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De rankings y carreras más cortas

Lunes, 14 de marzo de 2016
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A falta de novedades, tal vez por la influencia del inquietante “impasse” que vive la sociedad, la universidad española ha sido noticia en los últimos días por dos temas recurrentes: los rankings y la aplicación del decreto que permite implantar estudios de Grado de tres años, en lugar de los cuatro actuales.

Un nuevo ranking sobre las mejores universidades de Europa publicado por Times Higher Education (THE) reaviva el debate sobre los efectos y las consecuencias que para la enseñanza superior, en este caso la española, tienen esos informes.

El ranking THE deja en mal lugar a nuestras universidades –hecho que no es novedoso–, ya que solo cinco de ellas aparecen entre las 200 mejores del continente europeo. Tres universidades catalanas, la Autónoma de Barcelona (puesto 70), la Pompeu Fabra (80) y la Universidad de Barcelona (86), aparecen en el top 100. A una significativa distancia se colocan la Universidad Autónoma de Madrid y la de Navarra, entre los puestos 160 y 170. Pobre balance si se toma como referencia el PIB y la población española, según ha comentado el editor de los rankings THE en España, Phil Baty. La comparación con países vecinos como Francia e Italia –con 15 y 19 universidades, respectivamente, entre las mejores instituciones– no suscita ningún entusiasmo.

En realidad, el ranking THE forma parte del que con carácter mundial se publicó en octubre pasado con datos de 800 universidades procedentes de 70 países. Ahora se ha acotado la parte correspondiente a Europa y los datos mantienen la primacía del Reino Unido y el crecimiento de Alemania, que ha incrementado su oferta universitaria en inglés para captar alumnos, con la ventaja de que sus tasas son más baratas que en otros países de Europa, sobre todo en Reino Unido. En cualquier caso, llama la atención la ausencia de universidades de gran prestigio tanto españolas como de otros países de nuestro entorno.

Para elaborar el ranking se ha tenido en cuenta la investigación realizada en los centros, el ambiente de aprendizaje, la reputación, el número de profesores por alumno, los títulos y doctorados otorgados, los ingresos, la influencia de las investigaciones mediante citas en artículos, la investigación y el volumen de ingresos para investigar, los ingresos y la reputación, el personal académico e investigador, la presencia de estudiantes y profesores internacionales o los trabajos académicos. Sucede que estos valores encierran todavía muchas debilidades en los campus españoles.

Es verdad que un análisis generalista, no por áreas, perjudica a nuestras instituciones que, en no pocos casos obtiene buenos puestos si el ranking se refiere a áreas de conocimiento.

Sea como fuere, la precaria situación económica de los campus, los recortes para investigación, el sistema de selección del profesorado, la relación entre la universidad y la empresa o la exigua presencia de alumnos extranjeros en las universidades españolas impide que el número de instituciones en las listas de los mejores aumente.

El propio Baty sostiene que “España necesita aumentar su inversión en Educación Superior, fomentar la internacionalización y eliminar las barreras regulatorias si quiere competir con sus rivales europeos”, si quiere prosperar en los listados.

¿Qué hacer ante esta situación?
Los expertos recomiendan, en primer lugar, no ser esclavos de los rankings. Saber leerlos y saber utilizarlos. No compiten todas en igualdad de condiciones y oportunidades. Por ejemplo, el ranking de Shanghai concede un gran valor a que la universidad tenga un Premio Nobel entre sus académicos; otros otorgan una puntuación elevada a la publicación en determinadas revistas científicas a las que no todos acceden.

Y junto a los ranking y muy cerca de iniciar la recta final del curso, resurge el tema de la reducción de los estudios de Grado de cuatro a tres años, cambio que permite el popularizado como “decreto 3+2”, y ante cuya aplicación la Conferencia de Rectores recomendó en su día una moratoria hasta 2017.

Diez universidades, la mayoría privadas, han solicitado la acreditación a las correspondientes agencias de evaluación para impartir los nuevos grados de tres años. Dos de ellas, la Nebrija y la Alfonso X El Sabio han aprovechado la Semana de la Educación (Aula) para anunciar sus propósitos al respecto.

Además de estas dos universidades, la Católica de San Antonio de Murcia, la Oberta de Cataluña, la Pompeu Fabra, la Universidad de Barcelona, la Universidad Internacional de La Rioja, la Universidad Europea Miguel de Cervantes, la Universidad Internacional Isabel I de Castilla y la Universidad Europea de Madrid tiene ya elaborados y presentados sus nuevos planes para algunas titulaciones.

La reducción de los grados está generando polémica, ya que los rectores entienden, y de ahí la moratoria acordada por la CRUE hace más de dos años, que puede crear confusión entre los alumnos y la existencia de una misma carrera con duración diferente en una u otra universidad.

Cuando todavía no se ha asentado el nuevo sistema, que ya en sus orígenes creó numerosas disfunciones y discrepancias, introducir una nueva reforma de manera precipitada puede perturbar la vida universitaria. Y además, nadie puede ignorar el riesgo de que cuando se estabilice la situación y haya un nuevo Gobierno, alguien tenga la ocurrencia de introducir nuevas modificaciones.

Por otra parte, la calidad la enseñanza superior no viene determinada por la duración de las carreras sino por algo más profundo, como es de qué forma se cumple la misión de la universidad y los objetivos concretos de cada institución. Por tanto, obsesionarse ahora con esta cuestión puede equivaler a equivocarse.

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