo. El papel del profesional de la orientación se circunscribe al ámbito educativo.

El papel del profesional de la orientación en el TDAH
Los orientadores somos los profesionales que primero nos acercamos al trastorno, en muchas ocasiones antes incluso que los profesionales de la salud, ya que recibimos las demandas de las familias y del profesorado cuando observan que el niño o la niña no tiene un comportamiento normalizado, que “algo le pasa”. Muchas veces, estas demandas se reciben entre lágrimas y desesperación cuando ya la madre o el profesor han intentado varias estrategias y ya “no saben qué hacer”.

Como primer paso, es necesario que realicemos un proceso de evaluación psicopedagógica. En este proceso de evaluación es necesario contar con la participación de cuantos más agentes mejor. Es imprescindible acudir a los informes médicos para establecer una anamnesis del desarrollo del niño desde su nacimiento. Asimismo, es preciso recabar toda la información posible del entorno familiar y escolar para delimitar las dificultades y fortalezas del alumno o alumna en cada contexto, así como las intervenciones que resultan más exitosas.

Como instrumentos para recopilar toda esta información, los profesionales de la orientación utilizamos fundamentalmente: entrevistas, escalas de observación y pruebas psicométricas.

Basado en este proceso de evaluación se emitirá un informe psicopedagógico en el que se describirán los comportamientos del alumno en el sistema educativo, su estilo para el aprendizaje, así como las variables cognitivas, sociales y emocionales que le influyen en su desarrollo educativo. Con todo ello se delimitarán las necesidades educativas, estrategias de enseñanza y las propuestas de intervención en el contexto educativo, así como las orientaciones para que estas pautas escolares mantengan la coherencia de intervención en el contexto social y familiar.

En este informe, los profesionales de la orientación podremos manifestar que nos encontramos con un caso de posible TDAH a valorar por los servicios de salud mental. Para establecer conclusiones sobre el diagnóstico es imprescindible que los servicios de salud mental o psiquiatría infantil emitan un informe clínico donde se concluya un diagnóstico clínico, porque insisto, el informe que emitimos los orientadores se circunscribe al contexto educativo y por consiguiente, es un informe psicopedagógico.

La intervención ha de ser multimodal
Mucho se ha hablado del abordaje educativo del TDAH e incluso, en ocasiones, hemos podido asistir a la polémica de si es conveniente o no el empleo de fármacos para este tipo de niñas y niños. Desde mi punto de vista, creo que quienes consideran que las niñas y niños con TDAH no deben medicarse es porque nunca han visto un caso real en vivo, pues cuando uno se encuentra con un alumno con este trastorno sin medicar, no se tienen dudas al respecto.

Sin embargo, la medicación por si sola no arregla el problema. La investigación y la experiencia demuestran que la intervención en TDAH ha de ser multimodal y basarse en tres pilares:

• Atender a lo orgánico: tratamiento farmacológico. Este aspecto es fundamental para poder abordar la intervención educativa pues al alumno con TDAH hay que “pararlo” para que pueda comenzar a aprender, para que centre su atención y pueda avanzar en su desarrollo.

• Atender a lo psicológico: tratamiento psicoterapéutico. Como trastorno de índole psíquico, necesita de este tipo de intervención para que el niño o joven aprenda a autorregular su conducta, pensamientos y emociones para situarse en el mundo con éxito.

• Atender a lo educativo: intervención psicopedagógica. Consiste en la puesta en marcha de las medidas educativas y de atención a la diversidad que contribuyen al desarrollo de los objetivos previstos del sistema educativo para las niñas, niños y jóvenes, es decir, los que éste prevé para la ciudadanía: formación integral como ciudadanos y cualificación profesional.

Los tres pilares son igualmente imprescindibles para que cada niño o niña con TDAH evolucione favorablemente y por consiguiente es necesario atender a cada niño desde los tres simultáneamente, sin excluir ninguno. Asimismo, es indispensable la coordinación entre los profesionales responsables de cada ámbito: pediatra, psicoterapeuta y orientador; y a su vez, de todos ellos con la familia.

La atención al TDAH precisa de mayor respaldo institucional
La necesaria coordinación entre profesionales para el abordaje del TDAH no puede dejarse en la voluntariedad de cada profesional, siendo precisamente estas especialidades profesionales muy demandadas en nuestra sociedad y muy sobrecargadas de trabajo, exigencias y responsabilidades.

Las instituciones y la administración deben hacer una apuesta firme porque esta coordinación exista, estableciendo protocolos de intervención que sean conocidos por las familias y por los profesionales y que tengan todas las facilidades para que puedan llevarse a la práctica y así poder demostrar su eficacia en la prevención, detección e intervención en el TDAH.

Las entidades que necesariamente han de estar implicadas son las siguientes: administraciones educativas, de salud, servicios sociales y justicia (pues sabemos la correlación que existe entre el TDAH y las infracciones de menores, por ejemplo). Además debe implicarse a colectivos directamente relacionados con este asunto como son: asociaciones y colegios profesionales de investigadores, pediatras, médicos, psiquiatras, psicólogos, pedagogos, orientadores y especialmente familiares y personas con TDAH.

Es imprescindible que nuestra sociedad comprenda el TDAH
Todo lo expuesto necesita de la sensibilización de la sociedad y no la visibilización puesto que el problema es muy visible. Lo que se necesita es un cambio de perspectiva en la visibilización, lo que se conseguirá con la sensibilización hacia el mismo. La sensibilización que necesitamos es la comprensión hacia el fenómeno y que lo que en nuestra sociedad se percibe como un niño maleducado sin más, admita poco a poco la posibilidad de considerarse un trastorno que acarrea unos comportamientos involuntarios, tan indeseables para quien los padece como para quienes le rodean.

He escuchado en muchas ocasiones a mi director de tesis doctoral, mi admirado Miguel Ángel Santos decir que: “la letra con sangre entra, si, pero con la sangre del profesor”. Este pensamiento sigue muy presente en mi práctica cotidiana como orientadora, especialmente cuando me propongo dinamizar a un equipo de profesorado para trabajar “a favor” de un alumno cuando ellos perciben que este mismo alumno está “en contra” de su trabajo e iniciativas y solo les interesa “reventarles la clase” o “provocar la expulsión”. Es difícil para todos, pero merece la pena luchar por ello, porque quienes más sufren esta incomprensión son los propios afectados, niños y niñas que tienen el derecho a crecer felices y a desarrollar al máximo sus potencialidades. Dicho de otro modo, podemos interpretar las conductas disruptivas de un alumno con TDAH como si nos estuviera diciendo: Apóyame más cuando menos me lo merezco porque es cuando más lo necesito. Por eso, no podemos olvidar que “su derecho es nuestra obligación”. Tan importante es hacer valer este derecho del menor con TDAH como concienciar a la sociedad de la obligación que tiene de proporcionarle las necesarias oportunidades.

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