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Obsesionados por mantenerles entretenidos

José Mª de Moya
Director de Magisterio
9 de febrero de 2016
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Tiempos curiosos estos cuando las tesis que más furor despiertan en redes sociales son la que defienden perogrulladas pero que son verdades como puños o como puñetazos en el ojo de tanta moda pedagógica oportunista. El artículo “Dejad que los niños se aburran” de Pedro Simón para la revista Padres y Colegios es un claro ejemplo de ello.

La tesis resulta insolente por obvia. Aburrirse no es malo necesariamente, tampoco bueno. Lo que sí es, indiscutiblemente, es una oportunidad para la creatividad, para el desarrollo de la autonomía, para pasar a la acción en medio de tanta pasividad. Si siempre te dicen o sabes lo que tienes que hacer, nunca necesitarás hacer nada por ti mismo. Lo explica mejor Guillermo Cánovas en una espléndida entrada en su blog: “Puede parecer algo paradójico, pero necesitamos más que nunca que los niños y niñas tengan tiempo para aburrirse. Necesitamos que tengan tiempo todos los días para llevar a cabo actividades que no estén previamente estructuradas, organizadas y controladas por normas rígidas y preestablecidas. Es preciso que tengan la oportunidad de crear sus propias estructuras, normas y parámetros (…). Definiría el aburrimiento como la ausencia de motivación que incite a la acción física o mental. Así pues, si un niño se aburre y desea actuar tendrá que terminar encontrando o creando sus propias motivaciones. Tendrá en definitiva que automotivarse. Y no les quepa duda de que lo hará”.

No alcanzo a entender la razón última de esa obsesión porque nuestros hijos o alumnos estén permanentemente entretenidos. Con esa frustrante sensación de correr hacia una meta que se aleja a medida que nos acercamos. Los niños son insaciables y su capacidad de asombro va menguando siempre a mucha mayor velocidad de la que somos capaces de sacarles conejos de la chistera. Y es que los adultos, si nos lo proponemos, podemos resultar al mismo tiempo ridículos y patéticos.

José A. Marina apunta una buena razón de lo que hay en el fondo de todo este desaguisado: “No estáis aburridos porque las cosas sean aburridas, sino al contrario. Las cosas son aburridas porque estáis aburridos”. A reflexionar.

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