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Educar con sentido común y sentido del humor

José Mª de Moya
Director de Magisterio
2 de febrero de 2016
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No había visto el vídeo de Carles Capdevila que supera el millón de visualizaciones en Youtube y creo que entiendo su éxito. Además de sus evidentes dotes comunicadoras, nos sirve un cocktail con unos ingredientes muy apetecibles en estos tiempos malhumorados: vuelta a la simplicidad y ganas de disfrutar con cosas sencillas. Una suerte de terapia perfecta para unos educadores que nos hemos convertido en expertos en complicarnos la vida y agobiarnos mucho, mucho.

Y está bien que sea desde otras actividades profesionales (Capdevila es periodista y director del periódico Ara) desde las que se nos recuerde que esto de educar no es tan complejo. Cuando se repite aquello de que nadie nos enseña a ser padres, los niños no nacen con un manual debajo del brazo, etc. siempre pienso: ni falta que hace. Y parece que la mayor parte de los padres piensan lo mismo, según el V Barómetro de la Familia TFW, que reflejaba que al 86% de los padres no les interesa recibir cursos de formación para educar. El tutor de uno de mis hijos me lo dijo claramente y lo entendí: ¿quien dijo que educar es difícil? No, educar es arduo, costoso, pero no especialmente difícil a menos, claro, que uno quiera complicarse la existencia.

Capdevila apela a educar con sentido. En concreto, con sentido común, sentido del deber, sentido moral, sentido del ridículo y sentido del humor. En el fondo, es una invitación a volver al origen de lo que significa educar a una persona, sin tanto pedagogismo y psicologismo, sin tanto procedimiento ni metodología. Se trata de recuperar el placer del cuerpo a cuerpo, del contacto personal con el hijo, con el alumno, de la capacidad de disfrutar de esa relación educador-educando que frecuentemente consistirá simplemente en acompañar sin buscar grandes objetivos que solo contribuyen a generar ansiedad en nosotros y en ellos.

En buena parte, el secreto de su monólogo es que uno sale relajado después de oírle, como si te hubieran quitado un peso de encima por un exceso de responsabilidad. Porque a fin de cuentas, dice, educar consiste en “espabilar a los pequeños y controlar a los mayores”. ¿Que es frívolo reducir años de pedagogía a esto? Probablemente.

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