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Las Ferias de los Colegios o empoderar a las familias

José Mª de Moya
Director de Magisterio
23 de febrero de 2016
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Volvió a ocurrir. Este pasado fin de semana miles de familias (casi 4.000 según los organizadores) acudieron en masa a La Feria de los Colegios de Sevilla que se celebró en ambiente festivo en el Museo de Carruajes. Ambiente festivo y no solo porque el espacio infantil fue amenizado de nuevo por el personaje de Peppa Pig, que levanta pasiones, sino porque en ocasiones era difícil abrirse paso entre tanto carrito de bebé. No es fácil asistir a un evento que congregue a tanto padre y madre primerizos, a excepción de las ferias de puericultura, artículos para el bebé, alimentación infantil, etc. Y esto me lleva a la primera reflexión.

No debería ser noticia que unos padres decidan dedicar unas horas de su fin de semana a comparar y elegir colegio, como no lo es que comparen tipos de pañales, biberones o sonajeros. Con todo el respeto a la industria de artículos de puericultura, parece más trascendente elegir modelo educativo que marca de potito, de qué quiero llenarle la cabeza o de qué quiero llenarle el estómago. En estos tiempos en los que el consumo se ha sofisticado y que elegir se ha convertido en la primera opción de ocio de muchas familias, resulta extravagante –a la vista del interés que despiertan las Ferias– que algunos pretendan hurtar a los padres el derecho a elegir el colegio que les dé la gana, tanto entre la cada vez más variada oferta pública como entre la concertada o privada.

Viene a cuento de que para Izquierda Unida estas ferias son un intento de “mercantilizar” la Educación. Para ellos, si les entiendo bien, las familias deberían comportarse como simples consumidores pasivos. Según explicaron, “los colegios se asignan por baremos de puntuación en función de distintos criterios (…) de modo que no tiene sentido que ninguna empresa organice una feria para asesorar a los padres en la elección de centros”. O sea, los padres y madres cuanto menos sepan, mejor.

A vueltas con el ¿libertad para qué? Para qué elegir si no hay nada que elegir, para qué pensar críticamente si no hay nada que criticar (sic). Qué contraste con la urgente necesidad de empoderar a las familias y de formar ciudadanos críticos, participativos y exigentes, en lugar de consumidores pasivos.

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