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El problema educativo

Carmen Guaita
Maestra y escritora
11 de enero de 2016
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Comienza un año marcado en lo político y lo social por la necesidad de diálogo y en la escuela cunde el desánimo ante la certeza de que la Educación no está entre las prioridades.

La idea de concurrir en un Pacto por la Educación surgió hace tiempo ante la certeza de que, o había acuerdos, o cada cuatrienio estrenaríamos una ley educativa nueva, cada vez más restrictiva –por ajustada al criterio de un solo partido– que la anterior. En este tiempo la comunidad educativa no ha logrado que los gobernantes establezcan algún acuerdo.

En las cuatro últimas legislaturas, la política de Educación ha sido errática: leyes elaboradas contra reloj y derogadas en el primer acto; la muerte prematura de una propuesta de pacto que hubiera podido rearmar a la comunidad educativa cuando ya golpeaba la crisis; ajustes del presupuesto indiscriminados; una Lomce mal terminada; enfrentamiento entre las redes educativas… En resumen, incapacidad en la gestión; intereses ocultos y discordia.

A día de hoy, la única salida a la situación está en la escuela misma. Los docentes ya se están dando cuenta, de ahí las iniciativas que comienzan a despertar. La vanguardia en Educación apuesta por lo holístico, por lo significativo e integrador. El aprendizaje por proyectos, con el que tantos centros están mejorando no solo sus resultados sino el grado de satisfacción de alumnos y docentes, choca frontalmente con la proliferación de materias, y sus correspondientes programaciones, objetivos, contenidos e indicadores para la evaluación. Ahora la Comunidad de Madrid anuncia el aterrizaje en las aulas de Primaria de dos nuevos paracaidistas: Robótica y Programación. ¿Las nuevas Marías ahora que se fueron, para nuestra vergüenza, la Plástica y la Música? ¿Cuándo las impartiremos? ¿A costa de qué? La propia Comunidad de Madrid exige potenciar idiomas y dedicar a la lectura un porcentaje sustancial del horario escolar. Yo lanzaría un triple ruego a los políticos: por favor, suspendan la burocracia, desregulen un poquitín y escuchen lo que se cuece en las aulas.

Y es que al final vamos a terminar descubriendo que las leyes –con su cohorte de papeleos, sus ocurrencias, su proliferación de materias “de estación”, como diseñadas por creadores de moda– son las que constituyen el verdadero «problema educativo».

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